"En ese largo camino hacia un Perú más justo, la estabilidad macroeconómica es absolutamente necesaria", expresan los especialistas. (Ilustración: Raúl Rodríguez)
"En ese largo camino hacia un Perú más justo, la estabilidad macroeconómica es absolutamente necesaria", expresan los especialistas. (Ilustración: Raúl Rodríguez)
Oswaldo MolinaDiego Winkelried

Estos tiempos convulsos de pandemia nos han enseñado a valorar aquello que dábamos por sentado, como la salud. Algo similar ocurre con la que actualmente tenemos y que, ante planteamientos populistas, podría encontrarse en riesgo.

Aunque ya nos hemos acostumbrado a una baja y estable, la estabilidad macroeconómica de las últimas décadas no debe ser, de ningún modo, descuidada. Por el contrario, hemos de valorar en su exacta dimensión este logro de nuestro país y así comprender que constituye un requisito indispensable para construir un mejor país para todos los peruanos.

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Ahora bien, cabe preguntarse cuán singular es esta estabilidad en nuestra historia. En el gráfico adjunto se presenta información histórica de manera resumida. En el eje vertical (de abajo hacia arriba) se muestra la tasa de crecimiento del PBI real, que puede tomar valores negativos (cuando la economía decrece) hasta valores cercanos a 8%. En el eje horizontal (de izquierda a derecha), se encuentra el valor de la inflación, desde valores cercanos a cero hasta cifras hiperinflacionarias. El gráfico se divide en cuatro cuadrantes, siendo el cuadrante A uno deseable de baja inflación y alto crecimiento, y el cuadrante D uno pernicioso de bajo crecimiento y alta inflación.

En el gráfico se incluye información desde 1945 y se identifican algunas etapas y transiciones: la economía se encuentra inicialmente en una situación de alto crecimiento y alta inflación que va desde mediados de la década de 1940 hasta fines de la década de 1960. Ya en la década de 1970 se percibe el inicio de la dinámica de crisis de inflación creciente y crecimiento decreciente, hasta llegar al descalabro económico que recordamos durante los años ochenta.

La década de 1990 es un período de transición hacia los últimos 20 años, que nos sitúan en un equilibrio de alto crecimiento y baja inflación. Así, es particularmente llamativo que vivimos en el único período en estos 75 años en que la economía peruana se ha mantenido sostenidamente en el anhelado primer cuadrante.

Crecimiento e inflación. (Infografía: Raúl Rodríguez)
Crecimiento e inflación. (Infografía: Raúl Rodríguez)

MARCO INSTITUCIONAL

Para entender qué está detrás de este período de alto crecimiento y baja inflación, es importante notar que, en las últimas tres décadas, el Perú ha creado y consolidado un marco institucional bastante propicio justamente para la estabilidad macroeconómica.

En primer lugar, la independencia del permitió disminuir la inflación durante la década de 1990 y, posteriormente mediante el establecimiento de un esquema de metas de inflación en el 2002, devolver la confianza en nuestra moneda, que se había perdido debido a los episodios hiperinflacionarios de la década de 1980.

Asimismo, la Ley de Prudencia y Transparencia Fiscal de 1999 institucionalizó el manejo responsable y predecible de la política fiscal, que luego permitió que el Perú obtuviera un grado de inversión y colocara deuda soberana en mercados internacionales a tasas y plazos impensables décadas atrás.

Usualmente surge la pregunta: ¿cuán importante ha sido el conveniente panorama externo que acompañó buena parte de estos años para explicar el buen desempeño de nuestra economía? Sin duda las condiciones externas ayudan, pero la evolución favorable de nuestra economía no puede entenderse sin el marco institucional descrito.

Para darnos una idea, el promedio de los términos de intercambio (el precio de las exportaciones dividido por el precio de las importaciones, una medida de cuán favorable son las condiciones externas) de los últimos 15 años es similar, incluso menor, al promedio en la década de 1970, con resultados evidentemente muy diferentes. Sin la estabilidad macroeconómica propiciada por este marco institucional, no se pueden aprovechar las oportunidades de bonanza que eventualmente brinda el ámbito externo.

El equilibrio macroeconómico, además, se ha traducido en mejoras concretas en el bienestar de la mayoría de los peruanos. Aunque aún quede mucho camino por recorrer, diversas cifras muestran el importante impacto que este período de estabilidad ha tenido en la vida de los peruanos. Basta con señalar que en estas décadas se observa una notable reducción de la pobreza (que pasó de 59% en el 2004 a 20% en el 2019) y de mejora en diversos indicadores sociales (por ejemplo, la población con al menos una necesidad básica insatisfecha en las zonas rurales se redujo en 19 puntos porcentuales entre el 2009 y el 2019).

Según el Foro Económico Mundial, la prosperidad de los países se relaciona con la capacidad de usar sus recursos disponibles de la mejor manera posible. Entre la lista de factores que impulsan esta capacidad encontramos algunos obvios como el desarrollo de la infraestructura, el nivel educativo de la población o la adopción de nuevas tecnologías. Pero también la estabilidad macroeconómica es uno de estos factores.

Es cierto que la estabilidad macroeconómica per se no garantiza el desarrollo: a pesar de nuestras fortalezas macroeconómicas, no podríamos ser una sociedad próspera sin, por ejemplo, mejorar la calidad de la educación pública. Sin embargo, en ese largo camino hacia un Perú más justo, la estabilidad macroeconómica es absolutamente necesaria. Y es que, sin ella, no podemos aspirar a avanzar en el trayecto hacia el desarrollo.

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