"Hasta agosto pasado, solo el 5% de la matriz energética peruana provenía de fuentes renovables no convencionales". (Foto: Getty Images)
"Hasta agosto pasado, solo el 5% de la matriz energética peruana provenía de fuentes renovables no convencionales". (Foto: Getty Images)
María Rosa Villalobos

Mientras en esta parte del globo esperamos la llegada de los primeros rayos del sol, cruzando el Atlántico se preparan ya para el invierno. Uno de los países que está aprovechando cada minuto previo es Alemania, que enfrenta una emergencia energética.

Durante la primera semana de setiembre, la empresa gasífera rusa Gazprom suspendió indefinidamente el funcionamiento del gasoducto Nord Stream, que lleva gas natural a Alemania. Esto, horas después de que se impusieran límites al precio del petróleo ruso. Aunque Gazprom dijo encontrar una falla técnica durante el mantenimiento del oleoducto, el regulador de energía alemán indicó que los mencionados defectos no eran una razón técnica para detener la operación.

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Antes del anuncio de esta decisión, el oleoducto había estado paralizado tres días previos por mantenimiento. Y, hasta antes de esta para, el gasoducto operaba al 20% de su capacidad.

El gobierno alemán ha pedido más de una vez a sus ciudadanos que reduzca el consumo de energía. Y es que, en junio, se declaró el estado de emergencia para el suministro de energía de este país, lo que podría terminar en el racionamiento de gas si las reservas caen significativamente durante el invierno. Además, se prevé que los precios del gas se disparen. Por todo lo anterior, el país germano ha anunciado distintas medidas. Quizá una de las más importantes es que mantendrá dos de sus tres plantas de energía nuclear en funcionamiento más allá de diciembre, fecha en la que se esperaba su cierre. Esto último marca un cambio importante en su política energética, que durante décadas viene impulsando la transición de energías renovables.

Aunque por un conflicto geopolítico, si Alemania tiene aún un camino largo por recorrer para continuar con su plan de transición energética, países como el Perú deben poner manos a la obra más temprano que tarde. La generación y eventual (auto) abastecimiento de este tipo de energía no solamente significa que esta sea más limpia, sino también más barata. Hasta agosto pasado, solo el 5% de la matriz energética peruana provenía de fuentes renovables no convencionales. Esta cifra dista todavía de la meta que el Estado persigue: que la incorporación de éstas llegue aproximadamente al 15% en el 2030. Y, aunque mostrar apoyo con beneficios tributarios al uso de autos eléctricos es positivo, a agosto de este año, a nivel nacional solo existían 47 estaciones de recarga, y de ellas, solo 31 de acceso público. Trabajemos en un mapa de transición energética que nos permita iniciar los cambios que otros países ya transitan. Chile, por ejemplo, nos lleva más de cinco años de adelanto. Vayamos lento, pero avancemos.

María Rosa Villalobos Editora de Economía y Día 1

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