Los retos de la filosofía del lenguaje
Los retos de la filosofía del lenguaje
Francisco Melgar Wong

Hace un par de meses, dos profesores de Filosofía de The University of North Texas, Robert Frodeman y Adam Briggle, provocaron una disputa en el mundo académico con un artículo que apareció en la página de opinión de The New York Times. El texto titulado “Cómo la filosofía equivocó su camino” afirmaba que “el fracaso de la filosofía contemporánea” tuvo su origen en la institucionalización de la filosofía; esto es, en la migración de la filosofía de “cualquier lugar” (el ágora, la plaza pública, el dormitorio, etc.) al especializado mundo académico actual. Según Frodeman y Briggle, dicha reubicación había forzado a los filósofos a asimilar los métodos de las ciencias formales (en especial los de la lógica y las matemáticas) y esto, a su vez, había conducido a la filosofía al fracaso, ya que el objetivo de esta, de acuerdo con los autores del artículo, no son los estudios especializados de corte científico, sino el cultivo de la virtud y la moral.
    Más recientemente, el filósofo Scott Soames escribió otro artículo en respuesta a Frodeman y Briggle, en el que señalaba que la filosofía no había equivocado su camino, sino que Frodeman y Briggle lo habían hecho al afirmar que los métodos formales la habían conducido al fracaso. A modo de prueba, Soames mencionó diversos logros que la filosofía había alcanzado gracias a estos métodos. Por mi parte, tomaré la posta dejada por Soames y profundizaré en uno de ellos, a saber, la contribución de la filosofía del lenguaje a la semántica formal y a la creación de una ciencia del significado lingüístico.

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La filosofía del lenguaje contemporánea nace en 1879 con la publicación de Conceptografía, ópera prima del matemático y lógico alemán Gottlob Frege. En este libro Frege desarrolla un lenguaje lógico que le permite hacer una formulación sistemática de la lógica proposicional. Esto habría bastado para que pasara a la historia como uno de los lógicos más importantes de todos los tiempos, pero la interpretación que hizo de este lenguaje lo convirtió también en el fundador de la filosofía del lenguaje tal como la conocemos hoy en día.
    Para Frege, una oración tiene significado porque representa al mundo. “La nieve es blanca”, por ejemplo, representa un mundo donde la nieve es blanca y no de otro color. Dado que la oración le impone condiciones al mundo para ser verdadera, estas son sus “condiciones de verdad”. Frege también señala que la representación del mundo expresada por una oración es un pensamiento, y este pensamiento puede ser expresado por la oración gracias a los significados de sus partes: nombres, verbos, etc. De esta manera, el pensamiento expresado por una oración se interpreta como su significado. Estas dos ideas, la relación entre verdad y representación y la estructura compuesta del significado lingüístico, fueron las piedras fundamentales sobre las que se construyó la semántica formal.
    Los aportes de Frege serían suficientes para mostrar la importancia que los métodos formales de la filosofía tuvieron en la evolución de la semántica. Pero hay más. En el artículo “El concepto de verdad en los lenguajes formalizados” (1935), el matemático y lógico polaco Alfred Tarski desarrolló una noción de verdad en los siguientes términos: “La nieve es blanca” es una oración verdadera si y solo si la nieve es blanca. Esta noción de verdad puso en evidencia la relación que existe entre el significado de una oración y su valor de verdad. La idea fue asimilada por los semánticos intensionales, quienes hallaron en ella una fórmula para dar cuenta del significado lingüístico. 

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Para los semánticos intensionales una oración es verdadera en el mundo actual, pero podría ser falsa si el mundo hubiera sido distinto. Partiendo de esta idea, concluyeron que el conjunto de todos los mundos posibles donde una oración es verdadera constituye su significado. Pero esta concepción del significado presenta un problema: las verdades matemáticas son verdaderas en todos los mundos posibles aunque “1 + 1 = 2” y “56 – 56 = 0” no signifiquen lo mismo. Esta incongruencia parece señalar que, en algún lugar de su historia, la semántica intensional dio un paso en falso.
Para filósofos como Scott Soames, la semántica intensional debe reconocer que la noción de verdad ya presupone una de significado. Por ello, en lugar de partir de la noción de verdad para dar cuenta del significado de una oración, lo que debemos hacer es hallar una noción de significado que se acomode a la de verdad que nuestras mejores teorías ya han conseguido. Ese es, según Soames, el siguiente paso en la filosofía del lenguaje. 
    Claro, esto no quiere decir que Frodeman y Briggle se equivoquen del todo. De hecho, como bien señalan, las reflexiones sobre la virtud y la moral siguen siendo una parte importante de la filosofía. Es solo que, en el caso de la filosofía del lenguaje, es evidente que los métodos formales han permitido elaborar teorías más precisas y explicativas que las que teníamos hace 200 años. Por supuesto, el trabajo no ha terminado aún. Y dadas las características de la investigación científica y de la actividad filosófica, quizá nunca termine. Con todo, los logros conseguidos hasta la fecha gracias a los métodos formales nos hacen pensar en un futuro prometedor.

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