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Rock subterráneo: la furia de los ochenta - 5
Dante Trujillo

Los ochenta no fueron una década feliz en nuestro país. Hacia la segunda mitad, principalmente durante el primer gobierno de Alan García, la situación parecía, más que precaria, insalvable: la crisis económica solo ensanchó la brecha social, agravada por la locura asesina de Sendero Luminoso y el MRTA, y las ominosas reacciones en las que cayeron, en no pocos casos, las fuerzas del orden. Vivíamos sumidos en la escasez, recluidos por toques de queda; apagones; bombas; falta de dinero, de oportunidades, de trabajo. Imperaban el racismo, la discriminación y el miedo. El país estaba fracturado. No había futuro a la vista. Así, ser joven no era fácil.


El contexto socioeconómico de los ochenta alimentó el espíritu contestatario de los subterráneos. (Foto: )

El contexto socioeconómico de los ochenta alimentó el espíritu contestatario de los subterráneos. (Foto: subterock.com)

Como sucediera años atrás en otras latitudes que sufrían problemas socioeconómicos análogos —piénsese en el Reino Unido, por ejemplo—, un grupo de muchachos provenientes de diversos estratos encontró en la música —otra música, muy distinta a la que propalaban las radios— y en la contracultura una ventana por la cual saltar, en algunos casos, cuando no salir a dar pelea, a poner la mano completa en la llaga. Más o menos, la versión peruana del punk se llamó subte. Y como todo movimiento generó su propio aparato, medios de expresión y puntos de encuentro: conciertos donde se ‘pogueaba’ hasta el desmayo; casetes y fanzines que pasaban de mano en mano, producidos con más ingenio que recursos; y una estética propia, singular, que se podía distinguir en afiches, cortes de pelo, discursos contra el conservadurismo y el estado de la cuestión. Era la ‘movida’ versus el ‘sistema’.

Asimismo, aunque nunca constituyó tanto una organización como una actitud, la movida subte en Lima tuvo, además de adeptos —hoy en su mayoría frisando los cincuenta años—, su propia épica, encarnada en quienes se trepaban a los escenarios de la Concha Acústica del parque Salazar, de la Jato Hardcore o del mítico No Helden a gritar sus verdades sobre riffs de guitarras baratas y baterías de lata. Cada una en su estilo, a veces, incluso muy distinto entre sí, bandas como Leuzemia, Narcosis, Zcuela Crrada, G-3, Sociedad de Mierda, Eutanasia, Voz Propia y más (unas 200) formaron el soundtrack de esos malos años. De ello han pasado tres décadas y mucha agua bajo los puentes de Lima. Un tiempo y una distancia más que suficientes para acercarse al fenómeno, rescatarlo para quienes no lo vivieron, y tratar de comprenderlo.

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Lima, 2004. Presentación del disco "El Ingreso" de Voz Propia en el auditorio del Centro Cultural de España. (Foto: Carolina Guerrero)

Lima, 2004. Presentación del disco

Hace poco más de cuatro años, la economista y especialista en políticas públicas Fabiola Bazo —quien reside desde hace décadas en Canadá, desde donde se da maña para codirigir la página web Subte Rock— comenzó a tramar un proyecto que asiera, mostrara y tratara de comprender el fenómeno subterráneo en nuestra capital, siguiendo el camino testimonial que comenzara con el documental Grito subterráneo (1987), dirigido por Julio Montero, y libros como Alta tensión (2002), de Pedro Cornejo, Los sumergidos pasos del amor (2007), de Daniel F y Se acabó el show (2012), de Carlos Torres Rotondo. Para ello entrevistó a muchos de sus integrantes y recopiló abundante información, lo que terminó en un libro compuesto por 14 textos entre el ensayo y la crónica testimonial llamado Desborde subterráneo: una contracultura juvenil en tiempos violentos (Lima 1983-1992).

El título del libro es una alusión al clásico de José Matos Mar Desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Perú en la década de 1980, donde revelaba la convivencia de dos circuitos económicos: el oficial, constituido por el “universo registrado de personas que operan en el comercio, la producción, transporte y servicios al amparo de las leyes civiles”; y otro contestatario y popular “en el que opera un universo de empresas y actividades no registradas, que se mueven fuera de la legalidad o en sus fronteras, frecuentemente […] desarrollando creativamente sus propias reglas de juego”. En ese sentido, como señala Bazo en la introducción de su libro, “los subtes se encargaban de escribir, producir, distribuir y difundir su producción musical, siguiendo el ethos del ‘hazlo-tú-mismo’, fuera del circuito oficial de música comercial (disqueras, radios), que era indiferente a tendencias musicales alternativas. Y lo hicieron durante un periodo de rampante recesión económica que generó altos niveles de desempleo e hiperinflación y que afectó directamente sus posibilidades de encontrar un empleo digno para ganarse la vida”.


