Escena del documental "Río Verde, el tiempo de los yakurunas", dirigido por los hermanos Álvaro y Diego Sarmiento.
Escena del documental "Río Verde, el tiempo de los yakurunas", dirigido por los hermanos Álvaro y Diego Sarmiento.

Por Óscar Bermeo Ocaña

La inmensidad de la selva amazónica desafía el ojo del realizador audiovisual. Si bien constituye un vasto terreno de estímulos creativos, existe la tentación de caer en postales repetidas y miradas exotistas. En los últimos años, sin embargo, pareciera que esos transitados caminos van quedando de lado. La aparición de propuestas fílmicas en las que la Amazonía ya no solo es vista como una atractiva locación, sino que también es percibida como un mundo cargado de vitalidad, sugiere otras formas de aproximación.

En ese universo simbólico, la ayahuasca se revela como uno de los rasgos que mejor explican la conexión espiritual entre los seres que lo habitan, aunque el misticismo que rodea a la planta sagrada y sus efectos alucinógenos han sido también apropiados por el mercado: en tiempos en los que el turismo ofrece experiencias más que productos consumados, la ayahuasca y la sensibilidad amazónica corren el riesgo de ser empaquetadas —previa banalización— y entregadas al comercio. En este amenazante contexto, resulta interesante revisar las recientes aproximaciones cinéfilas hacia las prácticas ancestrales que perviven en nuestra selva.

“Nos interesa registrar las plantas y la naturaleza como personajes principales y con vida, más que objetos de fondo o decorativos”, refiere Álvaro Sarmiento, quien dirigió con su hermano Diego la cinta peruana Río Verde, el tiempo de los yakurunas. El filme tendrá su estreno local el 8 de agosto en el Festival de Cine de Lima.

Cinco años atrás, los hermanos Sarmiento llegaron a San Martín para dictar talleres de video en diversas comunidades. Interesados en las formas de convivencia local, fueron relacionándose con los modos cotidianos y establecieron vínculos horizontales con los habitantes del lugar. Meses después, cuando decidieron presionar “Rec”, las cosas fluyeron espontáneamente.

La película "Planta madre" fue filmada entre Argentina y el Perú. Su director es el peruano Gianfranco Quattrini.
La película "Planta madre" fue filmada entre Argentina y el Perú. Su director es el peruano Gianfranco Quattrini.

Un espacio y tiempo mítico
A través de ícaros de ayahuasca (cantos chamánicos), la cámara de Río Verde nos va sumergiendo en las profundidades del Amazonas. Ahí en la verde espesura, los movimientos de los personajes parecen dictados por las cósmicas visiones de la medicina espirituosa. “Los ícaros sirven para introducir al espectador dentro de un espacio-tiempo mítico diferente, para que ingrese en un estado de conciencia alterada, característico de los rituales chamánicos”, anota Álvaro Sarmiento.

A través de una narración más bien observacional, asistimos a la intimidad de acciones que parecen traídas de otros tiempos. Vemos personas dedicadas a labores erradicadas de la concepción moderna. En la cinta los personajes cazan, pescan y recolectan. Pero no como acciones de subsistencia, más bien parecieran ritos de comunión con la naturaleza. “Es una película sensorial, que permite transportarte al universo amazónico”, describe Diego.

Las secuencias se suceden en sus propios ritmos. Distante del frenetismo citadino, la selva impone sus reglas temporales. Los silencios y el sonido ambiental componen una atmósfera que nos libera del ruido cotidiano. El fluir del río, un ser casi omnipresente en la trama, contribuye a la metáfora. “Los yakurunas son los seres que habitan en las aguas.

En algún momento planteamos que las personas de la película sean posibles ‘yakurunas’”, dice el codirector. La cinta tuvo un importante recorrido antes de su llegada al circuito local. En la última edición del Festival Internacional de Cine de Berlín formó parte de la sección Fórum, dedicada al cine de vanguardia, y también estuvo en el reconocido Festival de Guadalajara. En el de Lima, que inicia este 4 de agosto, participará en la Competencia Oficial Documental. Para los directores, no hay una etiqueta específica para su trabajo.

“No considero que el documental pueda registrar una cultura, al otro, ya que siempre existe un punto de vista subjetivo del autor”, anota Álvaro Sarmiento. “Más que el registro de una cultura, buscamos expresar el transcurso del tiempo en la Amazonía a través de la poesía de la imagen”, dice su hermano Diego, como zanjando la discusión de formatos.

Si bien los cantos de ayahuasca guían el universo explorado, hay cierto trato respetuoso al lado psicodélico de la experiencia. Quizá responda a la postura que asumen ambos ante lo sagrado. “La ayahuasca es una planta que te permite explorar tu espiritualidad y acceder a un universo mítico. Es una planta maestra que no debe tomarse a la ligera”, sostienen.

Choques de mundos
Para la realizadora argentina Georgina Barreiro, Ícaros (2014), el documental que filmó a orillas del río Ucayali, fue una oportunidad de sacar las temáticas indígenas del terreno de la victimización y “mostrarlos desde un lugar fuerte, de la admiración, ya que gracias a sus tradiciones se volvieron comunidades cohesionadas”.

