Un hombre gana, en promedio e igualdad de características y condiciones, un 25% más que la mujer. (Foto: iStock/Ryzhi)
Un hombre gana, en promedio e igualdad de características y condiciones, un 25% más que la mujer. (Foto: iStock/Ryzhi)
María A. Cruz Saco, Leda M. Pérez y Arlette Beltrán

Hoy, que conmemoramos el día internacional de la mujer, rendimos homenaje a todas las mujeres peruanas, cuya contribución en cada asociación, hogar, colectivo o empresa, permite y coadyuva al sostenimiento y a la reproducción de la vida pública, de la sociedad y de la familia. Pese a ello, la erradicación de estereotipos y mitos que elevan su vulnerabilidad exponencialmente sigue siendo una tarea pendiente. En nuestro estudio , Arlette Beltrán, Leda M. Pérez y la suscrita evaluamos los retos que enfrenta la mujer peruana, los mismos que se acentúan durante su vejez.

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A pesar que el porcentaje de mujeres con educación superior es actualmente mayor al de los hombres, la evidencia muestra que los hombres tienen una mayor participación en el mercado laboral (25%) y un salario más elevado. Así, un hombre gana, en promedio e igualdad de características y condiciones, un 25% más que la mujer. Esta brecha salarial es aún mayor en el caso de trabajadoras independientes (35%) y de trabajadoras con educación secundaria o inferior (32%).

Las inequidades responden, en parte, a los desequilibrios existentes en la distribución de labores dentro y fuera del hogar. El trabajo no remunerado de las mujeres es 2.5 veces superior al de los hombres.

Es así que ellas escogen trabajos fuera del hogar que son más flexibles, peor remunerados y en condiciones laborales muy desventajosas. Y, finalmente, las mujeres dedican casi 10 horas a la semana más que los hombres en labores remuneradas y no remuneradas, lo que les resta tiempo para dedicarlo al descanso, esparcimiento u ocuparse en alguna actividad educativa o de su propio interés.

La brecha salarial también se debe a la segregación y discriminación laboral que motivan el auto-empleo de las mujeres en una diversidad de actividades y servicios mal valorados y remunerados, y en la organización y gestión de sus propias microempresas informales.

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Durante la vejez, la brecha económica de género se agudiza. El 70% de las adultas mayores carece de una pensión contributiva y solo el 10% recibe Pensión65 — la pensión social para los adultos mayores extremadamente pobres. Cuando las adultas mayores reciben pensiones contributivas, estas son relativamente más bajas.

Ello debido a que su participación en el mercado laboral formal fue más fluctuante — probablemente por las licencias de maternidad y aquellas vinculadas con el cuidado de la familia — y a que ganaron proporcionalmente menos que los hombres. Aunque reportan mayor morbilidad y enfermedad crónica, las mujeres viven en promedio unos cuatro años más que los hombres (al año 2018) y lo hacen con mayor inseguridad financiera.

La agenda de desarrollo sostenible y las acciones para eliminar la inequidad de género tienen el propósito de reducir las vulnerabilidades y garantizar los derechos humanos de todas las personas. Esta inequidad es palpablemente visible entre la población de menores ingresos, urbano marginales y rurales, entre minorías étnicas, entre personas con discapacidades, entre las personas mayores y, claramente, entre la mayor parte de las mujeres peruanas.

Ha llegado el momento de construir activamente instituciones inclusivas sobre la base de la legislación existente a nivel nacional e internacional, revertir patrones culturales dominados por estructuras patriarcales y apoyar los derechos fundamentales de las niñas, las adolescentes, las jóvenes, las adultas y las adultas mayores.

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