2001. Concierto de reencuentro de Narcosis en la Discoteca Kaoz del Cercado de Lima. (Foto: Francisco Sanseviero)

2001. Concierto de reencuentro de Narcosis en la Discoteca Kaoz del Cercado de Lima. (Foto: Francisco Sanseviero)

Asimismo, añade que “el contexto socioeconómico y político sin futuro de los ochenta alimentó el espíritu contestatario, ‘antitodo’ y, en algunos casos, nihilista de los subterráneos, pero también generó divisiones dentro de la escena, que se convirtió en el escenario de las disputas de clase y polarización social que caracterizaron esa década. En Desborde popular, Matos Mar hizo hincapié en el ‘divorcio entre el Estado y la sociedad’ y la existencia de ‘dos Perúes paralelos’. Por un lado, el Perú marginado, ‘plural y multiforme’; y, por otro, el ‘Perú oficial’, que mantenía claras divisiones étnico-raciales y se apoyaba en la autoridad de las instituciones tradicionales (familia, Iglesia y Estado). Este segundo fue lo que los subtes denominaron el ‘sistema’ y contra el cual desataron toda su rabia a través de su producción estética”.

A propósito de dicha estética, durante el camino Fabiola Bazo entró en contacto con el coleccionista y curador Alberto Candia —en los ochenta, una de las cabezas de un importante medio difusor como la recordada revista Esquina—, quien posee la más amplia compilación de memorabilia subte: desde casetes hasta videos, fanzines, volantes, afiches, y demás piezas de arte gráfico variopinto. “La nostalgia mueve muchas cosas, porque es un estado perdido al cual quieres volver. No quiero decir que regrese esta misma escena, sino que se comprenda todo el contexto sociocultural de una época violenta. A los subtes les jodían los tombos, el cole, su jato; querían salir de ese entorno y, al hacerlo, encontraban que tenían muchos pares fuera, y hallaban reconocimiento en la identidad”, explica Candia.

Todo el proyecto de Bazo y Candia es también un imperdible viaje a la nostalgia.

—Entrevista a Fabiola Bazo—

En la introducción del libro mencionas que Carlos ‘Boui’ Magan [bajista de Voz Propia, muerto hace un año exactamente] te dijo que ojalá tu investigación sirviera para que más gente conociera lo que sucedió durante el tiempo que le sirve de marco. ¿Ese fue tu propósito al asumir la empresa?
Hay jóvenes que tienen mucha curiosidad acerca de lo que pasó en los ochenta, cuando no había Internet y no todos contaban con televisión a colores en sus hogares, ni se podía acceder a objetos importados y cosas así. Un tiempo anterior a la globalización. Por otro lado, hay miembros de esa generación que la recuerdan y reflexionan al respecto; ellos ahora tienen hijos y se dan cuenta de que estos están creciendo y entrando en la juventud en un contexto social y económicamente muy distinto, y con menos conservadurismo en ciertas áreas.

Lo que noté en mis conversaciones con los subterráneos fue que para algunos reflexionar sobre este periodo resulta importante, incluso terapéutico; mientras que una minoría prefiere no hablar al respecto: les es como tabú. Quizá porque tienen problemas emocionales todavía por resolver. Y otro grupo, minoritario también, sigue atrapado en su juventud.


El guitarrista "Cachorro" Fernando Vidal, en el concierto de reunión de Narcosis.(Foto: Paco Sanseviero)

Sin embargo, en alguna parte señalas también que hoy se habla del fenómeno subte más que nunca. ¿A qué crees que se deba?
¿Está lo subte de moda? No lo creo. Si así lo fuera, los conciertos serían multitudinarios y se tocaría su música en las radios. No, no es moda. Es atractivo para aquellos interesados en lo que está fuera de lo mainstream, pero no son la mayoría de limeños, y menos de peruanos.

“Considerando en frío, imparcialmente”, ¿crees que se trató de algo relevante a nivel cultural?
No lo veo como una transformación cultural, pero sí pienso que fue una de las manifestaciones contestatarias del desborde de Matos Mar desde el punto de vista de chicos de clase media urbana interesados en el rock.

