"Sinfonía del universo"
"Sinfonía del universo"
Max Hernández Calvo

Sinfonía del universo, del artista venezolano Milton Becerra, gira en torno a la energía concebida como hilo conductor que atraviesa el pasado precolombino, el presente y el futuro; a fin de cuentas, la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. La exposición está formada por una gran instalación site specific (diseñada especialmente para la sala del museo) que da título a la muestra, y por la serie de dibujos en grafito “Dibujos dimensionados”.

En estos dibujos, Becerra plasma diversas figuras geométricas representadas por secuencias de líneas paralelas. Se trata de formas planas y volumétricas que recuerdan los gráficos matemáticos y científicos (cabe recordar el modelo del sistema solar de Johannes Kepler), así como los patrones abstractos de los diseños precolombinos.

El artista traza estos elementos con grafito y haciendo marcas sobre el soporte que actúan como bajorrelieves (que son resaltados por el sombreado), pero también mediante incisiones y cortes en el papel que rompen con el plano de la hoja. Becerra introduce de esa manera una profundidad real en la obra que supera la ilusión de perspectiva empleada para representar los sólidos geométricos. Además de ello, el artista emplea el borrador para esbozar líneas blancas que rodean a las figuras. Los contornos nebulosos de estas líneas ‘borradas’ traen a la mente campos energéticos invisibles.

La instalación “Sinfonía del universo” hace un guiño en su título a la idea de las vibraciones de las fuerzas fundamentales del cosmos (la teoría de supercuerdas), que parece materializarse en el tejido de hilos de nailon de colores que atraviesa la galería. Estos hilos se entretejen alrededor de una roca proveniente del río Supe, en Caral, que flota en medio de la sala de exhibición.

En la instalación Becerra pone en juego una referencia oblicua a los telares de las culturas ancestrales, pero, más allá de esa idea general del tejido, se diría que el artista está haciendo una cita concreta. Por su procedencia, la piedra atada por cuerdas invoca el recuerdo de la civilización Caral, la más antigua del continente americano, cuyos antiguos pobladores tejían cestos con fibras naturales, llamados shicras, que llenaban con piedras para colocarlos en las bases de sus edificaciones con la idea de darles mayor estabilidad.

En ese sentido, la roca situada en el medio de la sala opera como una suerte de pilar conceptual de la instalación: primero, porque señala el centro espacial del lugar; segundo, porque pone en marcha la contraposición de las distintas fuerzas en juego en la obra (la invisible gravedad y la resistencia material de las cuerdas de nailon, cuya interacción permite la suspensión de la roca), y tercero, porque como eje alrededor del cual se forma el tejido, la piedra se muestra cual fuente de energía irradiada —a modo de hilos de colores— por todo el recinto.

Luego de la primera impresión, dominada por el efecto de la piedra flotante, podemos reconocer el manejo de las formas por parte del artista. La secuencia de cuerdas de nailon que se despliegan de forma radial desde la piedra hasta las paredes de la habitación, forma planos virtuales que cortan el espacio.

De hecho, Becerra distribuye los puntos de anclaje de las cuerdas de tal manera que traza dos planos inclinados multicolor que se intersectan al medio de la galería, formando una suerte de equis. La percepción de estos planos es un efecto óptico, pero no es el único. El artista recurre a un lenguaje básico de la geometría que comprende el punto (los anclajes de los hilos), la línea (los hilos) y el plano (el conjunto de hilos), lo que genera un efecto de vibración óptica resultado de la superposición visual de las cuerdas que se produce al recorrer la instalación. Es especialmente este efecto de la obra el que permite conectar el trabajo de Becerra con el arte cinético, una de las formas históricamente más emblemáticas del arte moderno de Venezuela.

Milton Becerra nos plantea a través de su Sinfonía del universo la necesidad de abordar nuestro pasado como quien mira el futuro, con los ojos y los oídos bien abiertos, y con los pies firmemente puestos en el aquí y el ahora.

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