Entre 1966 y 1968 Adam West interpretó a Bruce Wayne en la colorida serie de Batman, que no fue la primera pero sí la más popular.
Entre 1966 y 1968 Adam West interpretó a Bruce Wayne en la colorida serie de Batman, que no fue la primera pero sí la más popular.
Jerónimo Pimentel

Es difícil resumir la importancia de Batman en la cultura de masas, pero quien quiera un acercamiento puede leer Batman desde la periferia (Alpha Decay, 2013), donde sobresalen los ensayos de Ferré, Calvo y Žižek.

Una manera sociológica de resumir el fenómeno del hombre murciélago es que los guardianes del sistema lograron sensualizar a un vigilante que padece las pesadillas de la razón. Otra versión, psicologista, dirá que es un niño bien traumatizado por la violencia callejera en busca de una sobrecompensación eterna. Un marxista verá lucha de clases. Un liberal, la frontera que diferencia lo público (donde uno se puede autoerigir como héroe mesiánico) de lo privado (donde un millonario domesticado por su dinero encuentra en el servicio comunitario un propósito). Un niño se entretendrá. La figura que entrelaza estas capas es un animal simbólico: el único mamífero que vuela, de vida nocturna y potencia hemófaga.

Bien, ¿cuáles son los actos artísticos imprescindibles que ha provocado el enmascarado?

1. The Dark Knight returns (1986) de Frank Miller y Klaus Janson; y Year one (1987), de Frank Miller y David Mazzucchelli. En el primero refulgen los ecos de la Guerra Fría, pero su maestría reside en el juego de oposiciones: juventud vs. vejez, orden vs. caos, ley vs. vigilancia, Superman vs. Batman. Año uno es más interesante en su montaje paralelo de dos recién llegados a Gotham: Bruce Wayne y James Gordon. Cada uno debe enfrentar su pasado a la vez que aprenden a confiar. En el dibujo Mazzucchelli parece conversar con Alex Toth.

2. The killing joke (1988)
de Alan Moore y Brian Bolland. Moore humaniza al Joker, lo que provoca una empatía que se disipa en una sucesión de atrocidades que tiene su clímax en un despliegue de violencia innecesario contra Barbara Gordon. El tema es la fragilidad de toda cordura y la secreta comunión que hermana a cazador y presa, así para uno sea condena y para el otro una broma infinita.

3. Arkham asylum (1989) de Grant Morrison y Dave McKean. Morrison fuerza a Batman a retomar el asilo de Arkham, donde los villanos tienen control del recinto. Gracias a la técnica mixta de McKean y a su influencia del gótico, así como al lettering de Gaspar Saladino, la incursión se convierte en un viaje onírico en el que el manicomio parece una proyección o metáfora de la psiquis del superhéroe. Una obra maestra.

4. “Batdance” (1989) de Prince. A pesar de parecer música deconstruida, Prince se las ingenió para convertir esta pieza en un himno del pop. El resultado es de tal complejidad que apenas se puede creer que haya alcanzado el número uno en los charts. El mérito parece mayor si se toma en cuenta que el precedente es la tonada de surf rock de Neal Hefti.

5. Batman y Batman returns (1989 y 1992) de Tim Burton. La primera fue un fenómeno cultural; la segunda, un homenaje a la soledad del hombre-fenómeno. El retrato del Pingüino como símbolo de la desadaptación social es triste y brillante, mérito de Danny DeVito. Burton construye un universo en el que el horror y la ingenuidad son expresiones de una misma extrañeza.

6. Batman: the animated series (1992) de Bruce Timm y Eric Radomski. Uno de los grandes dibujos animados de la historia, quizás porque aborda el material con seriedad adulta: ambientación art deco, tramas sofisticadas, guiños al film noir, orquestación de Elfman. El epítome es el episodio “Perchance to dream”, una joya con ecos de Vértigo cuyo guion precede a Inception.

7. The Dark Knight (2008) de Christopher Nolan. En la década pasada fue inevitable entender la película como una fábula acerca de cuáles son los límites legales con los que se puede combatir el terrorismo. Disipada la coyuntura, más allá de la caracterización vocal de Bale y la capacidad de Nolan para filmar acción sin perder profundidad psicológica, queda la monumental actuación de Heath Ledger, quien fue capaz de reinventar la figura del Joker y llevarla al extremo: un hombre se prender fuego para hacer ver a los demás que todo está podrido.

8. Batman: Arkham asylum (2009) de Sefton Hill. El triunfo es de Rocksteady Studios: fichar a Paul Dini de guionista y contratar a las voces originales de la serie animada (Kevin Conroy y Mark Hamill). El videojuego encuentra el balance perfecto entre acción y el desafío intelectual en un marco cerrado y opresivo. La jugabilidad es enorme: más que memorizar combinaciones de ataque, importa encontrar el ritmo de las mismas. Pero quizás lo más notable es cómo, en la escena del Espantapájaros, el videojuego logra romper la cuarta pared e involucra al jugador a través de su mayor miedo: que se cuelgue la consola antes del final.

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