Radio Filarmonía: voces en el tiempo
Radio Filarmonía: voces en el tiempo
Jorge Paredes Laos

Primero solo el silencio. El long play ha empezado a girar en la tornamesa y después de un ruido parecido al zumbido de abejas se escucha la voz pausada, de melodrama, de Juan Rulfo. “¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad”. El maestro mexicano lee uno de los cuentos de su célebre libro "El llano en llamas" en un disco grabado por la CBS en 1967, y mientras este da vueltas, Rulfo parece estar vivo de nuevo, hablándonos de cerca. “—No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti. —Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno”.

     Pausa. El sonido de otro disco se expande en el aire. “El madrejón desnudo recibe una sed de agua/ la luna atorrando por el frío del alba/ y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.// El coche se hamacaba rezongando la altura;/ un galerón enfático, enorme, funerario./ Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura/ arrastraban seis miedos y un valor desvelado”. Es la voz de Borges que recita su poema “El general Quiroga va en coche al muere”, en un vinilo que conserva intacto el acento del autor de "Fervor de Buenos Aires".  

Cuatro casetes y un programa
Todo empezó hace 31 años. Era enero de 1984 cuando la señora Martha Mifflin 
Dañino decidió llevar su colección casera de 200 discos a la radio que acababa de fundar. Así nacía el archivo sonoro de Solarmonía, primer nombre de la emisora. Al poco tiempo, ella recibió un sorpresivo regalo: un paquete de Radio Exterior de España con cuatro casetes que contenían charlas de escritores hispanoamericanos, entre quienes estaban Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa. Decidió, entonces, interrumpir la música cada domingo por la mañana y transmitir cada una de las grabaciones. Al cabo de un mes, los oyentes empezaron a llamar para pedir nuevas entregas. “Pero no había más”, cuenta Mifflin Dañino. “En ese momento Lima Tours nos regaló una grabadora de carrete, un aparato enorme con cintas magnetofónicas con el que nos fuimos a grabar todas las actividades del Mes de las Letras”, recuerda. “Así conseguimos más material para emitir una secuencia dominical que no hemos interrumpido desde entonces”. 
La radio conserva ahora las 915 emisiones del programa Charla dominical, entre las que destacan los homenajes al compositor Enrique Pinilla y las participaciones de Armando Robles Godoy, Luis Alberto Sánchez y Julio Ramón Ribeyro. También guarda todo el ciclo de poesía producido hasta inicios de los años noventa por el recordado Augusto Tamayo Vargas —206 emisiones— y una selección de lujo de 18 poetas que fueron invitados a la emisora a leer y comentar sus obras. 

     Entre estas grabaciones se encuentran las intervenciones de Javier Sologuren, quien lee con serenidad sus poemas “Recinto” y “La hora”, y de Blanca Varela, quien con emoción asegura que los poetas son “una especie difícil de desaparecer, de extinguirse, como esos organismos que necesitan muy poco alimento material para sobrevivir”. Sobresale, además, la voz de Emilio Adolfo Westphalen, quien con gran modestia dice: “No soy más que un aficionado de poesía a quien esta ha utilizado durante breves momentos como intermediario defectuoso de sus dictados perentorios”. 

     Un “archivo de la palabra” —como lo llama Mifflin Dañino— que se ha alimentado de donaciones de embajadas, instituciones y de los propios oyentes, y que contiene las voces de los premios Nobel Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y William Faulkner, y de clásicos como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, José Donoso y los mencionados Juan Rulfo y Jorge Luis Borges.

Palabra de esta américa
“Bueno, este disco podrá parecer un tanto insólito por la mezcla de textos que voy a leer, pero personalmente siempre me ha parecido que todo debe ser un poco insólito en este mundo porque lo contrario de lo insólito es lo común, es decir una lata”, dice con su ligero frenillo la voz estentórea y modulada de Julio Cortázar en un LP que pertenece a la serie "Palabra de esta América". Es otro de los más de 90 mil registros que guarda radio Filarmonía, entre discos de larga duración, compactos, casetes, cintas magnetofónicas y videos. 

     María Fe Sheput, la directora de esta fabulosa colección, cuenta que uno de los planes de la radio —si los presupuestos aún lo permiten— es organizar un Centro de Documentación Sonora, en el que estudiantes y musicólogos puedan escuchar este repositorio no solo de música clásica, sino también del folclore de distintos países, así como las palabras de compositores, poetas y escritores peruanos. Ella todavía recuerda el día en que emitieron un spot pidiendo a sus oyentes que les enviaran sus discos en desuso. “Primero llegaron por unidades, luego por cajas y, finalmente, por camiones”, cuenta. 

     A pesar de que esta convocatoria fue hace 15 años, los discos han seguido arribando. No solo del Perú sino también de lugares tan lejanos como Rusia, Malasia o Qatar. En la sala donde trabajan los voluntarios que codifican este material, aún hay varias cajas cerradas sin clasificar. 

     Uno de estos voluntarios, el señor Marco Illanes, limpia con precisión de cirujano la aguja del brazo del tocadiscos. Desde hace nueve años él viene religiosamente a la emisora para catalogar los LP. Ahora es un improvisado disc jockey. Saca con cuidado el disco de su caja y después de limpiarlo lo deja correr en la tornamesa. Entonces emerge la voz solemne de Pablo Neruda, quien recita como si fuera un obispo en el acto más sagrado de la liturgia: “Del aire al aire, como una red vacía,/ iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,/ en el advenimiento del otoño la moneda extendida/ de las hojas, y entre la primavera y las espigas,/ lo que el más grande amor, como dentro de un guante/ que cae, nos entrega como una larga luna”.

     La voz viaja por la casona de la calle Pedro de Osma, en Barranco, que aún es 
sede de la radio. Pero pronto esto cambiará. El 31 de octubre este local debe ser entregado a sus propietarios y Filarmonía tendrá que mudarse, con sus miles de discos, a otro lugar. Una dificultad más que se suma a los problemas de presupuesto que ya afronta la emisora. Por eso sus directivos han iniciado una campaña para recaudar fondos y evitar que la señal salga del aire. Depende de nosotros impedir que reine el silencio.

Música con historia
Entre lo más valioso del archivo de Radio Filarmonía se encuentran las antiguas grabaciones de Ravel, Copland, Stravinsky, Mahler, Grieg y Debussy, en las que ellos mismos interpretan sus composiciones. En el caso peruano la lista musical es ingente en todos los géneros —clásico, lírico, opereta, folclore, jazz, zarzuela, grabaciones de conciertos y ciclos de autores—. La emisora guarda música vocal navideña de los siglos XVII y XVIII y, por supuesto, muchos conciertos de homenaje a compositores de la talla de Francisco Pulgar Vidal, Celso Garrido-Lecca, Enrique Iturriaga, Edgar Valcárcel y Armando Guevara Ochoa. 

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