Universidades por el ‘kambio’
Universidades por el ‘kambio’
Jorge Paredes Laos

Parece ya un lugar común decir que en calidad educativa somos los últimos de la fila. Y no es para menos. Estamos entre los países de América Latina que menos invierten por estudiante y menos investigaciones científicas realizan. Si nosotros, como gran avance, hemos logrado invertir 2.500 dólares por estudiante al año, esta cifra palidece frente a los 10.000 dedicados por Chile o los 13.000 gastados por Brasil. Y si nosotros empleamos el 0,1% del PBI en investigación, Colombia se ha propuesto alcanzar el 1% el 2018, y no existe comparación con países como Japón (4,7%) o Estados Unidos (2,7%). Como contraparte, en los últimos tiempos hemos vivido un boom de nuevas universidades que han surgido al amparo de un decreto legislativo, dado en 1996, que buscaba promover la inversión privada en el sector. Desde entonces, se han abierto 81 nuevas instituciones, de las cuales 58 son particulares. Para nadie es un secreto que muchas de ellas no cumplen ni remotamente con los estándares de calidad y son —como dice el investigador Carlos Fosca Pastor— “universidades-garaje”, es decir, pequeños centros alentados más por el lucro que por la excelencia.   
    En medio de este panorama, un grupo de autoridades y profesores de la Universidad Católica ha presentado un informe en el que, aparte del diagnóstico de rigor, presentan propuestas de cara al flamante período de gobierno. El estudio "Aproximaciones a la educación universitaria" reúne siete pequeños ensayos y un anexo en los que se abordan desde las políticas de Estado que deberían guiar el sector, hasta aspectos puntuales como la investigación, el financiamiento, la regulación y la gestión de estos centros superiores.  
    Santiago Pedraglio, profesor de la PUCP y coordinador de la publicación, lo resume así: “Lo primero es pensar la educación superior como algo formado por la instrucción universitaria y la técnica, como se hace en otros países, donde se tiene una política general que impulsa todo el conjunto. Luego, necesitamos fortalecer la educación pública con más recursos y mejorar la privada, tanto la que busca el lucro como la que no. Después, es fundamental darle peso a la investigación. Es verdad que hemos mejorado en estos últimos cinco años, pero si nos comparamos con otros países de América Latina, somos los que menos gastamos en este rubro. Y no me refiero solo a la investigación en ciencia y tecnología, sino también en humanidades. Y, finalmente, debemos pensar el quehacer universitario en función de los requerimientos del país y sus ciudadanos. Para lograr todo esto se necesitan voluntad política y una agenda clara que debería asumir este nuevo gobierno”. 


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En medio de encendidos debates, se promulgó en el 2014 la nueva Ley Universitaria 30220. Entre sus reformas más saltantes, se creó la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) y se establecieron nuevos parámetros para impulsar la investigación, para fijar un mínimo de profesores a tiempo completo —el 25 por ciento—, con la exigencia de que estos cuenten con una maestría y un doctorado. ¿Es suficiente? “Evidentemente, siempre hay cosas que pueden mejorarse, —dice Pedraglio—. Pero yo sugeriría al nuevo gobierno que mantenga la ley y no la cambie porque se trata de un avance. Si se hacen ajustes, que se hagan, pero después de consultas y debates”. En el primer capítulo del dosier, Marcial Rubio Correa, rector de la PUCP, afirma que es indispensable que dentro del Estado exista un ente político que diseñe y conduzca la educación superior en el Perú y que no sea solo una dependencia administrativa ni una de sanción, como la actual superintendencia. Un ente que bien podría ser un viceministerio de educación superior. 


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Otras de las preguntas centrales del dosier se refieren al modelo de universidad que necesita el Perú. Pedraglio es enfático: “No hay un solo tipo de universidad, sino diferentes modelos, como sucede en el resto del mundo. Lo más importante es que tengan un fuerte compromiso con el país, que apuesten decisivamente por la calidad y que respondan a los requerimientos de la producción, de la industria, y que puedan tomar iniciativas en determinadas áreas. Por ejemplo, las que tienen sedes regionales podrían generar vínculos no solo con sus entornos geográficos, sino también con las instituciones y la sociedad en las que se encuentran”. 
    El aspecto clave para lograr esto es que las universidades dejen de ser solo lugares de enseñanza y se conviertan en centros en los que se investiga y se genera conocimiento. En su ensayo, el científico Alberto Gago Medina destaca la importancia de la investigación básica o pura como fuente generadora de conocimiento y desarrollo. Algo que muchos ven como innecesario porque no se aplica directamente a ningún avance tecnológico. Gago cita, entonces, al científico Michael Faraday, cuando en una conferencia pública le preguntaron para qué servía su descubrimiento sobre la inducción electromagnética. Con ironía, él respondió: “¿Para qué sirve un bebé recién nacido?”.

Libro: Aproximaciones a la educación universitaria
Editor: Santiago Pedraglio
Editorial: Fondo Editorial PUCP
Páginas: 116

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