Entrevista a la dramaturga Vanessa Vizcarra
Entrevista a la dramaturga Vanessa Vizcarra
Jorge Paredes Laos

Un hombre y una mujer se conocen en un ascensor, en el piso nueve de un edificio. Se miran, pero no se hablan. La mujer marca el piso 23. El hombre piensa que subirán 14 pisos y, si se demoran dos segundos por piso, tendrá 28 segundos para iniciar una conversación. ¿Es posible contar algo original a partir de este encuentro?

Ese es el reto que se plantea la directora y dramaturga Vanessa Vizcarra (Lima, 1979) en "Una historia original", una obra que reflexiona en torno al poder de las historias y la frustración que produce, a veces, no saber contarlas. Después de todo, ella creció escuchando relatos de hadas y dragones, y a los ocho años ya interpretaba en la sala de su casa los cuentos que le narraban su mamá, su papá y su abuela. 

Con el correr del tiempo, Vanessa se convirtió en actriz, directora teatral y dramaturga, y —como ella misma dice— ha cerrado el círculo. “Muchas veces me he preguntado qué actividad me gusta más y no he sabido responder. Me es imposible no pensar como actriz cuando dirijo una obra, y no pensar como directora cuando estoy escribiendo un texto”, confiesa.

En tu obra alguien no puede contar una historia. ¿Escribes desde la desazón de no lograr expresar lo que deseas?
Creo que todos los que ejercitamos la creatividad nos sentimos impotentes en algún momento. En esta pieza hay mucho de esa sensación de no saber cómo contar algo, pero yo no me siento una creadora frustrada, al contrario, he tenido la suerte de que en mi vida las cosas se hayan dado para que el ejercicio de contar historias haya sido más bien fluido y placentero. 

En un pasaje, la protagonista se pregunta adónde van las historias que uno no puede contar, en qué se transforman. Y le responden: “En dolor”. 
Yo creo que comunicar, en general, es un acto curativo, sanador y liberador. Las historias son por eso no solo una expresión personal, sino que nos remiten a una comunidad, a una colectividad. Poder contar nuestros dramas —como individuos, como sociedad, como país— no solo es útil, sino también necesario.

Pienso en términos de la memoria en el Perú. ¿Negar u ocultar algo puede ser peligroso?
Muy peligroso. Es como un cáncer que tarde o temprano reaparece, ya sea en la generación que oculta los hechos o varias generaciones después, y provoca dolor hasta que alguien se atreve a desenterrar esas historias. No se trata solo de recordar, sino de hablar, de ver que lo que le pasó a una persona tiene vínculos con lo que le sucedió al resto.

En "Una historia original" el humor negro y la ironía son elementos importantes que parecen enfatizar el aspecto dramático de la obra.
Es posible. Es un humor no muy evidente y que a veces se transforma en cinismo, y cuando dices que enfatiza lo dramático creo que es cierto. Para mí la mejor manera de compartir las cosas difíciles es a través de la risa, no de la burla; de la posibilidad de reírnos de los absurdos, de los sinsentidos. Creo que las cosas más difíciles se pueden digerir mejor si las aligeramos, si no las hacemos tan pesadas. 

Y considerando esa clave de tu obra, ¿cómo narrarías tu propia historia? ¿Tal vez empezarías con esa niña que a los ocho años actuaba para sus 
familiares?

[Risas] Yo tengo una historia muy feliz que contar, vengo de una familia feliz, de un colegio feliz. He tenido mucha suerte y, más allá de las dificultades ochenteras, tuve papás que supieron crear un espacio de protección y cariño. Mi mamá es pintora y mi papá es un apasionado de las historias, así que mi encuentro con el teatro sucedió muy temprano, y nadie me dijo nunca que no podría vivir de esto, así que seguí adelante, hasta ahora. 

¿Cómo eres como madre? ¿Tratas de transmitir lo mismo a tu hijo?
Hago un gran esfuerzo por hacer lo mismo. Las historias siguen apareciendo, ya sea porque mi hijo me las cuenta o porque las leemos juntos. Puedo decir que la maternidad me ha cambiado totalmente, para bien. Me ha dado fuerzas para hacer muchas cosas.

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