El nuevo clúster del arte independiente
El nuevo clúster del arte independiente
Elisa Fuenzalida

Cerca y a la vez lejos de los espacios más (re)conocidos del circuito del arte, distintas iniciativas surgen de manera espontánea o con metódica premeditación en salas de estar, escondidas entre iglesias evangélicas y casinos, sirviéndose de un capital todavía poco explorado en Lima: el de la fuerza colectiva y las redes de colaboración. Desde la recordada Galería del Excusado, en el baño de la librería La Casa Verde de Miraflores, muchos han seguido la estela de la vía independiente y extraoficial para mostrar arte. Esta es la historia de cómo lo improbable se une a la continuidad en los rincones menos esperados de la capital. 
     Bisagra es un ejemplo que reúne todas estas condiciones. Andrés Pereira Paz, Christian Luza, Eliana Otta, Florencia Portocarrero, Iosu Aramburú y Miguel López le dan vida a esta entrañable casita de Pueblo Libre. Todos ellos, influidos por proyectos fundacionales como La Culpable y La Casa Rosa, se han propuesto generar puentes entre las distintas manifestaciones de las artes visuales y la urbe. El diálogo y el debate son recursos constantes dentro de la estrategia e identidad bisagriana. En palabras de  Florencia Portocarrero, curadora y psicoanalista: “Bisagra es también una plataforma para proyectos que desean ampliar los contornos y quebrar los formatos habituales de las actividades que suelen suceder en la ciudad. Así, no tenemos un programa de exposiciones, sino que más bien buscamos apoyar proyectos de corte más experimental. Si estos proyectos vienen acompañados de una exposición, como es el caso de la artista argentina Fernanda Laguna [quien este martes 26 inauguró una muestra], bienvenido. Sin embargo, no es requisito”. 

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En el mismo barrio Eric Ravina, Herbert Bazán y Omier Sotomayor aceitan la maquinaria de la nave Cuarso [sic]. Sus recursos son generados a través de campañas de reciclaje de equipos e instrumentos, lo que ha derivado en una suerte de banco de materiales que beneficia a proyectos afines. Su línea curatorial se inclina hacia la difusión del cine de autor, la experimentación sonora y las nuevas tecnologías. “Nuestro objetivo es dar cabida al arte que se encuentra fuera de la norma y dar la oportunidad a artistas emergentes. Nos interesa compartir conocimientos sobre nuevos medios y tecnologías como recursos de producción y experimentación sonora”, explica Eric Ravina. Ciclos de conciertos como “Transmisor” son emitidos vía web en tiempo real; o “Trashgresión”, que es la variación más trash de estas tocadas; y “Aparato Sonoro”, su versión con sintetizadores y máquinas no convencionales. 
     El último espacio de este triángulo del arte independiente de Pueblo Libre es El Galpón. Sus contenidos, así como los tres gestores que se mantienen en el timón del proyecto (Lorena Peña, Diana Collazos y Jorge Baldeón), están enfocados en las artes escénicas y performativas. El proyecto ha explorado distintas formas de sostenibilidad. Desde el subarriendo de los espacios de la antigua fábrica de medias que lo aloja, pasando por las fiestas y las desaparecidas ayudas municipales a la creación escénica, a la financiación internacional. Ubicarse fuera del centro oficial del arte se suma al reto de la autosostenibilidad: “Cuando empezamos, los espacios llamados ‘alternativos’ estaban ubicados en el Centro de Lima o Barranco, jamás en Pueblo Libre, Jesús María o Lince. Clasemedieros que reivindicaban una identidad, eso no era políticamente correcto. No hablamos de una línea curatorial porque, más bien, para mucha gente (curadores, artistas) relacionada a las artes visuales, nuestras prácticas no son consideradas, dentro de la escena artística local, de relevancia. Pero sí hay un criterio en disputa y tensión con las artes y las prácticas ciudadanas”, cuenta Jorge Baldeón. El Galpón inicia el año con un taller de artes performativas a cargo de La Pocha Nostra y la celebración de su noveno aniversario. 

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Sin embargo, no todo lo singular y experimental se atrinchera dentro de los linderos de Pueblo Libre. Los conjuros extremos de Espacio Circuito Norte, mezcla de punk, noise y disidencias sexuales, ya trasciende los límites de Independencia. AMIL, minimal, luminoso y con horarios y programas meticulosamente organizados, se ubica en el sótano de Camino Real, ese pedazo de los ochenta detenido en el tiempo. AMIL, además de haber contado ya con un artista tan relevante como Sergio Zevallos, ha reactivado las tiendas desocupadas del fantasmal centro comercial con intervenciones de diez artistas locales e internacionales. Finalmente, en Barranco, la casa del antropólogo y curador de arte Nicolás Tarnawiecki abre sus puertas como espacio expositivo, plataforma para la discusión y sala de proyecciones. La Polaca ha entrado en receso hasta la muestra del artista Gianfranco Piazzini, así que habrá que esperar hasta el fin del verano para hacerse huésped de este peculiar salón. 
     De lo que no cabe duda es de que los retos y ventajas que aportan contar con un espacio físico y estar circunscritos a una locación específica condicionan, pero no determinan, como dice Baldeón: “No tenemos miedo incluso de desaparecer... en el sentido físico. Pero el concepto nunca podría hacerlo ya que, como proyecto, esta es nuestra fuente de conocimiento, de riesgo y, por qué no decirlo, de generar una nueva identidad limeña, una nueva comunidad, que cree que el mundo puede ser diferente”. 

[Elisa Fuenzalida (Lima, 1978) es periodista, editora, poeta y escritora. Ha publicado, entre otros libros, "Vuelos baratos", "Buscando la felicidad de manera equivocada" y "Parásitos"]

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