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Hayao Miyazaki: fantasías animadas de ayer y hoy - 1
Alessandra Miyagi

El 1 de setiembre del 2013 fue un día triste para miles de fanáticos del anime alrededor del mundo: Koji Hoshino, presidente de Studio Ghibli, anunciaba en una conferencia de prensa oficial celebrada durante el 70.° Festival Internacional de Cine de Venecia que, luego de cinco décadas de trabajo creativo, Hayao Miyazaki se despedía definitivamente de la pantalla grande con "El viento se levanta". Cinco días más tarde, en otra conferencia —esta vez realizada en Tokio—, el mismo Miyazaki confirmaría la noticia: “Siento que mis días como creador de largometrajes han acabado. […] Seré libre. Quiero hacer otras cosas, ya no solo animaciones”. 
     Miles suspiraron, volcaron su tristeza en las redes sociales, y se entregaron con resignación a la más profunda nostalgia. Sin embargo, para muchos otros el incidente no tenía mayor importancia: no era la primera vez que Miyazaki amenazaba con retirarse de la industria del cine. La primera declaración de este tipo se registró en 1986 luego del estreno de "El castillo en el cielo"; después vinieron otras cinco: en 1992, 1997, 2001, 2004 y 2008. Y tras cada intento de fuga fallido, una nueva película aparecía. Así llegaron "Mi vecino Totoro" (1988), "La princesa Mononoke" (1997), "El viaje de Chihiro" (2001), "El castillo ambulante" (2004), "Ponyo en el acantilado" (2008) y, finalmente, "El viento se levanta". 
     Y si bien hasta la fecha no han aparecido nuevos largometrajes que desmientan su resolución, se sabe que el legendario director japonés está trabajando en tres proyectos de largo aliento: en una serie de manga sobre samuráis; en su primer cortometraje en 3D, titulado "Boro, la oruga"; y en la construcción de una reserva natural diseñada para niños.
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La era Shōwa (1926-1989) fue el período más largo y violento de la historia del Japón moderno. Dos conflictos armados, uno con China y el otro con el resto del mundo, acarrearon bombardeos torrenciales, episodios de hambruna, saqueos y dos ataques nucleares que pusieron de rodillas al imperio más poderoso de Asia. En medio de esta época terrible y sanguinaria que acabó con la vida de más de tres millones de ciudadanos—según estadísticas del Ministerio de Salud y Bienestar de Japón—, nació Hayao Miyazaki (Tokio, 1941), pacifista, defensor del medio ambiente, y el ilustrador y director de cine de animación más aclamado de Oriente. 
     Su padre, Katsuji Miyazaki, fue el director de Miyazaki Airplane, una compañía dedicada a la fabricación de las piezas para los aviones Mitsubishi A6M Zero, utilizados por el Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa y, principalmente, por los pilotos kamikaze durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta Miyazaki que uno de los primeros recuerdos que grabó en su memoria fue la espantosa imagen de la ciudad de Utsunomiya —de donde su familia se vio obligada a escapar cuando él tenía tan solo cuatro años— envuelta en llamas debido al implacable bombardeo de las fuerzas aliadas. 
     Tan temprana y extrema cercanía con los horrores de la guerra generó en él una intensa fascinación por los aviones de caza y un fuerte sentimiento antibélico que se verán reflejados a lo largo de toda su filmografía y sus trabajos como historietista. Desde "Nausicäa del valle del viento" (1984) —su primer éxito en el cómic y en la pantalla grande, ambientada en un mundo posapocalíptico que está a punto de sufrir una nueva masacre a manos de un poder absolutista— hasta "El viento se levanta" —su última película, en la que narra la historia de un joven diseñador de aviones que descubre con tristeza la futilidad de sus intentos por crear un aparato que serviría como instrumento de destrucción—, Miyazaki ha retratado con una lucidez apabullante el nefasto poder deshumanizante que la guerra ejerce sobre el hombre. 
     Aunque se graduó en Economía y Ciencias Políticas en 1963, Miyazaki nunca abandonaría su sueño juvenil de convertirse en autor de manga. Fue así que ese mismo año ingresó a Toei Animation, el estudio donde realizó sus primeros trabajos como artista de tweening —la producción de los marcos intermedios de los dibujos en movimiento— para series y películas animadas como "Okami Shōnen Ken" (1963), "Gulliver’s Travels Beyond the Moon" (1965) y "El gato con botas" (1969); y, más adelante, como artista conceptual y diseñador, hasta convertirse en jefe del departamento de animación. Fue ahí también donde conoció a Isao Takahata, el ilustrador y director de cine con quien 22 años más tarde fundaría la productora de animación más emblemática de Japón, y donde Miyazaki dirigiría 11 películas: Studio Ghibli. 
     Fantasmas, hechiceras, seres mitológicos del folclore japonés y europeo, oscuros soberanos y misteriosos espíritus del bosque conviven con héroes infantiles que no temen embarcarse en las aventuras más arriesgadas para luchar por los más nobles ideales colectivos. Debido a la perfección de sus trazos hechos a mano alzada, a sus cautivantes personajes y a la profundidad de sus reflexiones de corte existencial, sus películas se convirtieron rápidamente en las más taquilleras y aclamadas por la crítica local e internacional. "La princesa Mononoke" logró ser la primera cinta animada en ganar el título de película del año en los premios de la Academia Japonesa, y fue por un tiempo la más taquillera en Japón, hasta el estreno de "Titanic" en noviembre del mismo año. En el 2001, sin embargo, "El viaje de Chihiro" desplazaría del primer lugar al romance épico de James Cameron, debido a que llegó a recaudar más de 300 millones de dólares; y obtendría, además, 11 premios cinematográficos, entre ellos, un Oso de Oro a la mejor película del Festival de Berlín, el premio de la Academia Japonesa a mejor película del año, y el primer Óscar a mejor película de animación —aunque Miyazaki no asistió a la ceremonia como protesta por la ocupación americana de Iraq—. Luego siguieron más nominaciones y otros reconocimientos —35 en total—, entre los que destacan 13 premios otorgados por el Festival de Mainichi, el título de Person of Cultural Merit de Japón (2012), un León de Oro en Venecia (2005) y un Óscar honorífico (2014) en reconocimiento a toda su trayectoria. 
     Tanta es la fascinación por la obra de Miyazaki, que directores como Peter Docter, creador de "Monsters, Inc." y "Up"; y Glen Keane, animador de "La sirenita" y "Aladino", lo han señalado como una enorme influencia, no solo en sus carreras, sino en todas las producciones de Disney y Pixar a lo largo de las dos últimas décadas. Asimismo, la revista Time Asia se refirió a Miyazaki como “una combinación de Walt Disney, Steven Spielberg y Orson Welles, con un toque de Claude Monet en sus paisajes suntuosos y más de una pizca de Roald Dahl en su astuta y sofisticada comprensión de los niños”.
     Ahora, pese a que cuenta ya con 75 años, este creador de mundos fantásticos tiene intenciones de continuar trabajando hasta el último de sus días, como declaró a la revista Variety meses después de anunciar su retiro de la producción de películas de gran formato. 