Al inicio no tenía la ayahuasca como eje temático. Llegó a la selva peruana interesada en los trabajos pictóricos de los artistas locales y no tardó en darse cuenta de que el universo espiritual saltaba a la vista en las pinturas. “Encontré que pintaban mucho los personajes y las escenas sacadas de las visiones”, recuerda. Ahí sintió el llamado de la planta. Junto con su equipo se internaron en comunidades vecinas a Pucallpa. “Fueron cerca de veinte horas en barco”, detalla.

En Ícaros se plantean las tensiones del sincretismo cultural a partir de Mokan Rono, un joven shipibo que se mueve entre dos mundos: el tradicional de sus ancestros y la modernidad ofrecida por la urbe. “Era un joven con conflictos internos. Yo quería representar a esa generación de nuevos chamanes que tienen más contacto con la ciudad”, refiere Barreiro.

La cámara acompaña al joven en su iniciación en el conocimiento de la ayahuasca. Guiado por un sabio chamán y su madre, una maestra curandera, va acatando las tareas asignadas. Una dieta de tres meses, un retiro y abstinencia sexual en el periodo previo a la purga son algunos de los hábitos que lo prepararán para la toma. Si bien la transición espiritual es un proceso individual, el documental rescata también el carácter colectivo que engloba la práctica ancestral. “Aunque no todos consumen, la comunidad se involucra en la recolección de las plantas, la preparación, inclusos los niños están ahí. Es parte de la cotidianidad; quise sacarle ese tinte inalcanzable que vende el mercado”, asegura la directora.

Gianfranco Quattrini fue un poco más explícito con el choque intercultural. En la cinta de ficción Planta madre (2014), el director peruano afincado en Argentina cruzó realidades aparentemente opuestas: Buenos Aires e Iquitos, el rock y la cumbia, lo contemporáneo y lo ancestral. ¿Cómo abordar ese cruce sin una mirada de exotismo?

“Basta llegar a Iquitos para percibir que el sincretismo cultural y los contrastes extremos están integrados con naturalidad a la vida cotidiana. En sintonía con lo que me inspiró mi experiencia en Iquitos, quise unir lo terrenal con lo espiritual, en lo que es, a mi modo de ver, una propuesta realista, aún con su sicodelia”, dice Quattrini.

Buscando las raíces de su abuela, encontró en Iquitos una ciudad que lo interpelaba. Había alguna pulsión que movilizaba sus fueros internos. Esa energía se traslada en la ficción a Diamond Santoro, una leyenda del rock argentino que llega a la selva peruana dispuesto a hacer frente a sus propios demonios. El poder sanador de las plantas parece ser la única salida para su atormentado pasado. “Quería que se entienda la ayahuasca como medicina curativa, no como una droga”, dice Quattrini. Diamond emprende la búsqueda de un chamán, un intermediario que lo conecte con su interior. “Para el registro de la ceremonia de ayahuasca mi referencia era la realidad. Había decidido que no intentaría representar el aspecto visionario de la experiencia, nada de surrealismo visual. Por respeto a la ayahuasca, elegí trabajar esa secuencia desde una mirada antropológica”, anota el director.

En la mayoría de los casos se reproduce ese gesto: la postura observacional (casi quieta) de la cámara, como reduciendo la intervención, ante la ceremonia chamánica. El respeto a lo sagrado aparece ya no solo en un sentido estético, sino también ético. Para retratar lo inexplicable, lo que está más allá de la razón, quizás baste con potenciar lo no visto. Tal vez la clave esté en creer para ver.

Escena del documental "Río verde, el tiempo de los yakurunas" que se estrena el próximo 10 de agosto en el Festival de Cine de Lima, en el Centro Cultural de la PUCP.
Escena del documental "Río verde, el tiempo de los yakurunas" que se estrena el próximo 10 de agosto en el Festival de Cine de Lima, en el Centro Cultural de la PUCP.

Más información

Como parte de la 21 edición del Festival de Cine de Lima, Río Verde, el tiempo de los yakurunas se exhibirá el jueves 10, a las 19:30, en la Sala Azul del , con presencia de los directores. Un día después, a las 17:00, habrá una segunda proyección. La película de los hermanos Sarmiento forma parte de la sección Competencia Oficial Documental.

En 1982, Nora de Izcue, considerada la primera cineasta nacional, estrenó el largometraje de ficción El viento del ayahuasca [sic].
La película desarrolla una particular historia de amor surgida en la selva. Un sociólogo limeño conoce a Nexy, una joven loretana que lo sumerge en el contexto mágico-religioso de la ayahuasca.

El año pasado en Río Branco (Brasil) se realizó la primera edición del Ayafilm, festival dedicado a producciones que abordan la experiencia de la ayahuasca. Participaron trabajos como El abrazo de la serpiente (Colombia), Ícaros (Argentina), Planta madre (Perú/Argentina), Marina Abramovic in Brazil: The Space in Between (Brasil), entre otras.

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