(Ilustración: Manuel Gómez Burns)
(Ilustración: Manuel Gómez Burns)

Ese da era el concierto de Nacho, pero despert con Escovedo, quien cantaba: Next time you see me. Im gonna smile for the camera. Like some wild man from Pompei Y pens: es hermoso pero no es Nacho. Y escrib el inicio de mi prximo proyecto, el nmero 14: Poema-homenaje a Ren Char. Un libro de aforismos lricos numerados a la manera de Furor y misterio: 1. No se agotan los estilos, sino los poetas. 2. Todo el da rondando alrededor de una idea. Las palabras acechan queriendo fertilizarla. No ocurre nada. La tarde se extingue en el sitio. 3. Nada mejor para la posea que no encontrar tu voz. 4. La muerte, esa oportunidad de rectificar. 5. Amigos, oportunidades perdidas.

Y sal. Previendo la inminente descarga de energa nocturna hice del desayuno un brunch y a medioda me castigu con dos empanadas de queso (sin aj, qu incivilidad, libelo 15: componer una lista con tono de venganza la Bloy de pases que no han desarrollado el picante en su gastronoma), prosegu con un bife mariposa baado de abundantes papas fritas correctamente acompaadas por una pequea ensalada de lechuga y tomate para dar color y finalic con tres alfajores repletos de dulce de leche y un espresso sin cafena, pequeo lubricante diseado para favorecer el descenso intestinal. Camin un poco en claro mensaje a mi tracto, cuyas responsabilidades libr parcialmente con Sal de fruta Eno, polvillo que delicadamente dej caer sobre un vaso de agua antes de mi oportuna siesta vespertina, asumiendo que en tres o cuatro horas, cuando resucite, ira a mandar un poderoso y atlntico fax submarino a la Casa Blanca, luego del cual quedara descansado y ligero para hacer frente a los rigores del concierto. Y as fue. Todava era tarde y Spandelli Imperatore, Nacho bilocado y este servidor llegbamos al Harrods con los ojos enceguecidos, puesto que es difcil evitar la subordinacin intrnseca que define la relacin entre creador y creyente. As, afectados por el espectculo an si recibir, trasladamos nuestra alienacin a la ciudad, que nos acept gozosa, como una amante pobre pero digna. Todo empez con un tarareo, una meloda que pudo ser Nuevos planes, idnticas estrategias pero que termin siendo Noches rticas, tal vez porque tenamos fro y caminbamos lento, preocupados porque nuestro arrullo invada el paisaje urbano y lo ralentice otorgndole un efecto entre canbico y cmodo que llamaba la atencin sobre una luz cada vez ms oblicua, austral, tan propia de estas latitudes, que refractaba en la tarde colores insospechados que pronto desaparecan como los ltimos destellos de una lmpara que ha estado prendida mucho tiempo y es de pronto apagada por un nio, televisor antiguo que tarda en morir, dice Spandelli, y yo afirmo con la cabeza mientras Nacho the unborn pregunta de dnde salen estas cantidades enormes de salitre donde antes nos pareci no ver nada?, y es verdad, el salitre se multiplica como la doble negacin, enormes cantidades de salitre expectorado por la humedad se acumula en las calles como el detritus blanco de una construccin fallida, el exceso residual es un sntoma inequvoco de declive en cualquier sociedad industrial, pontifico, o tal vez solo sea una premonicin apocalptica o arte urbano o el homenaje final que un artista porteo hace a una novela de Alan Moore, digo, esto es Buenos Aires y puede pasar cualquier cosa, y me siento importante, aunque detecto todo tipo de defectos en el acabado, en la ejecucin, en la manufactura, calles mal delineadas, una zonificacin impropia, arribismo europesta, dice Spandelli, solo salvado por Sarmiento, agrega, y yo digo Perlongher, y el sosias de Nacho grita Zelarayn! y nos excita un poco recitar su poesa atravesando Rivadavia e inquirimos a nuestro obeso amigo por si la triste gente de Buenos Aires ha tenido el decoro mnimo de erigir un monumento al poeta que salv sus almas de la muerte espiritual y el obeso Spandelli canta: Hay que inventar el fuego, pensaran algunos, y yo le respondo: Yo en cambio pienso en los reflejos del tren que pasa de noche junto al ro Salado, y el fantasma triste de Nacho Vegas termina: No puedo dormir cuando viajando de noche s que tengo a mi derecha el ro Salado, repite, el ro Salado, esto podra ser Springsteen, comento, y Spandelli empieza a cantar algo del Nebraska y del Nebraska pasamos no s cmo a Gmez Jattin, lo veo caminar desnudo con una flor en la boca, cuento, y Gmez Jattin nos acompaa rascndose la cabeza con una mano y masajendose el sexo con la otra, a las seoras de Buenos Aires les escandalizan sus facciones sirias, lo puedo notar, su extraa barba libanesa, ese andar chueco, esquinado, tan mal visto por la mirada italiana que le grita turco, pero hay algo conmovedor en su curiosa condicin de lumpen a punto de alcanzar la iluminacin y diseccionamos los rasgos formales de su poesa como si fuera el cnclave que tres entomlogos dan sobre patas de insectos, y desarrollamos las carencias de la literatura latinoamericana de la misma forma en la que un especialista en normativa analizara la penosa evolucin del castellano porteo, con rigor, estonazos, sintiendo cmo poco a poco una cancin va montndose en nuestros labios y nuestros labios se mueven respondiendo al crescendo de una pared snica que ondula y ondula y del fondo empieza a caminar queriendo acercarse a nosotros mientras los pasos resuenan sobre largos listones de madera que prolongan una sombra negra que ya apenas se mueve y ante un micrfono quieto canta: Hooyyy de nueeeevoooo cerraremos loooos ooojos deseeando con devocin unanueeevaaa nooochertica y delnegrooo ms puro Y cinco mil personas: nocomoeeeldelaooscuridaaaad Y el rey: sinocomoeldelbano asnueeestros pulmooones seaneganenunsueo queenveneeenaaa y queeesaaanaaa Y todos: sueeeosdeeeenochesrticas Y dios: queenveneeenaaa y queeesaaanaaa Y el rasgueo de fondo con su suave distorsin permanece y permanece como una barrera que se resiste a caer mientras la msica se debilita hasta ser solo un pequeo sonido que lucha incomprensiblemente ante el pasmo magno de Spandelli the infamous, Nacho irreal y yo, las tres personas que en este momento formamos el rincn ms hermoso de la Tierra.

Libro:Estrella solitaria Autor:Jernimo Pmentel Edicin:Fondo de Cultura Econmica Precio:S/ 25,00

Vida y obra: Jernimo Pimentel(Lima, 1978) Poeta, narrador, editor y columnista deEl Dominical. Es autor de la novelaLa ciudad ms triste (2012) y de los poemarios Marineros y boxeadores (2003), Frgiles trofeos (2007), La muerte de un burgus (2010) y Al norte de los ros del futuro (2014). Estrella solitaria se presentar el jueves 28 de julio, a las 20:00, en la sala Ciro Alegra de la FIL, con la participacin de Alonso Cueto y Jeremas Gamboa.