El guitarrista

Más que una relevancia cultural, pienso que se ha desarrollado una especie de culto. Por ejemplo, cuando lees acerca de conciertos de grupos como Voz Propia, se refieren muchas veces a “la banda de culto”, y es porque tienen seguidores dedicados que van a sus conciertos y se saben las letras de sus canciones y las interpretan con la banda

¿Habría una idealización romántica del movimiento?
Hay algo de eso en la narrativa que se ha producido en la última década. Son varias novelas llenas de candor que nos acercan a las mentes de varones que participaron en esa escena. Como madre de un adolescente, leo esas novelas con empatía porque siento que había muchos jóvenes que se sentían solos y dependieron muchísimo de sus pares, para bien o para mal, para su desarrollo moral. [Se refiere, por ejemplo, a Al final de la calle (1993), de Óscar Malca; Nuestros años salvajes (2001), de Carlos Torres Rotondo; Incendiar la ciudad (2002), de Julio Durán; Generación Cochebomba (2007), de Martín Roldán Ruiz; La ciudad de los culpables (2007), de Rafael Inocente; y Lima subte (2012), de Ernesto Carlín].


2003. Concierto por los 20 años de Leuzemia. (Foto: Fernando Fujimoto)

¿Cómo surgió la idea de hacer la investigación? ¿Cómo fue el proceso?
Cuando me integré a la Universidad Simon Fraser [en la Columbia Británica, Canadá] en el 2012, conocí al subdecano de mi facultad en una reunión. Conversamos de temas académicos y luego de música. Él había sido punk y cuando le conté que había surgido una escena punk en Lima a mediados de los ochenta mostró mucho entusiasmo y me alentó a que escribiera sobre el tema. Estaba muy interesado por saber más acerca del punk en el Perú y establecer comparaciones.

2003. Concierto por los 20 años de Leuzemia. (Foto: Fernando Fujimoto)

La idea original fue escribir un artículo para un journal. Fui a Lima con esa intención a fines del 2012. Conversé con una decena de subtes y volví a Vancouver a escribir. Sin embargo, estas entrevistas trajeron otras más. Se volvió una bola de nieve.

En cinco meses empecé un blog con dos subtes: mi hermano, asistente de dirección del documental Grito subterráneo y baterista de Sin Kura y El Proceso; y con Luis Espinoza, editor de los fanzines Subterock y Konekción Rock. Gracias a ellos pude conocer a mucha gente de la escena. Hoy la página de Facebook de Subte Rock tiene miles de fans y he publicado avances de mi investigación ahí. Contamos con una selección de autores que participaron activamente en la escena.

En el verano del 2014 volví a Lima con la intención de profundizar el trabajo en el blog. Comencé a recolectar más testimonios y me di cuenta de que podía escribir un libro. En junio de ese año me reuní con mis socios de Subte Rock y dos amigos más y les propuse armar una exhibición. La moción fue aceptada y redactamos una propuesta

¿Qué sorpresas te llevaste en el camino?
Estoy muy satisfecha con el apoyo que me ha brindado la gente asociada a la escena. Incluso subtes que ahora radican en el extranjero. Todos desinteresadamente compartieron conmigo memorias muy personales y sus archivos, que significan mucho para ellos emocionalmente y que podrán apreciarse en la muestra. Hay gente muy generosa. Y aunque fue una experiencia que vivieron hace 30 años, a algunos todavía les mueve el corazón hablar sobre ello. Lamento no haber tenido una formación en psicología para poder llegar mejor a algunas personas y ser más sensible a sus experiencias: para algunos la movida fue un salvavidas.


Daniel F en el concierto celebrado por los 20 años de Leuzemia en el local "El Huaralino" del distrito de Los Olivos (Foto: Fernando Fujimoto)

¿Qué fue lo más importante para ti?
Que para entender lo subte hay que entender los ochenta. Cómo se agenciaron estos chicos para construir un circuito alternativo de música con tan pocos recursos. Esa maqueta de Narcosis, Primera dosis, es una joya en ese sentido. La creatividad es incomparable.

¿Dónde están los subtes hoy?
¡Los hay todas partes! Conozco uno que es dentista en Alemania; otro, juez. Varios periodistas y diseñadores gráficos. También hay quienes todavía hacen música pero, como siempre, muy pocos viven solo de su arte. Si quieres tener una experiencia subte hoy, lo mejor es ir a Quilca y la plaza San Martín y a los bares aledaños durante los fines de semana. En esos conciertos caen los dinosaurios o arman sus tocadas.

