El uso del lenguaje inclusivo no está exento de polémica. Sin embargo, guste o no, su uso se está ampliando en empresas, organizaciones del Estado y colectivos sociales.
El uso del lenguaje inclusivo no está exento de polémica. Sin embargo, guste o no, su uso se está ampliando en empresas, organizaciones del Estado y colectivos sociales.

Bienvenidos y bienvenidas al debate en torno al . Ya que estamos en este asunto, tal vez debí escribir bienvenides, pero este no es el espacio para hacerlo. Aún no, al menos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de lenguaje inclusivo? Muchas personas creen que este se reduce al uso de la e en palabras como todes, o al uso de la x en la escritura —pronunciar todxs es un poco complicado—; pero las personas entendidas en la materia que están a favor de su uso, señalan que verlo de esta manera obedece a un reduccionismo injusto. La Real Academia Española, por supuesto, se niega rotundamente a aceptarlo.

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¿Es posible llegar a un acuerdo?

El año pasado, el español Álex Grijelmo, periodista y creador de Fundéu, publicó Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo (Taurus, 2020), un libro que, según reza en su contratapa, “ha sido concebido con espíritu conciliador y divulgativo para acercar posiciones distantes, sin que ello suponga dar por buenos ciertos tópicos que se han ido imponiendo a fuerza de repetirse”.

En él, Grijelmo elabora un borrador con 36 propuestas sobre el uso del lenguaje inclusivo. Entre ellas, que el masculino genérico —por ejemplo, el uso de la palabra hombres para seres humanos o de la palabra monos para un grupo de primates, en lugar de monos y monas— no se implantó a causa de la dominación de los varones en la sociedad, sino que se creó en el idioma indoeuropeo hace millones de años, como consecuencia de la aparición del género femenino en esa lengua. “El masculino genérico no es fruto del patriarcado, sino de la visibilización de las mujeres y hembras cuando se hicieron presentes en el idioma”, escribe.

Sobre ello, Paula Córdova, doctora en Lingüística y docente PUCP, también considera que el masculino genérico no tiene un origen discriminatorio. “Hay lenguas que no tienen una marca gramatical de género y eso no impide que la sociedad sea machista. Al revés también. Uno puede usar masculino —género no marcado— y luchar por la igualdad de derechos”, explica. Y añade: “Pienso que todo surge con las profesiones y con la actividad de la mujer en el espacio público. Se decía abogado, ingeniero, y como se asumía que solo los hombres podían estudiar Derecho e Ingeniería, pues no existía el femenino. Con eso, por supuesto, que no estoy de acuerdo. En buena hora se crearon y se aceptaron los femeninos abogada e ingeniera”. Aunque no lo practica, Paula Córdova asegura no oponerse al uso del lenguaje inclusivo.

Entonces, más allá de si su origen tiene que ver o no con el patriarcado, hay argumentos para señalar que su uso extensivo sí está estrechamente ligado a él.

La RAE, en el Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica (2018), manifestó que “el género masculino por ser el no marcado puede abarcar el femenino en ciertos contextos”. También defendió “que el carácter no marcado del masculino hace innecesario el desdoblamiento en la mayor parte de los casos” (por ejemplo, alumnos y alumnas). Y también indicó que “no se considera válido el uso de la arroba, la e o la x para hacer referencia a los dos sexos”.

Claudia Almeida, sociolingüista y docente de Lingüística de la UNMSM, considera que la defensa del uso del masculino genérico no tiene nada de neutral, y dice sobre lo planteado por la RAE: “Bajo estos argumentos, el término escritores abarcaría en él a los escritores y a las escritoras; investigadores, a los investigadores y a las investigadoras; alumnos, a los alumnos y a las alumnas. ¿ELLAS están incluidas en el masculino genérico “no marcado”? ¿O se encuentran borradas o difuminadas en ÉL? Como bien diría la sociolingüista inglesa Deborah Cameron (1995), los debates sobre el uso del lenguaje no son solo sobre el uso del lenguaje; sino que constituyen la punta del iceberg que esconde debajo de él intereses de diversa índole que no son abarcados de manera directa”.

