(Foto: El Comercio)
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Todos están de acuerdo con este refrán, pero muy pocos lo practican. También todos están de acuerdo con el viejo eslogan “Más vale tener un seguro y no necesitarlo, que necesitar un seguro y no tenerlo”, pero igual muy pocos lo practican. Estos dichos hacen referencia al tema de la prevención y de los , que es la manera más utilizada en el mundo, para prevenir el fuerte problema económico que puede causar un inesperado siniestro a la economía familiar.

Lamentablemente el Perú es uno de los países con el índice de personas precavidas más bajo de la región. Es decir, es el que tiene uno de los menores porcentajes de seguros personales de la región. Algunos ejemplos: el porcentaje de vehículos asegurados en el Perú no llega al 25%, siendo el tráfico uno de los más caóticos del mundo. En Chile estos seguros superan el 50%. En vivienda, el porcentaje de casas que cuentan con seguro domiciliario es solo 3,3% y de estos el 90% es por obligación (hipotecadas). Esto es increíble, ya que estamos en un país sísmico. En seguros de salud, el caso es aun peor.

Después de más de 30 años en la banca, acepté una propuesta para manejar la empresa líder de seguros y salud del país. Lo hice porque me pareció un gran reto, participar en una industria con gran “upside”, debido a su baja penetración y por la transformación que tendría que enfrentar, dado el escenario digital que se iniciaba. Sin embargo, nunca me imaginé lo complicada que era, especialmente en nuestro país.

Para explicarles las complicaciones que existen, necesitaría varias páginas, pero creo que puedo darles una idea concentrándome en cuatro.

La primera es la baja demanda que existe por los seguros, por ende, el bajo volumen de asegurados. Esto se debe a la pobre cultura de prevención de la población y, en segundo lugar, porque los seguros son intangibles, lo cual hace muy difícil su venta. Claramente la prevención no tiene la prioridad debida y, obviamente, este bajo volumen hace que el seguro sea más costoso.

La segunda complicación es la venta, ya que las aseguradoras venden directamente solo entre el 10% y 15% del total de primas. El resto es vendido a través de corredores (65%) y de bancos y otras cadenas (25%). Esto, aparte de tener un costo de intermediación, hace muy difícil poder controlar y uniformizar la venta, así como la información y las promesas que se ofrecen al cliente. Sin duda que la era digital hará más simple y menos costoso este proceso.

La tercera complicación es el fraude que existe en casi todos los frentes. Este tema, se calcula que es equivalente al 10%-15% de los ingresos de las aseguradoras a nivel mundial. Esto puede existir dentro y/o fuera de la empresa, en los intermediarios, en los proveedores (clínicas, talleres, etc.) y en diversas combinaciones entre ellos. Esto genera que las aseguradoras se defiendan utilizando auditores, verificadores y cláusulas especiales en los contratos, lo cual también encarece los seguros. Felizmente la era digital va a permitir un mejor y más barato control, utilizando la tecnología cognitiva (como Watson de IBM).

La cuarta complicación son las regulaciones. La carga que tienen las empresas para cumplir con todos los requerimientos es asfixiante y, sin duda, impactan negativamente en el precio de los seguros. Hay tres supervisores que las regulan y auditan (SBS, Susalud e Indecopi) y entre ellos se cruzan y se sobreponen.

Todas estas complicaciones generan un círculo vicioso, en contra de los asegurados, siendo la de mayor impacto la falta de cultura de prevención. Esto hace que las personas estén expuestas a riesgos, que tienen un fuerte impacto en la economía de los hogares, pudiendo incluso llevarlos a la quiebra personal. Por eso es urgente que todos los actores de esta industria, aseguradoras, corredores y reguladores, hagan un esfuerzo grande para educar a la población, y así conseguir que más personas practiquen el dicho “Más vale prevenir que lamentar”.

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