(Foto: El Comercio)
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Redacción EC

La aceleración en el crecimiento de la es una realidad y el principal causante es el dinamismo de la economía global. Este está generando buenos precios de metales, una mayor demanda por nuestras exportaciones y liquidez abundante, la que mantiene bajos nuestros costos de financiamiento de largo plazo. A esto se ha sumado que, durante los últimos meses, se han reactivado la inversión privada y el empleo formal, luego de un largo período de caída o muy bajo crecimiento. Esta es una excelente noticia.

El sector minero, en particular, nos está regalando nuevamente un ciclo económico expansivo. Este sector no solo explica buena parte del crecimiento actual de las exportaciones y de la entrada de dólares a la economía, sino también de la reactivación de la recaudación tributaria, de la inversión privada y de la demanda por bienes y servicios vinculados a esta. El sector agroexportador también está aportando muchísimo, con un crecimiento de 20% en el volumen de sus exportaciones y con uno de más de 30% en su creación de empleo formal.  

En este contexto, tenemos dos opciones. La primera es poner el piloto automático y disfrutar de la vista. Sin que el gobierno haga mucho, durante los próximos trimestres probablemente veamos más creación de empleo, más recaudación, más inversión y un respetable crecimiento de la economía. Pero atribuirnos esos goles en materia económica sería engañarnos y un grave error. La segunda opción, menos tentadora, es aprovechar el momento favorable para empujar con ambición aquellas medidas que nos permitan sostener buenas tasas de crecimiento económico, luego de que se agote el actual ciclo expansivo. 

Los últimos años no han sido buenos en términos de crecimiento económico, no solo porque el entorno externo nos jugaba en contra, sino también porque retrocedimos en algunos fundamentos claves para nuestro desarrollo de largo plazo. El porcentaje de niños con anemia, la tasa de pobreza, informalidad laboral, la corrupción y las trabas burocráticas aumentaron o dejaron de bajar. La productividad de la economía, el retorno al capital invertido en las empresas grandes y los salarios reales cayeron o se estancaron. Además, una serie de megaproyectos mineros y de infraestructura se estancaron. Esto es una muestra de que en materia de competitividad y de buenas políticas de largo plazo, el piloto automático no basta. No hacer nada es retroceder. 

Pero adicionalmente, el piloto automático sería una política miope y riesgosa. Los ciclos económicos son temporales y este también lo es. El buen momento que vivimos ahora se apoya en motores que se irán apagando. La tasa de interés real del BCR está en niveles muy bajos y eventualmente deberá subir, el déficit fiscal está en niveles altos y eventualmente el Gobierno deberá reducir el crecimiento del gasto público, y lo mismo ocurre a escala global. El retiro de los estímulos monetarios y fiscales en las principales economías del mundo aseguran una moderación en su crecimiento para los próximos años. Esto sin considerar el riesgo de que la guerra comercial entre EE.UU. y sus principales socios comerciales escale, fenómeno que ya ha generado un fuerte impacto en los países emergentes sin buenos fundamentos.

El piloto automático no basta. Aprovechemos los vientos a favor para ordenar la casa y para atender con ambición las reformas que reanimen la productividad de nuestra economía. Solo así creceremos sostenidamente y pasaremos a la segunda ronda en el mundial de la competitividad.

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