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Baldomero Pestana: El fotógrafo discreto - 10
Jorge Paredes Laos

José María Arguedas nos mira como si acabara de contarnos un secreto. Sus ojos profundos están clavados en el vacío, entre la soledad de las paredes desnudas. Martín Adán luce sereno, con una expresión cercana a la solemnidad. El sombrero y el terno, oscuros e impecables, destacan en la opacidad del invierno limeño como dos sombras que salen de pronto hacia la luz. Ciro Alegría aparece relajado, sentado sobre un sillón, mientras lee el diario de la mañana. Es la celebración de una cotidianidad apenas alterada por la cámara que registra la escena. Y detrás de esa cámara hay un hombre que hasta hace solo unos años era un fotógrafo desconocido, a pesar de que sus retratos de escritores y artistas circulaban por los archivos de diarios y revistas o aparecían con frecuencia en Internet. 
    El autor de estas fotografías fue Baldomero Pestana, un gallego que después de una vida difícil —su madre era una campesina soltera y su padre jamás lo reconoció— recaló en Lima a fines de los años cincuenta. Un hombre que no cobró por ninguno de sus retratos y a quien la muerte sorprendió justo antes que una exposición fuera a rendirle tributo en julio del 2015.     


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La periodista y escritora Fietta Jarque dio con su nombre cuando buscaba una foto de Ciro Alegría para un libro que estaba editando. Le impresionó la imagen y se propuso averiguar más sobre su autor. Se enteró, entonces, de que había vivido diez años en Lima, que había retratado a toda una generación de escritores, artistas y periodistas peruanos, y que se había marchado un día de 1967 para no volver jamás. Se enteró también de que vivía en Galicia y que dos años atrás había realizado una pequeña exposición en un museo de su localidad. Llamó a la institución y le dieron su número telefónico.  
    “Fui a su casa, sus familiares me acogieron muy bien y pude ver su enorme archivo. Quedé fascinada. Dije ‘no puede ser que esto no se haya recogido en un libro’”, cuenta Jarque, mientras bebe una Coca-Cola en la librería del Fondo de Cultura Económica, en Miraflores. “Era encantador —continúa— y a pesar de sus 97 años estaba bien de salud, no tenía casi arrugas, era conversador, bebía todos los días su copita de champán, y recordaba cada detalle de las fotografías que hizo en Lima”. 
    Pestana le contó que llegó a nuestra ciudad en el verano de 1957. Vino con su esposa, una prima lejana que había conocido en Buenos Aires, donde había pasado casi toda su vida. Pensaban llegar a Cuba pero el dinero no les alcanzó para más y el barco los dejó en el Callao. Gracias a una carta de recomendación, conocieron a Mocha Graña y ella les abrió las puertas de la vida cultural limeña. Por su intermedio, Pestana empezó a ganarse la vida como fotógrafo de prensa en El Peruano. Hizo fotos de políticos, de gente famosa y también de las nacientes barriadas de Lima. Con el tiempo sus imágenes aparecieron en las revistas Caretas, Oiga y Fanal, y entró a colaborar en la agencia de publicidad McCann Erickson. “Allí se acabó mi miseria”, le bromeó risueño a Fietta Jarque.
    Entonces, se dio tiempo para hacer algo que anhelaba desde su juventud en Argentina: pedir citas con artistas y escritores para hacerles un retrato. Fotos hechas “a su manera”, solo por satisfacción personal. El primero de sus retratados fue un anciano Enrique López Albújar, a quien captó sentado y de perfil, frente a una ventana. Cuenta que cuando le enseñó la foto, el escritor le dijo con tono lúgubre: “Sí, acá estoy yo esperando la muerte”.  
    La imagen que hoy todos tenemos de Martín Adán fue realizada con la complicidad de su editor, el librero Juan Mejía Baca. Según el fotógrafo, Mejía Baca le pidió al poeta que se bañara y peinara para la ocasión. Le dio un terno limpio y le llevó un sombrero que estaba ya pasado de moda. En una de las fotos de esta serie, aparecen Adán, Mejía Baca y un decaído Raúl Porras Barrenechea. El pensador peruano estaba ya muy enfermo y falleció a los pocos días de tomado el retrato.


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¿Por qué Pestana se marchó del Perú después de una década y de haberse insertado en el medio local? Le preguntamos a Fietta Jarque. “Por intuición”, responde ella. Como buen fotógrafo, él sabía ‘mirar’ la realidad y notaba que las cosas en el país ya no iban bien. A poco de su partida, el presidente Belaunde fue derrocado por un golpe militar. Pestana se trasladó a París y ahí retrató a otros artistas latinoamericanos y a algunos peruanos como Víctor Raúl Haya de la Torre o el pintor Alfredo Ruiz Rosas. 
    El fotógrafo que decía que la luz pálida de Lima era la mejor de todas para hacer retratos, se retiró de la fotografía en silencio. Su nombre se fue perdiendo en los archivos limeños, “tal vez porque en su tiempo la fotografía no era vista como un arte, sino como un oficio y no existía el cuidado con los derechos de autor”, reflexiona Jarque. 
    La última vez que ella lo vio seguía gozando de buena salud. Entonces, entre su incontable archivo, él escogió con rigurosidad las fotos para este libro —y para la exposición en el MAC—. Se quedó contento porque su nombre, ahora sí, iba a ser conocido por todos. Cuando Jarque alistaba la muestra en Lima, en julio del año pasado, la llamaron para anunciarle que Pestana había muerto. Hasta ahora no lo puede creer. 

Libro: Baldomero Pestana. Retratos Peruanos
Editora: Fietta Jarque
Editorial: Fundación BBVA Continental
Páginas: 132 
Precio: S/ 95,00

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