(Foto: AFP)
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Redacción EC

¿Qué es lo mejor que podemos hacer por nuestra gente? Esperar lo mejor de ellos y darles una visión muy positiva de sí mismos, incluso una tanto mejor de la que ellos nunca se atrevieron a soñar. Como líderes/coaches/padres nos toca ver a los nuestros siempre como merecedores de un 20. Y, mejor aun si les ponemos ese 20 por delante.

Este concepto de poner un 20 por delante lo escuché hace años de Ben Zander, autor de un libro al que regreso siempre: “El arte de las posibilidades”. Aprendí a aplicarlo y lo hago cada vez que puedo. Y doy fe de que cuando a mi equipo en la oficina, a mis hijos, a mis asesorados, incluso a proveedores, amigos o seres queridos les dejo saber claramente que confío en ellos y que a priori asumo que trabajarán o se comportarán bien –que se merecerán una A– ellos invariablemente lo hacen, muchas veces incluso sorprendiéndose a sí mismos.

Lo genial del concepto es dejarles saber de nuestra aprobación, nuestra confianza, nuestra fe en ellos antes de empezar una tarea, un encargo, una misión. Dejamos así que ellos sepan, crean e interioricen que esperamos lo mejor de ellos. Ese acto de fe crea una profecía autocumplida, pues motiva el esfuerzo por llenar esa imagen mejorada y más grande de ellos mismos que hemos sembrado en sus mentes.

Lo contrario –que es más común– es castrador, limitante, demoledor. Cuando la gente importante de nuestras vidas nos desvaloriza, nos quita su fe o aprobación, no nos acepta o, peor aun, nos maltrata u ofende, tendemos a perder nuestra autoconfianza (o nos lleva a la rebeldía). Imagine a un padre que le repite constantemente a su hijo que no sirve, que no sabe, que no puede, ¿qué pasa con esa persona? Pues, no servirá, no aprenderá, no podrá. Y será profundamente infeliz.

Dar confianza, aceptación y aprobación a los nuestros es lo mejor que podemos hacer por ellos. Es lo que todos necesitamos. Necesitamos reconocimiento. Necesitamos que crean en nosotros. Necesitamos respeto. Y si sentimos que de verdad esperan lo mejor de nosotros, nos crecemos para hacer real esa posibilidad. ¡El que alguien crea en ti es muy poderoso!

Cuando damos un 20 por delante, damos un mensaje realmente impactante: regalamos esa posibilidad a quien quizá no la había aspirado o sentido posible. Esperar lo mejor del otro es un acto de confianza, de respeto y de cariño que abre las puertas a la autoconfianza y a tomar conciencia de capacidades y potencialidades. Y es que muchos tienden a esperar poco de sí mismos porque eso aprendieron de lo poco que los demás siempre esperaron de ellos. De mi experiencia, incluso aquellos que no creían en sí mismos florecen ante la fe que otro les pueda tener y comunicar.

Como bien dice Zander, el principal trabajo del líder/coach/padre es impulsar a los suyos hacia las posibilidades sin límites que tienen al frente. Ser esa vocecita que les habla bien de sí mismos, como los más fieles guardianes de su mejor visión personal. ¿Nos animamos a hacerlo?

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