José Watanabe: los recuerdos de un amigo
José Watanabe: los recuerdos de un amigo
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

El 17 de marzo se cumplió un año más del nacimiento de José Watanabe. Con esta ocasión entrevistamos a José Li Ning,quien conoció al vate en Trujillo cuando ambos frisaban los 20 años. Li Ning publicó el año que pasó un libro sobre su amigo y los vínculos parentales de su poesía titulado "Cosas de familia".

Li Ning es un médico psiquiatra. “Conocí a Watanabe el 63 o 64, estudiamos pintura en la academia que abrió el profesor Pedro Azabache en Trujillo. Fue desde allí que nos hicimos grandes amigos. Como había otros que pintaban mejor que él, se sintió mal y ya no quiso seguir pintando”, dice. Li Ning refiere que el padre del poeta quiso ser pintor y eso fue lo que motivó al joven a seguir sus pasos. “En su primer libro habla mucho de pintura”, nos advierte. 

La familia 

Li Ning aún ama el arte, muchas de sus bellas obras colorean los intramuros de su casa. “Quise ser pintor también, pero en Trujillo solo había escuela de Medicina y esta academia se abrió cuando yo ya estaba en la universidad. Dejé de estudiar Medicina durante un año. En aquella época de búsqueda vocacional caminamos y conversamos mucho con Watanabe, que recién había terminado la secundaria”. 

El psiquiatra publicó en el 2014 un ilustrativo libro titulado “Cosas de familia”. En él nos revela la importancia de la raíz y las redes familiares en la poética de Watanabe. Además de obsequiarnos su análisis, nos descubre las veces en que la poesía del autor tiene un vínculo inmediato con los diversos integrantes de su familia (la esposa aparece en el 29% de sus poemas, la madre en el 26%, los hermanos en el 12%, el padre en el 10% de ellos). La familia lo protege y anima. Nos dice que cuando falleció el padre, el hermano mayor se hizo cargo de la familia. Viajó a Lima y luego se llevó consigo a todos. Watanabe tenía una visión tribal de la familia, esta fue esencial para sostenerlo emocionalmente durante su enfermedad. 

Nocturnidad 
Nos dice que el poeta era un poco retraído, pero lo notó luego más conversador. “Más larga es la posdata que la carta” le decía Li Ning con ironía. Cuenta que Watanabe se levantaba a media tarde y se entregaba a la nocturnidad. En el silencio le era más fácil fabricar sus versos. 

“Nos escribíamos con frecuencia hasta que terminé de estudiar Medicina y vine a estudiar Psiquiatría al Hospital Valdizán en Lima”. Por los horarios poco se vieron. No obstante, siempre alcanzaba el tiempo para los afectos. El amigo celebra un poema que Watanabe le dedicó: “En el bosque de espinos”. 

Las fieras sombras

Watanabe vivió una intensa vida creativa desde los 70. En 1973 trabajó en un programa televisivo, “La casa de cartón”, que lo hizo merecedor de una invitación a Alemania. Trabajó en el Ministerio de Educación y redactó guiones, pero se frenó en seco en 1986. 

No se recuperaba de la depresión por la separación de su segunda mujer cuando lo atacó un cáncer pulmonar. “Tuvo dos cánceres pulmonares, el primero a los 40 años y fue operado en Alemania, el segundo en el Perú, en el Inen. Y cuando murió estaba en tratamiento por un tercer cáncer, de esófago. Era un gran fumador. Decía que si viajaba a la luna no pensaría en agua sino en cigarros”. 

Luego musita que “el cáncer lo sumió en una depresión mayor”. Vino luego un tiempo de espera: “Le dijeron que si no reaparecía el cáncer en dos años, estaría curado, entonces estuvo esos dos años vigilante y sin salir de casa, sometido a todos los controles. Y cuando pasaron los dos años volvió a la brega. El segundo cáncer volvió ocho años después. Se recuperó, por lo que volvió a trabajar y escribir”. 

Watanabe comulgó desde muy temprano con el abismo de la muerte: “De niño le diagnosticaron un soplo cardíaco en el colegio y le dijeron que no debería hacer ejercicios, estaba exonerado de educación física y con ese temor vivió muchos años. Le dijeron que en cualquier momento podía morir. Muchos años después (cuando lo llevaron a Alemania por el cáncer), le dijeron que no tenía ningún soplo cardiaco, que era un falso diagnóstico”. 

La muerte fue una sutil línea de continuidad en su existencia. “Él escribió su primer poema a raíz de una circunstancia particular, se enamoró cuando era niño de su vecina, pero ella falleció muy pronto. Fue entonces que por primera vez necesitó sublimar el dolor con la poesía”. 

La conversación con el doctor Li Ning concluye, pero los versos de Watanabe resuenan aún como un violento chasquido en el aire: “oh Señor, no es de la muerte que quiero huir sino de sus terribles modos”. 

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