— Una vida retirada —
Boro, una diminuta y peluda oruga, empezó a arrastrarse con sigilo por el cerebro de Miyazaki desde hace 20 años; y aunque sus aventuras en la pantalla durarán diez fugaces minutos, su preparación tomaría un total de tres años, según anunció Toshio Suzuki, cofundador de Studio Ghibli, en julio del año pasado. Y es que Boro, la oruga será la primera experiencia de Miyazaki en el formato 3D y en la producción de animaciones realizadas íntegramente a través de CGI —imágenes generadas por computadora—. Además de la larga espera hasta la llegada del 2018, la legión de seguidores de Miyazaki deberá viajar hasta Japón para ver el cortometraje, pues, al igual que otras nueve piezas de pequeño formato producidas por Studio Ghibli, "Boro, la oruga" se proyectará exclusivamente en el museo del estudio, ubicado en la ciudad de Mitaka, en Tokio.
     Para ese mismo año también está prevista la inauguración de The Forest Where the Wind Returns —“El bosque donde el viento regresa"—, una mezcla de reserva natural y parque temático de 10.000 metros cuadrados de extensión, que se ubicará en el Parque Forestal Zendo, en la isla de Kume, en Okinawa. 
     A diferencia de los grandes parques de diversiones como Disney World o Six Flags, The Forest… no contará con los tradicionales juegos mecánicos de adrenalina artificial, sino que utilizará exclusivamente el material orgánico disponible para diseñar estructuras simples y sostenibles, como una biblioteca y dormitorios con capacidad para solo 30 niños. Árboles, rocas, riachuelos, troncos y la tierra misma darán forma a este apacible patio de juegos donde los chicos podrán disfrutar libremente del contacto con la naturaleza. 
     Con un espíritu evidentemente filantrópico, el parque será financiado íntegramente por el director y, luego de inaugurado, será donado a la ciudad de Kume para recibir principalmente a los niños de la comunidad y a los afectados por el desastre nuclear de Fukushima ocurrido en el 2011. 
     Hasta ahora continúa siendo un misterio si los entrañables personajes creados por Miyazaki, como Nausicäa, Chihiro, Totoro o la princesa Mononoke, habitarán este santuario, pero no cabe duda de que The Forest Where the Wind Returns se convertirá en un reducto para la conservación ambiental. Y en otra genialidad de su creador.

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