El infinito dolor de Roald Dahl
El infinito dolor de Roald Dahl
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CANEPA ()

Un descomunal dolor soportó el escritor Roald Dahl (britanico, de ascendencia noruega: 1916-1990), tal como se revela en la biografía escrita por Donald Sturrock sobre el clásico de la literatura infantil y juvenil. El libro contiene el diario del narrador donde cuenta sus sentimientos frente a la enfermedad de su hija de 7 años (sarampión), que pronto la llevaría a la muerte.

 Los recuerdos son desgarradores. “Olivia, mi hija mayor, cogió el sarampión cuando tenía siete años. Mientras la enfermedad seguía su curso natural, recuerdo que le leía cuentos en la cama sin sentirme especialmente alarmado por su estado. Entonces, una mañana, cuando ya estaba en el camino de la recuperación, yo estaba sentado en su cama enseñándole cómo crear animalitos a partir de tubos de colores, y cuando le tocó a ella hacer uno me di cuenta de que sus dedos y su mente no trabajaban a la vez y no podía hacer nada.
"¿Te encuentras bien?", le pregunté.
"Tengo sueño", dijo.
En una hora estaba inconsciente. En 12 horas estaba muerta. El sarampión se había convertido en una cosa terrible llamada encefalitis…”.

El diario fue hallado 28 años después de la muerte de la niña y titula “Olivia”, como el nombre de su hija. Nunca habló de su tragedia y fue a ella a quien le dedicó su obra "El gran gigante bonachón"(1982).

Obra

Se dice que Dahl se dedicó a escribir literatura infantil a partir de la fascinación que ejerció sobre él la lectura nocturna de cuentos a sus hijos. Su primer trabajo publicado se tituló “Pan comido” y fue comprado por el Saturday Evening Post impulsando su largo trayecto de escritor infantil. Paralelamente, escribió espeluznantes cuentos para adultos, provistos de un humor negro que trasuntaba muy sutilmente en su obra general. Quizás con la revelación de su diario personal se pueda entender ahora algunos de sus oscuros giros literarios.

 “Subconscientemente, los niños odian ser civilizados”, decía Dhal, cuyo personaje más emblemático, Matilda, es una niña superdotada de cinco años cuya sapiencia contrastaba, precisamente, con la raleada civilización de sus padres. 

En “Charlie y la fábrica de chocolate”, escrita dos años después de la tragedia familiar, el dueño de una fábrica de chocolate, Willi Wonka, publica un anuncio periodístico informando que hay cinco billetes dorados en sus chocolates y que quienes los encuentren visitarán su fábrica.  El niño Charlie Bucket es uno de los afortunados y acude con su abuelo a la cita.  La moraleja no deslumbra y, aunque simplifica, es clara: la corrección tiene finalmente su buena paga.

Dolor en las letras

Dahl advirtió, no obstante su dolor clandestino, que “el mal no puede triunfar jamás”. En su obra de claroscuros, guiños “perversos” y finales sorprendentes, la victoria se suele reservar a la virtud. Pero una densa niebla cubría al escritor desde 1962, cuando recién tenía dos libros para niños publicados. Es posible que en todas sus siguientes tramas algo de ese duro trance se colara en los intersticios de sus letras para darle un cauce particular a sus historias.

Ps: Dahl refirió sobre la importancia de las vacunas...

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