Treinta años después, más allá de lo evidente, ¿qué ha cambiado?
Ya no hay conflicto armado, no hay apagones ni coches bomba, no hay recesión económica. Ahora se puede planificar un futuro. En los ochenta no sabías si al salir a la calle no volverías después, o si te agarraba el toque de queda.  El escapismo y el consumismo no estaban presentes.

Daniel F en el concierto celebrado por los 20 años de Leuzemia en el local

“El empujón brutal  de Patricia Roncal”
Un fragmento del libro Desborde subterráneo, de Fabiola Bazo.


1987. Patricia Roncal, conocida como María  T-ta ,en entrevista con Mariella Balbi. (Foto: Desborde Subterráneo)

1987. Patricia Roncal, conocida como María  T-ta ,en entrevista con Mariella Balbi. (Foto: Desborde Subterráneo)

Patricia Roncal, más conocida como María T-ta, fue líder, vocalista y letrista de las bandas de rock subterráneo Empujón Brutal, la Concha Acústica y María T-ta y sus Puntas. María T-ta fue una de las pocas mujeres que asumió un rol de liderazgo dentro de la escena subterránea. Como música y portavoz, fue la primera en introducir una crítica a los roles de género de ese momento, en particular al machismo y al discurso antisistema subterráneo.

[…]

Para María T-ta, como el resto de los subterráneos, el rock fue un vehículo de expresión y sirvió para romper esquemas. Los esquemas que ella eligió quebrar fueron el machismo, la doble moral sexual y la sexualidad femenina. Fue la primera en denunciar que, en ese momento, la mujer en el Perú estaba “recontra cagada, hasta las huevas” (Vélez 1987: 38) y que las primeras víctimas de la violencia del sistema eran las mujeres.

[…]

Me cuenta Alberto, “el mundo de la T-ta era así, o te acostumbrabas o a la mierda nomás”. Sus presentaciones, entrevistas y publicaciones dejaban bien claro que se trataba de una mujer en un mundo masculino. Para ella el medio era el mensaje. Mírame, soy una mujer y esto es lo que quiero decirte:

“Me puse el nombre de María T-ta porque para comenzar quiero romper con todo lo que es tabú sexual. Cuando tú dices teta, la gente se impresiona, se asusta, como si fuera algo fuera de lo común, como si fuera algo marciano, como si ninguna mujer tuviera tetas. Y ningún hombre, porque los hombres también tienen, atrofiadas pero tienen, ¿no?... una teta es lo más común, lo más rico, todo el mundo ha mamado alguna vez y sabe lo que es una teta no me vengan con cuentos”.

Ella denunció en una entrevista que ciertos valores “que imponen los padres”, como la conservación de la virginidad femenina hasta el matrimonio, son parte de la violencia del “sistema”. Definió la virginidad como “un valor impuesto” y “descartable”, que una vez perdido no era recuperable. Así que las chicas que no tienen “nada que perder” pueden mandarse “con todo y hacer rock”.

Sin embargo, María T-ta no se consideraba feminista. En la entrevista que le hizo Julio Montero para el documental Grito Subterráneo (1987), indicó que había que combatir el machismo “sin llegar a militar en el feminismo”.

El mensaje de María T-ta no se ajustaba a los parámetros libertarios y el código de conducta subterráneo. Un discurso antimachista que destacaba el libre ejercicio de la sexualidad femenina no fue apreciado. Cayó como “una patada en los huevos” en ciertos sectores subtes. Su agenda trasgredía a los trasgresores. María T-ta infiltró lo femenino, considerado doméstico y privado, por lo tanto no relevante, en una contracultura callejera y netamente masculina preocupada en denunciar cosas “serias”. Y, por eso, se le calificó de inauténtica, “posera”.
 


Entrevista 'sin editar' realizada a María T-Ta en 1987 por Julio César Montero Solis.


El libro

Nombre: Desborde subterráneo: una contracultura juvenil en tiempos violentos (Lima 1983-1992)
Autora: Fabiola Bazo
Editorial: Instituto de Arte Contemporáneo
Páginas: 220
Precio: S/ 80,00


Exposición
Desborde subterráneo
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Lima (av. Grau 1511, Barranco)
Fechas: Del 3 de febrero al 9 de abril
Horario: de martes a domingo, de 10:00 a 18:00
Entradas: general, S/ 10,00; niños, estudiantes y jubilados, S/ 6,00
Más información: www.maclima.pe
 

Una playlist con algunos de los éxitos de una época violenta.