En la posición 11 se ubica el Perú. Según el Índice de Mujeres Emprendedoras de Mastercard (MIWE), el 28,3% de mujeres son dueñas de todos los emprendimientos en el país. A nivel regional, el Perú superó a países como Argentina y Brasil. (Foto: El Comercio)
En la posición 11 se ubica el Perú. Según el Índice de Mujeres Emprendedoras de Mastercard (MIWE), el 28,3% de mujeres son dueñas de todos los emprendimientos en el país. A nivel regional, el Perú superó a países como Argentina y Brasil. (Foto: El Comercio)
Redacción Economía

GDA El Tiempo - Colombia/Por Claudia Sandoval-Gómez). De acuerdo con un estudio reciente de las universidades de Babson y Wellesley, apenas 3%  del capital destinado al emprendimiento en Estados Unidos se dirige a empresas dirigidas por mujeres. La situación aún no es mucho mejor en América Latina, dice Susana García-Robles, Jefa de Unidad de Operaciones Financieras y Coordinadora de Género del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), el laboratorio de innovación del Grupo BID.

La experta en inversión en América Latina y el Caribe ha visto cómo la desigualdad de género sigue impactando la evolución del emprendimiento en la región, aunque las cosas, en su opinión, están cambiando, principalmente gracias a las aceleradoras y a iniciativas como WeXchange, que el mismo FOMIN organiza.

La clave para las mujeres emprendedoras, según García-Robles, es tener una buena red de contactos, tema en el que, agrega, los hombres siguen ganando. Justamente ese es el objetivo del foro anual de WeXchange, cuya sexta edición se llevará a cabo el 6 y 7 de noviembre en Lima, Perú: ofrecer a las emprendedoras de alto impacto la oportunidad de entrar en contacto con inversionistas y mentores a través de talleres de capacitaciones, charlas inspiradoras, sesiones de mentoría, un 'Pitch Competition', al estilo de Shark Tank, y mucho networking.

Esto es lo que García-Robles cuenta sobre el panorama del emprendimiento femenino en la región, particularmente en STEM, como se conoce en inglés a los proyectos que involucran las disciplinas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Se podría pensar que la distribución de la inversión en emprendimiento es tan desproporcionada o incluso más en América Latina que en EE.UU. ¿Cómo ve la situación?
Lo que vemos en América Latina por supuesto que está totalmente desproporcionado, la mayoría del dinero va a los emprendedores. ¿Por qué? porque durante la burbuja de internet hubo mucho emprendimiento en América Latina con éxito, especialmente en Argentina, pero todos eran fundados por hombres. Aunque las cosas están cambiando, la realidad es que la mayoría de esos emprendedores hicieron dinero, vendieron la compañía, volvieron a emprender, y ahora son inversores ángeles, o gerentes de fondos. También la desproporción de inversión viene con el tema de tecnología.Según el estudio del FOMIN “WeGrow” (2014) que compara las oportunidades y desafíos de emprendedoras y emprendedores de la región, el 40 por ciento de los hombres tenía sus actividades en el sector de tecnologías, en relación a sólo un 6 por ciento de las mujeres. Eso, de nuevo, está cambiando.

Usted ha hablado del efecto “mini me”, en el sentido de que los inversionistas masculinos se sienten más cómodos escuchando propuestas de hombres porque las mujeres son diferentes a la hora de plantearlas.

Nuestro lenguaje corporal es diferente. Una cosa que he visto mucho es que, si la propuesta se hace en un idioma extranjero, la mujer se cohíbe si comete un error gramático. El hombre se fija menos. Al final, al inversor no le importa, lo que le importa es el modelo del negocio y las perspectivas de crecimiento.

¿También hay diferencia de género en cómo los inversionistas escuchan las propuestas de los emprendedores?
Sí, y esto está respaldado por un estudio que hizo una doctoranda de la Universidad de Columbia. A los emprendedores varones les preguntan sobre crecimiento, a las emprendedoras sobre cómo van a aminorar el riesgo. Ven las propuestas con dos prismas muy diferentes. A la mujer se le identifica con el riesgo y al hombre con la oportunidad exponencial.

¿Y cómo se podría evitar eso?
Las emprendedoras tienen que tomar consciencia de la existencia de este sesgo y tienen que aprender y practicar cómo responder con argumentos ‘de promoción’ ante una pregunta ‘de prevención’. Y claro, también es importante trabajar a nivel de inversores, hombres y mujeres, para que se desapeguen de este tipo de sesgos que nacen sobre estereotipos de géneros.

¿Qué debe hacer una emprendedora para conseguir la codiciada cita con el inversionista?
Lo que tiene que tener realmente es una muy buena red de contactos. Los hombres que van a estudiar o a trabajar al extranjero (que siguen siendo más que las mujeres), vuelven a sus países con una red de contactos de profesores, compañeros y colegas. Las mujeres suelen tener redes de contactos de gente conocida, familiares y amigos, menos profesionales. Lo que está cambiando el juego es la entrada de las aceleradoras, que están aumentando las oportunidades para que buenas empresas con fundadoras mujeres tengan acceso a inversores y mentoría de calidad.

¿Y cuando ya tiene la cita?
Los desafíos son los mismos que los hombres, o de cualquier startup: hay que transmitirle confianza de que el proyecto va a ser rentable y escalable, y que el equipo cuenta con las capacidades para hacer una muy buena ejecución.

¿Hay diferencia entre los inversionistas de Silicon Valley y América Latina?
Absolutamente. Los inversores de Silicon Valley han entendido algo que los inversionistas de América Latina quizás todavía no han entendido del todo: un inversor ángel para ser exitoso, no puede invertir en dos compañías por año. Te puedo asegurar que así va a perder todo su dinero. Este juego es un juego de adquirir una masa crítica. Lo que es muy importante es entender cuál es, como inversor ángel, tu cifra cero estrés, es decir, cuánto capital disponible al año puedes perder sin problema si te va mal en todas las inversiones. Debe ser una cifra con la que te sientas cómodo y puedas apostar para conseguir una masa crítica. Al final, para ganar, hay que animarse a asumir riesgos.

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