Una monumental historia
Una monumental historia
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA (

Victor Hugo nació el 26 de febrero de 1802 en Besanzón y falleció 83 años después en París. Uno de sus legados más trascendentes fue su imperecedera novela "Los miserables".

En ella el personaje más intenso es Javert, un inspector de policía que dedica su existencia a la persecución implacable de Jean Valjean. El conflicto entre ambos aviva la vieja polémica entre la justicia y la ley, entre la misericordia y el castigo.

La ley


El estricto policía había sido destinado a la prisión de Toulon para vigilar el trabajo de los presos, entre ellos el de Jean Valjean (sentenciado por robar un pan). Javert no admite la opción del arrepentimiento de los condenados. Un preso es un ser irredimible. Por tal razón cuando descubre que Valjean tiene una nueva identidad, la del alcalde de una pequeña localidad, su obsesión es devolverlo a las canteras. 

La persecución será larga, ocupará como un hilo conductor todas las tramas de la novela. El policía irrumpirá en la agonía de Fantine, que yacía bajo el cuidado de Valjean. Persistirá cuando Cosette (hija de Fantine) se torne en una mujer. La obsesión de Javert es la ley por la ley.  La razón de Valjean es la compasión. Son dos perspectivas que nunca confluyen.


La piedad


Valjean encarna la misericordia que se expresa en sus múltiples sacrificios por los otros.  Envilecido por las vejaciones de su prisión, el liberado se muestra al principio como un embrutecido animal librado a sus instintos. Roba y golpea al sacerdote que lo acoge. Es capturado pronto, pero el religioso perdona su falta. Más aún, ante su estupor, le obsequia todo lo robado. Desde entonces, Valjean abrazará el bien por encima de cualquier fórmula. 


Fantine será la primera beneficiaria de su piedad. Desprovista de empleo, buscará con exasperación agenciarse de algún dinero que le permita sostener a Cosette. Esta vive con los perversos Thenardier, que reclaman más recursos a la crispada madre. Acorralada, vende sus cabellos y sus dientes incisivos. Tuberculosa, débil, ahogada por la tos, es rescatada por Valjean. Este se compromete a ir en rescate de Cosette, hasta que el ubicuo Javert le sale al frente.


La raíz


Javert es un personaje en el que no median matices. La letra de la norma es un imperativo que no admite negociaciones. Su madre había sido una prostituta y su padre un ladrón. Tales manchas operan como un estigma que el correcto policía no logra superar sino a través de la negación. La vergüenza le impele a optar por una posición distante, la de un heraldo de la moralidad y la ley. 

Al contrario de lo que se suele creer, Javert no es un personaje maléfico. Es  un servidor público guiado  por un único principio. No hay refutación frente a la ley, esta se cumple sin excepciones ni piedades. El inspector sigue la línea recta como un obseso. Cualquier cesión descuadra su universo.  Pero Valjean lo desconcierta. No logra comprender su bondad. 

Incluso, cuando las barricadas populares se levantan y es apresado, el ex convicto le perdona la vida y lo libera. No existe una explicación para ese despropósito. ¿Por qué Valjean lo había liberado si ya lo tenía a su merced? El oficial reconoce sutilmente que la bondad existe y que existe al margen y aun en contra de la ley. 


Suicidio


Los códigos tienen excepciones y frente al dilema de soltar a Valjean o retornarlo a las canteras, no hay solución válida sino la muerte. Javert  no hubiera podido vivir sabiendo que quebrantó la norma, pero tampoco con el peso de haber torcido la línea de la indulgencia y el amor. La  persecución da a su fin en aquel insólito jaque: “Javert permaneció algunos minutos inmóvil, mirando aquel abismo de tinieblas. El único ruido era el del agua. De repente se quitó el sombrero y lo puso sobre la barandilla. Poco después apareció de pie sobre el parapeto… se inclinó hacia el Sena…y cayó en las tinieblas... Solo la sombra fue testigo de las convulsiones de aquella forma oscura en que desapareció bajo sus aguas.”

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