AUGUSTO TOWNSEND KLINGE
La última campaña publicitaria de la marca deportiva Everlast ha causado sensación en las redes sociales. A dos días de su publicación en You Tube, el spot denominado “El Guantazo de Natalia Málaga”, que busca “contrarrestar la agresión verbal que sufren las mujeres que están al volante” (¿y qué de las peatonas?), tiene más de 300.000 visitas.
Innumerables internautas han celebrado que Natalia Málaga haga justicia por cuenta propia con quienes maltratan a las mujeres en las calles de Lima (el spot parece sugerir que solo los hombres son agresores). El comercial toca una fibra sensible, porque el abuso verbal es descarado, aunque no necesariamente un padecimiento exclusivo de las mujeres y asestado únicamente por hombres. Todos sufrimos el caótico tránsito de Lima, y por tanto nos vendría bien un “Guantazo” como el del spot para tomar represalias contra quienes conducen –o interactúan mientras lo hacen- como bestias.
Pero, más allá del entusiasmo que ha generado, si analizamos más a profundidad el spot aparecen algunas cosas más bien cuestionables. Antes de explicar los desaciertos del comercial, quisiera dejar en claro dos cosas. Lo primero es que no se me ocurre mejor tema para una campaña publicitaria institucional que la lucha contra la misoginia o la discriminación de cualquier tipo, sobre todo en un país como el Perú. Quienes siguen mis columnas en Día_1 o mis posts en Facebook o Twitter saben del especial interés que tengo por discutirlos, sobre todo en cuanto aplican al sector empresarial.
Lo segundo que quiero confesar es mi admiración por Natalia Málaga, heroína deportiva nacional, quien se merece todo mi respeto por haber llevado a nuestra selección de vóley femenino, categoría menores, al cuarto lugar en el último mundial. Mis comentarios en este post aluden específicamente a los excesos del comercial, más que a los excesos que pueda tener Natalia Málaga como entrenadora (que son materia de otra discusión).
Empecemos entonces por el primer desacierto: el mensaje que transmite el spot. ¿Acaso está sugiriéndonos Everlast que la mejor forma de luchar contra la agresión a las mujeres es convirtiéndolas a estas en agresoras? Muchas mujeres que han visto el comercial, y que se sienten por lo general indefensas en las calles, piensan que la fortaleza de Natalia Málaga las reivindica a todas ante los agravios. Creen que si pudieran responder siempre como Natalia Málaga, entonces no serían agredidas. Nada me gustaría más que así fuera. Pero tratemos de mirar qué es lo que el comercial les está diciendo, no a las mujeres, sino a los hombres: “Ten cuidado cuando agredas a una mujer porque podría ser Natalia Málaga”. ¿Y si no lo es? ¿Y si es una mujer que claramente se percibe como indefensa?
No debe sorprender, dada el nivel de malcriadez que enfrentan a diario, que para muchas mujeres la solución al maltrato sea la retribución del daño, una suerte de “ojo por ojo, diente por diente” que les permita defenderse de igual a igual, como creen que lo hace en este caso Natalia Málaga. Así me lo han hecho entender varias colegas que son víctimas frecuentes de esa violencia, y no puedo más que respetar sus motivos.
Pero, a la vez, me parece que el comercial desvía la atención del agresor principal y da a entender –equivocadamente, en mi opinión- que si una mujer está en capacidad de responder a un insulto, entonces todo se vuelve aceptable porque la cancha está nivelada para ambos agresores. Es decir, insúltense todos y confiemos en que mujeres como Natalia Málaga tengan la última palabra.
En una campaña publicitaria contra el maltrato a la mujer, la condena contra la agresión masculina no solo debería ser enérgica, sino que en ningún caso debería estar condicionada a la capacidad de respuesta de las mujeres. No porque algunas puedan defenderse deja de ser aquella agresión completamente inadmisible con todas. Everlast debería tenerlo así de claro y transmitírselo sobre todo a sus clientes hombres.
Un segundo aspecto que me extraña del comercial es el tipo de humor que se utiliza. El spot busca deliberadamente ser gracioso, pero apela al facilismo del insulto gratuito (“Oe, sácame esa música de mierda”, dice Natalia Málaga apenas aparece; dicho sea de paso, la frase más celebrada entre muchos hombres que viralizaron el video). Los diálogos son sosos y las interacciones son claramente impostadas. No parece real. El humor que se utiliza está pensado en hacer reír, sobre todo, a público masculino y termina siendo hasta sexista.
Nótese que los agresores no están puestos allí para que indignen, sino para que den risa. ¿Ese grupo de mecánicas con tremendos escotes que pone a punto el “Guantazo”, no es digno acaso de los comerciales de cerveza más machistas? Los hombres tenemos una pésima costumbre: nos burlamos cuando vemos a otro hombre siendo maltratado por una mujer, como si eso lo hiciera indigno de su masculinidad. Otro código machista que explota este comercial para hacer reír… a los hombres.
Hay otros temas más triviales que fallan en el spot. Natalia Málaga está promocionando un deporte que no es el suyo (presumo que Kina Malpartida no fue una opción porque hace poco le retiraron el brevete por incumplir las reglas de tránsito). La marca comercializa guantes de box y otros artículos –irónicamente- para deportes de pelea, pero el “Guantazo” se ve tan enclenque que parece que en cualquier momento se fuera a destartalar (dicho sea de paso, ¿no es un riesgo público manejar un vehículo así? ¿Habrán tenido autorización para hacerlo?). A juzgar por lo que dice la gente que comparte el video, la marca Everlast parece haber quedado invisibilizada por la del “Guantazo” (algo así como lo que ocurrió con aquel comercial recordado como “Yungay” ¿de qué marca era?).
He conversado con algunos especialistas en publicidad sobre este spot y me han dicho que este cumplió su cometido porque todos están hablando de él. Algo así como: el sensacionalismo valida cualquier mensaje. Es decir, una marca de artículos para deportes de pelea que le dice a su público que para combatir la violencia, hay que incitarla más. Que está bien responder a la violencia con más violencia. Habría que preguntarse: ¿qué hace la marca por las mujeres que ya la sufrieron? ¿Les vende guantes de box?
Bien por Everlast o por cualquier marca que decida apoyar a través de su publicidad la lucha contra el maltrato a las mujeres. Pero los creativos publicitarios tienen la responsabilidad de ser más cuidadosos con los mensajes que transmiten. Y harían bien en mantener a raya el machismo en sus comerciales, sobre todo cuando están lanzando una campaña para luchar contra él.