La vida de Roger Pinchi  es el hilo conductor del documental El pecado social . Aún no hay un registro oficial de víctimas LGTBIQ durante el periodo de violencia.
La vida de Roger Pinchi es el hilo conductor del documental El pecado social . Aún no hay un registro oficial de víctimas LGTBIQ durante el periodo de violencia.

Por Katherine Subirana y Katherine Morales 

Un día, parte de la historia íntima de Roger Pinchi Vásquez y su familia se convirtió en un titular de la prensa tarapotina. Fue el 30 de setiembre de 1990, un día después de la muerte de su hermana Fransuá, transexual conocida en la ciudad por ser la alegre dueña de una peluquería, a manos del grupo terrorista MRTA.

Pasaron 25 años para que Pinchi Vásquez se animara a contar que su dolor y su miedo no eran solo por la muerte de Fransuá: él mismo había sido secuestrado, violado y torturado por el MRTA. Su historia es parte del documental El pecado social, que cuenta una serie de crímenes de odio contra la comunidad LGTBIQ en la selva peruana. Concebido y dirigido por Juan Carlos Goicochea, la película está aún en proceso de realización, pues necesita conseguir fondos para concluir el trabajo. Conseguir los testimonios no ha sido cosa fácil. “Muchas personas no han querido denunciar que a sus familiares los asesinaron por su orientación sexual o su identidad de género. Tienen vergüenza, y eso es terrible. Es horrible entender que pesa más la vergüenza que la búsqueda de la verdad y justicia”, dice el director.

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“El 31 de mayo de 1989, un grupo de seis integrantes del MRTA ingresó violentamente al bar Las Gardenias, en el asentamiento humano 9 de Abril de la ciudad de Tarapoto, departamento de San Martín. Los subversivos aprehendieron a ocho ciudadanos a los que acusaron de delincuencia y colaboración con las fuerzas armadas y policiales. Las ocho personas, que eran travestis y parroquianos del bar, fueron asesinadas con disparos de armas de fuego. A los pocos días, el semanario Cambio, órgano oficioso del MRTA, reivindicó la acción como una decisión del grupo subversivo debido a que las fuerzas del orden supuestamente amparaban a ‘estas lacras sociales, que eran utilizadas para corromper a la juventud’”. La Comisión de la Verdad y Reconciliación recoge así, en su informe final del 2003, la más emblemática matanza terrorista de la comunidad LGTBIQ.

En memoria de Las Gardenias, el 31 de mayo es el Día contra los Crímenes de Odio. Pero han pasado 29 años y estos no han cesado. Así se evidencia en Padre patria, exposición fotográfica de los artistas Andrew Mroczek y Juan José Barboza-Gubo, bajo la curaduría de Juan Peralta, que se expone en el LUM hasta el 12 de julio, y que aborda una serie de delitos contra el colectivo LGTBIQ en el Perú durante los últimos 30 años. La muestra presenta imágenes de diversos espacios donde se produjeron los crímenes y evidencias que rememoran las circunstancias como un esfuerzo por no olvidar a la victimas. "A los lugareños en general parecía no interesarles estos crímenes, encontrando formas de legitimarlos como un castigo por el 'estilo de vida elegido' de la víctima o una vida en contra de Dios. Siempre hay un cierto nivel de apatía en la sociedad peruana cuando ocurre violencia contra personas LGBTQ", cuenta Juan José Barboza-Gubo. 

Visitar Padre patria deja una sensación de amargura. De tarea pendiente. De que no nos hemos librado de seguir registrando crímenes de odio. Prueba de ello es que, en el Perú, el 62,7% de esta población asegura haber sufrido algún tipo de violencia y discriminación; en más del 60% de los casos, estos actos se produjeron en espacios públicos o en el ámbito educativo. Eso lo demostró la primera Encuesta Virtual para Personas LGTBIQ que realizó, entre mayo y agosto del 2017, el Instituto Nacional de Estadística e Informática.

"Padre Patria" . Jhony  Achuy,  Alberto  Chong  Rojas,  Raúl  Chumbé  Rodríguez,  Rafael  Gonzales,  Luis  Mogollón,  César  Marcelino  Carvajal,  Max  Pérez  Velásquez, y  Carlos  Piedra fueron asesinados por el grupo terrorista MRTA en el bar Las Gardenias.
"Padre Patria" . Jhony Achuy, Alberto Chong Rojas, Raúl Chumbé Rodríguez, Rafael Gonzales, Luis Mogollón, César Marcelino Carvajal, Max Pérez Velásquez, y Carlos Piedra fueron asesinados por el grupo terrorista MRTA en el bar Las Gardenias.

Esta realidad también lo experimentó Juan Barboza cuando decidió montar esta exposición: " Nos reunimos con innumerables galeristas, curadores y profesionales del arte en Lima durante algunos años, vieron la calidad del trabajo y la necesidad de hacerlo, pero hubo un gran temor de presentarlo. Algunos temían ser despedidos, otros estaban seguros de que el gobierno cerraría las exposiciones, otros confiaban en que perderían negocios o su público en general".

Es cierto que los crímenes de odio no son exclusivos del mundo gay. Como bien explica el congresista Alberto de Belaunde, son crímenes basados en el prejuicio. “Cuando se comete un crimen de odio, no solo es la víctima quien recibe directamente la agresión; lo es también el resto de personas que pertenecen al mismo colectivo. Todos sus miembros se sienten vulnerables al saber que cualquiera de ellos pudo haber sido la víctima”, dice.

El debate para que la legislación peruana por fin incluya como agravante los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género aún está pendiente en el Congreso.

"Padre Patria". Joel  Arquímedes  Molero (19 años) fue  torturado, decapitado  y  quemado  en  un  colchón  de  paja  junto  a  un  vertedero.  Su  cuerpo  fue  identificado  por  el  brazalete  que  llevaba  en  su  mano  derecha.
"Padre Patria". Joel Arquímedes Molero (19 años) fue torturado, decapitado y quemado en un colchón de paja junto a un vertedero. Su cuerpo fue identificado por el brazalete que llevaba en su mano derecha.

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Es cierto que las manifestaciones artísticas suelen leerse en el marco del contexto en el que se desarrollan, pero es particularmente importante entenderlas cuando responden a contextos de violencia. Sobre todo, cuando aún hay riesgo de que esta no haya terminado. Sophia Durand, curadora de arte, explica que entender una obra de arte que surge en un tiempo y espacio definido por la violencia política es un acto que no se debe ejercer con pensamientos del presente.
“Las artes, plásticas, literarias, audiovisuales, etc., cumplen un papel importante al recordarnos que hay asuntos pendientes, justicias que no se han encontrado y reconciliaciones que no se materializan. El arte crea espacios comunes y sirve de caja de resonancia para temas que faltan cerrar. Y también el arte político fuera de contexto arremete y, como baldazo de agua fría, despierta a las nuevas generaciones”, añade.

El reto del arte, al involucrarse en el retrato de la violencia es, según Durand, abrirse camino, generar más espacios comunes y diálogos entre distintos actores sociales. El arte político no es solo para colgarlo en una pared: es para recordarnos que queda algo pendiente, y eso es la sensibilización, la reconciliación con justicia.

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