Independientemente de las secuelas propias de nuestras limitaciones estructurales, el mundo opina que el Perú se recuperará de manera destacada en el 2021. (Foto: Difusión)
Independientemente de las secuelas propias de nuestras limitaciones estructurales, el mundo opina que el Perú se recuperará de manera destacada en el 2021. (Foto: Difusión)
Juan José  Marthans

Antes de la publicación del último Marco Macroeconómico Multianual (MMM) por parte del , se vino difundiendo con prolijidad puntos de vista en materia económica que no consideran con propiedad nuestro potencial de recuperación, que solo remarcan nuestras limitaciones y que no permiten que el empresariado decodifique acertadamente sus posibilidades de relanzamiento de sus negocios. Es necesario aclarar esto. Permítanme algunos breves alcances para, sin apasionamientos, brindarles una perspectiva distinta.

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Primero, desde el inicio del se adelantaron estimados que anunciaban una recesión del 20% o más. Hoy, con mejor información disponible, podemos aseverar que eso no será así y que nuestro decrecimiento, como menciona el MEF, fluctuará en alrededor del 12%. Cifra lamentable aún, pero lejana del 30% de caída del segundo trimestre. Los precios de los metales, una buena campaña de pesca y el éxito de nuestra agroexportación evitarán una desaceleración más cruenta. Además, para el 2021, la recuperación se apoyará por el impacto de la reapertura de la economía y la ejecutoria parcial de proyectos emblemáticos paralizados. Esto, más nuestros fundamentos, permitirá que el próximo año nuestro crecimiento, estimado en un rango de 6,5% a 10,5%, vuelva a ser el líder de la región, según el FMI, Banco Mundial y Cepal. No es cierto que estamos liquidados.

Segundo, no hay duda de las limitaciones, errores e ineficiencias mostradas en la actual gestión gubernamental. La contracción esperada para el Perú pudo ser bastante menor de haberse actuado proactivamente y sin vacilaciones. No obstante, muchos desconocen el fuerte decrecimiento que también mostrarán economías como Reino Unido, Italia, España y Francia, de no menos de 12% en promedio. En estos casos, ni su mejor infraestructura sanitaria y operativa, ni la ausencia de mercados informales, ni la presencia de programas de compensación fiscal y monetario, pudieron evitar un colapso similar al nuestro. Esto muestra que la resiliencia de nuestra economía aún opera pese a los errores internos. Negar el tremendo impacto global del COVID-19 es demagógico.

Tercero, se insinuó la presencia de déficits fiscales inmanejables y niveles de nuevo endeudamiento público que pondrían en riesgo nuestra clasificación de riesgo soberano y llevarían al encarecimiento y restricciones del financiamiento internacional. Aclaremos este tema también. Si nuestra deuda pública creciera 10 p.p. en el 2020, eso nos llevaría a un nivel cercano al 37% del PBI. El FMI estima que en Brasil, México y Colombia la deuda pública alcanzará un promedio del 70% de su PBI, casi el doble de lo que mostrará el Perú tras el COVID-19. Pese al deterioro de nuestras cuentas fiscales, la posición ventajosa del Perú se mantendrá holgadamente, y nuestra deuda continuará siendo mayoritariamente contratada a tasa fija, a largo plazo y cifrada en soles. Cuidado, no alarmemos indebidamente al país.

Independientemente de las secuelas propias de nuestras limitaciones estructurales, el mundo opina que el Perú se recuperará de manera destacada en el 2021. En contraste, acá vendemos el apocalipsis. Entre peruanos nos autoliquidamos y nos hacemos la guerra. Increíble. Pese a ello, debemos prepararnos para un escenario que demandará muchos retos, pero que no dejará de ser prometedor. Es cierto que el reciente MMM no es el ideal del análisis de nuestra coyuntura, pero sus cifras se acercarán a la realidad en el 2020-21. No debe olvidarse que ser pesimista, como lo vienen siendo un segmento de analistas, no siempre es ser realista; a veces ese es el camino más cercano al fracaso y distorsiona las expectativas de nuestro empresariado.


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