Lenguaje y política

Paula Córdova y Claudia Almeida coinciden en que el lenguaje ha tenido, desde siempre, una función política. Al respecto, Gabriela Ferrucci, docente de Humanidades y activista feminista, reconoce que el lenguaje inclusivo es un fenómeno ideológico, y dice: “al usarlo yo quiero decir que vivimos en una sociedad que invisibiliza a las mujeres y a las personas no binarias. Yo no creo que debería ser obligatorio, pero sí creo en la libertad, en el reconocimiento a las personas que lo usan”.

Como docente de redacción académica, Gabriela Ferrucci enseña las normas de la RAE como manda el canon, pero, al dirigirse a la clase, utiliza lenguaje inclusivo. “Me parece que depender de la RAE es prolongar una relación colonial. Yo no entiendo mucho que un grupo de hombres blancos, heterosexuales, nos digan cómo debemos usar el lenguaje. Entiendo que necesitamos un estándar, pero este no puede estar regido todo el tiempo por lo que diga una institución caduca. El lenguaje inclusivo no se trata solo de poner una e, sino también de poner las y los y evitar palabras como minusválido o expresiones como humor negro”, explica.

Instituciones como el BID también se han manifestado en favor del lenguaje inclusivo al considerar que existen palabras o términos pueden perpetuar estereotipos de género (Imagen: BID)
Instituciones como el BID también se han manifestado en favor del lenguaje inclusivo al considerar que existen palabras o términos pueden perpetuar estereotipos de género (Imagen: BID)

El presidente de la Academia Peruana de la Lengua, el escritor y docente universitario Marco Martos, considera que el lenguaje tiene dos tendencias: una que es de conservación y otra que es de cambio. “Una imagen para el lenguaje puede ser el río de Heráclito”, dice. Sin embargo, también considera que los cambios en el lenguaje se producen en largos periodos y cuando se les quiere forzar, se resisten. Para él, esto último es lo que está pasando con el lenguaje inclusivo.

“Todas las lenguas son producto de las sociedades que las crean y tienen el sello marcado de la época que apareció. Indiscutiblemente tienen mucha razón las mujeres en general y las feministas en particular. El lenguaje tal como lo conocemos es producto de un sistema patriarcal. Pero hay otras formas de dinamitar el patriarcado que no tiene que ver con el lenguaje. Cuando se quiere imponer palabras inexistentes desde una cúpula o una ONG, están destinadas al fracaso. No se puede obligar a que se diga todes en lugar de todos”, señala Marco Martos.

Pero, desde el activismo feminista, se propone usar el lenguaje inclusivo con libertad. Como dice Claudia Almeida, no se trata de una frivolidad ni de un capricho. “Se vincula con otras conquistas económicas, políticas y sociales. El mundo está cambiando y se están creando espacios para que más personas puedan circular en él con libertad y sin temor”, apunta.

Paula Córdova reconoce el lenguaje inclusivo como un grito de protesta frente a una sociedad sexista, y entiende que, por ello, la lucha es de mayor alcance. “Son las tradiciones machistas y los formatos comunicativos los que deben cambiar”, dice.

Instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se han sumado a iniciativa que promueve que las personas sean llamadas con el pronombre con el que se identifiquen. “Desde el BID, nos sumamos a la iniciativa de motivar a nuestros empleados a que incluyan en su firma sus pronombres elegidos, y respeten aquellos que decidan utilizar cada uno de sus compañeros”, señalaron en un a propósito del mes del orgullo LGTBIQ+.

Entre tanto, una pancarta de la marcha por el 25 de noviembre, abogaba por un mundo libre de violencia “para todxs”. Y se entiende la idea.

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