Escribir no es solo una acción mecánica. Para hacerlo ponemos en marcha complejos mecanismos cerebrales.
Escribir no es solo una acción mecánica. Para hacerlo ponemos en marcha complejos mecanismos cerebrales.

Más allá del encanto de seguir escribiendo a mano —es decir, con lápiz o lapicero y papel—, casi como una forma de resistencia romántica frente a la omnipresencia de pantallas y teclados, existen pruebas concretas de los beneficios de su práctica, sobre todo en los niños. Es decir, más allá del evidente apoyo al desarrollo de la psicomotricidad fina durante el periodo de formación, escribir ‘a la antigua’ estimula la actividad cerebral, propiciando procesos cognitivos y neuromusculares mejor que de cualquier otro modo. Ayuda a aprender, estudiar y realizar actividades creativas.

Los educadores y los neurólogos son quienes más nos llaman la atención sobre el asunto, esto es, las consecuencias para la salud de reemplazar completamente una práctica analógica de cientos de años —o acaso miles— por otra digital, táctil, que se da en teclados o ya solo sobre superficies cristalinas. Usted, lector, por ejemplo, ¿hace cuánto que no escribe una carta de su puño y letra?

                                         —Papel y tinta—
Tras un estudio con chicos de entre nueve y 14 años, disponible en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos1, sobre la relación entre lenguaje oral y escrito y las funciones ejecutivas, Virginia Berninger, psicóloga de la Universidad de Washington, explicaba que “el mito de que la escritura a mano es solo una capacidad motora es simplemente erróneo. Tienes que ver letras en tu mente para producirlas en la página”. Es decir, si solo tecleamos, nos perdemos el proceso de creación ‘manual’ (que en realidad es complejamente neurológica) de los significantes que, reunidos, forman el discurso escrito.

También demostró que la escritura manual ayuda a los niños a prestar mayor atención al lenguaje. Esto lo explica en términos sencillos otra especialista, Laura Dinehart, de la Universidad Internacional de Florida: los chicos a los que les cuesta más escribir terminan poniendo todo su esfuerzo en el acto mismo de la escritura, relegando el contenido, el fondo, la idea de lo que escriben. Dicho sea de paso, en un artículo publicado en The Journal of Early Childhood Literacy, añade un factor no directamente relacionado pero útil: los niños con buena caligrafía suelen ser mejor calificados por los maestros.

Tampoco se trata solo de una actividad mecánica. Berninger aclara que escribiendo a mano “utilizamos partes motrices de nuestro cerebro, como las encargadas de la planificación y el control, pero también, y acaso más importante, una zona en la que coinciden la visión y el lenguaje. Es lo que se conoce como ‘el giro fusiforme’, donde los estímulos visuales se convierten en letras y palabras escritas”, explicó la experta en un artículo para The New York Times. Por cierto, la activación de esta región cerebral, según el estudio, resultó ser completamente distinta en los niños con problemas para escribir a mano. Es muy posible que, de adultos, ellos retengan menos información si solo teclean.

Por supuesto, nadie pretende librar una batalla ardua contra la escritura en máquinas. De hecho, apretar teclas y saberse sus posiciones activa fibras intercomunicadas del cerebro, cosa que no ocurre con la escritura manual. La escritura digital, además, nos aporta rapidez, legibilidad y facilidad para copiar y compartir contenidos. Lo ideal, simplemente, es plantear desde el hogar y la escuela una escritura híbrida, empezando por la realizada a mano y la lectura en papel, para, más adelante, enfrentar a los pequeños a pantallas y tabletas.

Virginia Berninger añade una ventaja extra pero nada desdeñable: “Dominar la escritura manual, aunque sea con mala letra, es una manera de hacer tuyo el lenguaje en un sentido profundo”.

Ventajas de la escritura a mano

Favorece la creatividad y el pensamiento crítico: aumenta la actividad neuronal, y, por lo mismo, la capacidad para resolver problemas.

Incrementa la capacidad expresiva, la imaginación y la creatividad: los estudios demuestran lo obvio, que se tiene más tiempo para pensar lo que se escribe.

Mejora el aprendizaje y la memoria porque ayuda a procesar y reestructurar la información con las palabras propias. Por ello ayuda a mejorar la comprensión lectora.

Propicia la capacidad de síntesis y de análisis.

Afina la ortografía (los cuadernos aún no vienen con ‘corrector’).

Combate el deterioro cognitivo, y retrasa la posible aparición de demencia senil o alzheimer.

Ayuda a combatir el estrés.

Aumenta la concentración.

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