(Foto: Difusión)
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Redacción EC

Informe de El Comercio-IPE. En febrero la anualizada en Lima Metropolitana cerró en 1,18%, con lo que acumula cinco meses por debajo del 2%, pero aún dentro del rango meta del (entre 1% y 3% anualizado).

Aunque usualmente se suele asociar riesgos negativos a una inflación elevada, cuando es persistentemente baja también puede acarrear problemas. Para el caso peruano, sin embargo, se espera que esta inflación baja sea transitoria. Los estimados apuntan a que, luego de que alcance su mínimo en marzo, la tendencia se revertiría y cerraría el año muy cercano al punto medio del rango meta del BCR de 2%.

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la caída de la inflación solo es motivo de preocupación cuando la tendencia es persistente. En este caso, se produce un cambio en las perspectivas futuras de las empresas y hogares. Los agentes económicos se vuelven más reacios a gastar, en particular en bienes duraderos, pues creen que los gastos pueden ser pospuestos dado que los precios no subirán. 

Así, el consumo y la inversión serían aplazados, lo cual tiene un impacto negativo sobre el crecimiento del producto que, a su vez, genera nuevas presiones deflacionarias. Esto último significa una consistente caída generalizada y prolongada de precios.

Asimismo, los efectos perniciosos de una inflación demasiado baja se agravan cuando existe una deuda elevada. Ante una inflación moderada, el costo del crédito se diluye en el tiempo debido a que se encuentra expresado en términos nominales. En cambio, cuando la inflación es baja, este efecto no ocurre, sino que se mantiene el costo real de la deuda y las personas optan por disminuir su consumo.

JAPÓN Y DEFLACIÓN 

El caso de es uno de los más estudiados sobre los efectos negativos de una inflación persistentemente baja. 

Durante los últimos 20 años, una de las principales causas del débil crecimiento japonés ha sido su nivel de precios, que durante prolongados lapsos de tiempo tuvo una evolución a la baja. Entre los años 1995 y 2017, la inflación acumulada en Japón fue solo 2,5%, mientras que en Alemania y EE.UU. fue de 33% y 51%, respectivamente.

Los prolongados períodos de han tenido severas consecuencias. Por una parte, según un estudio del Banco Central de Japón (BoJ) del 2011, durante las dos últimas décadas se han registrado incrementos salariales mínimos que se han traducido en bajos niveles de consumo y han incentivado aun más el comportamiento ahorrativo de los japoneses. En ese sentido, un reporte de la Oficina de Estadística de Japón indica que los jóvenes cada vez tienen menos intenciones de compra de viviendas y vehículos. En general, los japoneses más jóvenes –que han vivido buena parte de su vida bajo deflación– son más adversos al riesgo, lo cual afecta negativamente el emprendimiento y la innovación, según un estudio de la Universidad de Tokio.

Por otra parte, el BoJ habría perdido cierto nivel de credibilidad acerca de la efectividad de sus políticas. Al respecto, en julio de 2017, el BoJ aplazó su meta para lograr que la inflación se sitúe en el rango meta por sexta vez desde el año 2013. Además, dado que el gobierno nipón emprendió un plan agresivo de inversión pública para generar mayor crecimiento e inflación financiado a través de deuda pública, al cierre del 2017 Japón es la economía más endeudada (250% del PBI).

INFLACIÓN EN EL PERÚ

En el , el escenario dista significativamente del japonés. La reducción de la inflación acumula solo dos trimestres y se debe a la reversión de choques temporales de oferta, mientras que, en el caso japonés, la inflación fue persistentemente baja por dos décadas. El déficit hídrico de fines del 2016 y El Niño costero a inicios del 2017 perjudicó la producción de bienes agrícolas, lo cual ocasionó escasez y elevó sus precios. Como resultado de la reversión de estos choques temporales, en febrero último la inflación interanual de alimentos y bebidas se encuentra en terreno negativo por primera vez luego de más de diez años.

Por otro lado, la inflación sin alimentos y energía, que aproxima la tendencia de los precios sin considerar los choques de oferta, se encuentra alrededor del centro del rango meta. Luego de alcanzar un máximo de 3,79% en febrero del 2016, este indicador se ha desacelerado consistentemente y entre enero y febrero de 2018 se ha mantenido en 1,97%. 

Esta trayectoria a la baja responde a una brecha de producto negativa de la economía peruana, lo cual indica que el crecimiento del PBI es menor a su potencial. No obstante, debido a la posición expansiva de la política monetaria y al estímulo fiscal proyectado para el 2018 (el MEF proyecta un crecimiento de la inversión pública de 17,5% este año), se espera que la brecha de producto se acorte, por lo tanto, la inflación sin alimentos y energía se estabilice alrededor del centro del rango meta.

Además, aun cuando las expectativas de inflación continúan disminuyendo, estas se mantienen ancladas dentro del rango meta, lo cual indicaría que los hogares y las empresas han interiorizado la reversión del alza temporal de los precios de alimentos. En este contexto, el IPE anticipa que en marzo la inflación alcance su mínimo y se ubique por debajo del rango meta. En esa línea, según Paul Castillo, gerente de Política Monetaria del BCR, se espera que, una vez que se disipen estos efectos base, a partir de abril la inflación a 12 meses se ubique gradualmente cerca de 2%.

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