Gatitos tocando piano, columna de Jaime Bedoya
Gatitos tocando piano, columna de Jaime Bedoya
Jaime Bedoya

Existe un sofisticado proceso global al servicio de la distribución sistemática de imágenes digitales de gatitos. Algunos la llaman Internet.

Para los gatos es una nueva versión de la normalidad. El babeo humano por la mascota que no es tal es susceptible al rastreo histórico. En Egipto era Bastet, diosa peligrosa vinculada a aquellos momentos en que se traslapan la fertilidad con el temperamento lunar. Lo que miles de años después la civilización moderna resumiría, con esa facilidad admirablemente creciente por la banalidad, en la expresión verse con Andrés (1)
    
En el siglo XIX la invención de la fotografía permitió a la humanidad dedicar tempranamente sus esfuerzos a una de las tareas más constantes de la especie: retratar gatitos remedando situaciones humanas o ridículas, si acaso no fueran lo mismo. Algunos pocos iluminados victorianos, entre ellos el muy británico y por ende muy excéntrico taxidermista Walter Potter, dedicó un museo al tema. Dioramas de gatitos embalsamados casándose fueron parte de una colección de más de diez mil especímenes. Demostrando gran profesionalismo, Potter sostuvo hasta su muerte (1918), que todos los gatitos habían fallecido de causas naturales (2) 

La antigua fascinación por el gato tiene que ver con que es un animal al que no hay nada que enseñarle. La intachable manera en que ejerce su sensual desnudez y ostenta su despótica independencia deja a los caninos en una situación emocional e intelectualmente incómoda. La nula ambición metafórica del cachorrito que da la patita en sumisa prevención del periodicazo, no tiene disputa alguna contra el ronroneo de una gata que se frota displicente en su supuesto dueño antes de largarse a la calle. Los usos gatunos, como la política de la señora Villarán, no son de este mundo. 

Establecido el sostenido yugo histórico del gato sobre el homo sapiens, era natural que Internet se convertiría en novísima herramienta de su plan de dominación mundial. Fotos y videos de gatitos haciendo cosas convocan audiencias masivas que reducen a cruel intrascendencia numérica los temas supuestamente importantes. Por el buen nombre de la humanidad, tiene que haber razones más allá de la subjetivas para esto.

Se alega que tiene que ver con su fisonomía facial, que con grandes ojos y pequeña nariz resemblan la del bebe humano. O que ridiculizarlos es una venganza a la pomposidad que representan. O más elaboradamente aun, que su encarnación de la personalidad autárquica genera un proceso de veneración y transferencia a lo egipcio, pero por wifi: en la nocturnidad anónima y sigilosa de las redes, todos creemos ser gatos. Lo que convierte los videos de gatitos en temas de exploración psicológica antes que en juicios del buen gusto.

La revelación que podría tener aplicaciones a favor del bien común. El próximo mensaje presidencial del 28 de julio, el último del Presidente Humala, el mandatario podría pronunciarlo rodeado de gatitos vestidos de chalanes, con ponchitos, sombreritos jipi japa y escarapelas. Esta vez sí le prestarían atención.

(1) “El que viene una vez al mes”.
(2)  En un sentido estricto, es natural ahogarse al encontrarse atrapado en una bolsa debajo del agua.

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