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Modesty Blaise

Por Hernán Migoya

Hoy, Modesty Blaise cumple 55 años. El 13 de mayo de 1963, esta mujer de acción debutó como protagonista de su propia tira de cómic en el London Evening Standard, diario sorprendentemente conservador para una heroína emancipada e impúdica, y de ahí su historieta se divulgó por periódicos de medio mundo, de la India a Sudáfrica. Concebida como respuesta femenina a las peripecias del espía James Bond, Modesty Blaise terminó superando al mito de Ian Fleming, si no en popularidad, sí en su aportación de unas premisas más realistas en torno a la Guerra Fría, así como en su apuesta por un personaje que rompió moldes con su conducta, de un individualismo y una liberalidad sexual capaces de hacer sonrojar al agente 007.

La culpa de tal éxito la tiene su creador, el escritor pulp Peter O’Donnell. Su sensibilidad hacia lo femenino (llegó a ser un premiado autor de novelas románticas bajo el seudónimo Madeleine Brent) le sirvió sin duda de ayuda para bosquejar a Modesty, concebida en torno a sus recuerdos sobre una niña abandonada en plena Segunda Guerra Mundial: una refugiada de 12 o 13 años se acercó a su puesto militar en Persia para recibir alguna ración en lata y luego se fue bajo la mirada triste de los soldados, para permanecer para siempre en la memoria del autor. O’Donnell desarrolló las aventuras de Modesty también en formato literario, y llegó a escribir 11 novelas y más de 10.000 tiras: la última, en abril de 2001.

El dibujante inicial de la serie fue el extraordinario Jim Holdaway, quien dotó de elegancia y credibilidad letal a la heroína, hasta su fallecimiento de un infarto en 1970, con solo 43 años, mientras dibujaba la tira del día. Le sucedería casi sin interrupciones el catalán Enric Badia Romero, responsable de acentuar la sensualidad gráfica del personaje.

                                    —Ella manda—
Modesty Blaise no es una espía oficial propiamente dicha: huérfana desde niña por causa de la guerra, logra huir de un campo de prisioneros en Grecia y su adolescencia la pasará errabunda y semisalvaje de país en país, hasta que su talante de superviviente nata la ponga al mando de The Network, una organización en Tánger dedicada al contrabando de arte, joyas y documentos secretos (nunca a la venta de drogas ni a la explotación sexual). Su éxito es tal que el servicio secreto británico le ofrece limpiar su pasado criminal a cambio de su ayuda en casos de extrema peligrosidad.

Al igual que la Mujer Maravilla tiene su Capitán Trevor, a Modesty Blaise la secunda en sus misiones Willie Garvin, mercenario y bala perdida al que rescató del alcoholismo en Saigón. Modelado sobre el físico del más hipster de los actores británicos de entonces, Michael Caine, Garvin supone el compañero ideal, diestro luchador y lanzador de cuchillos, pero exento de atadura sexual o romántica con su patrona. Su sentido del deber es platónico e inquebrantable. Y su posición como secundario al servicio de que ella brille establece una propuesta sorprendente para una historieta de acción.

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               —Demasiado liberal para los EE. UU.—
El modelo de “sexo libre” practicado por Modesty Blaise en plenos sesenta resulta chocante a los ojos de hoy, pues usa a los hombres para su diversión y los descarta, sin acritud ni piedad, cuando llegan a aburrirla. A un examante que desea volver a acostarse con ella, lo rechaza con un sucinto “porque lo digo yo”. Esa autosuficiencia hedonista y el hecho de que la tira incluyera algún desnudo eventual (Gran Bretaña no se sometía a ningún rígido código censor en ese aspecto) hicieron que el personaje no lograra una difusión tan rotunda en Estados Unidos.

Al mismo tiempo, pese a que sus historias se publicaban en diarios al alcance de todos los públicos, las tramas presentaban un tono adulto y numerosas muertes violentas, si bien Modesty y Willie prefieren las peleas a mano desnuda o con armas no fatales (como el exótico kongo, un cilindro de madera propio de las artes marciales japonesas). La filosofía personal de Blaise es inusitadamente humanista, y se arriesga a fracasar en su misión si cree que una causa personal se revela más justa que la del sistema al que sirve, algo que en Bond, un peón del capitalismo, sería impensable. Un orgulloso O’Donnell consideraba a su criatura “compasiva y vulnerable”.

                           —Mala suerte en el cine—
La razón de que Modesty Blaise no sea hoy tan popular radica también en que no cuenta con una buena adaptación al cine: su primera —y traicioneramente paródica— versión para la gran pantalla, en 1966, resultó una decepción pese a las estrellas involucradas (Monica Vitti, Terence Stamp, Dirk Bogarde) y al reputado Joseph Losey en la dirección. Le siguió un piloto para TV sin continuidad en 1982 y, ya el 2004, Miramax produjo una horrible película directa para DVD con el objetivo de no perder los derechos del personaje, pese a los rumores de que Quentin Tarantino podía estar interesado en dirigirla (al final solamente incluyó su nombre para promocionarla). Según O’Donnell, esas adaptaciones no le causaron “más que sufrimiento”.

Y aunque el autor mata a su heroína en su último relato literario, en cómic decidió dejarla partir con un final más abierto. Como ella misma llega a afirmar, “prefiero irme con un disparo que con un quejido”.

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