"La pericia de la gestión pública ha tenido un comportamiento cíclico entre enero del 2016 y diciembre del 2021, y ha sobrevivido a cada uno de los embates de los últimos años", indica Anastacio. (Foto: GEC)
"La pericia de la gestión pública ha tenido un comportamiento cíclico entre enero del 2016 y diciembre del 2021, y ha sobrevivido a cada uno de los embates de los últimos años", indica Anastacio. (Foto: GEC)
Yuliño Anastacio

El Perú culmina el año de su bicentenario sumido en una de sus peores crisis políticas. Pero la crisis política que incluye los US$20 mil hallados en el baño de Palacio de Gobierno y se agudiza por las atenciones secretas en la casa de Breña no ha sido la única que el Perú ha tenido que enfrentar. En los últimos seis años, nuestro país ha tenido 10 grandes crisis políticas, escándalos que trastocaron al nivel más alto de nuestra esfera política y que hicieron tambalear a nuestra economía, hasta el punto de generar la sensación de que la no ha dejado de ser un velero a la deriva en un mar muy movido.

Lo más importante de estas situaciones es que nos enseñan que, para lograr el crecimiento y el desarrollo económico de nuestro país, hay tres aspectos clave. En primer lugar, se encuentra la calidad de la gestión pública.

MIRA: Francke: “Estamos convencidos de que el conjunto de facultades que hemos pedido son correctas”

En el gráfico 1 se observa que la pericia de la gestión pública ha tenido un comportamiento cíclico entre enero del 2016 y diciembre del 2021, y ha sobrevivido, aunque a duras penas, a cada uno de los embates de los últimos años. El mejor momento de la gestión pública peruana se da en el primer semestre del 2016 y del 2020, es decir, durante las administraciones de Humala y Vizcarra, respectivamente. En ambos periodos, el Perú tuvo como ministros a gestores públicos que tenían, en promedio, 8.6 años de educación profesional y 7 años de experiencia en el sector público, la ponderación más alta de los últimos 6 años.

Este mismo gráfico también muestra la peor cara de la gestión pública, que se da antes de la renuncia de Kuczynski (enero-marzo del 2018) y en el actual gabinete de Pedro Castillo. Para ser ministro de cualquier cartera en ambos períodos era suficiente haber acumulado, en promedio, 6.7 años de educación y 3.6 años de experiencia en el sector público.

Un grave error que suelen cometer los países pobres, y al parecer el Perú de Castillo no es la excepción, es que subestiman la importancia de la calidad de los pilotos de su economía al no colocar a sus mejores cuadros en la gestión pública. Con perfiles novatos y poco técnicos, nuestra economía va directo a la tormenta.

En segundo lugar, dado que el Perú es una economía pequeña y abierta al mundo, las condiciones internacionales importan. No podemos darnos el lujo de desaprovechar esas oportunidades de buena suerte como ha sucedido en los últimos 6 años. Por ejemplo, entre el 2017 y el 2019, los gobiernos de Kuczynski y Vizcarra no fueron capaces de aprovechar el crecimiento de los precios de los minerales de casi 40%. La historia se repite con Castillo, cuya gestión registra un crecimiento de 25% en los precios de los minerales. Estos vientos a favor no se han reflejado en un mayor crecimiento de nuestro PBI, cuyo desempeño se ha estancado en tasas bajas, alrededor de 3%.

En tercer lugar, el último aspecto clave para nuestro desarrollo, y que el presidente Castillo y compañía no tienen claro –pero sí el ex ministro de la Producción, Piero Ghezi–, es el modelo de desarrollo. El rasgo principal del mismo debe ser su incesante hambre por fortalecer las capacidades del Estado, para que así, con el tiempo, nuestro Estado pueda proveer servicios públicos de calidad. Ya no es una opción un Estado pasivo e insuficiente como el de las últimas tres décadas. Necesitamos llevar esa semilla de mejora institucional macroeconómica hacia el resto de brazos del Estado, incluyendo al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS), que todavía tienen muchas capacidades por fortalecer, como por ejemplo, las vinculadas a la inversión pública y a nuestro sistema de pensiones. Este modelo de desarrollo tiene que ser dinámico y flexible y, en lo absoluto no debe excluir al mercado o al Estado. Más bien, debe explotar lo mejor de ambos, lo que incluye la capacidad de generar regulación, innovación,  disciplina, entre otros.  Sin lugar a dudas, estos seis años de crisis política nos enseñan que si, seguimos postergando nuestros problemas estructurales y no ordenamos la casa, ni siquiera un Banco Central de primer nivel como el que tenemos nos salvará.

TE PUEDE INTERESAR



Contenido sugerido

Contenido GEC