Un pasaje de la última novela de Laurent Binet, una sátira detectivesca que gira en torno a la muerte de Roland Barthes.  (Ilustración: Manuel Gómez Burns)
Un pasaje de la última novela de Laurent Binet, una sátira detectivesca que gira en torno a la muerte de Roland Barthes. (Ilustración: Manuel Gómez Burns)

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La vida no es una novela. Al menos eso es lo que a ustedes les gustara creer. Roland Barthes sube una vez ms por la rue de Bivre. El mayor crtico literario del siglo XX tiene sobrados motivos para estar angustiado en grado sumo. Su madre, con quien mantena unas relaciones muy proustianas, ha muerto. Y su curso en el Collge de France, titulado La preparacin de la novela, ha resultado un fracaso del que difcilmente puede sustraerse: durante todo el ao ha estado hablndoles a sus alumnos de haikus japoneses, de fotografa, de significantes y significados, de divertimentos pascalianos, de camareros de caf, de batas guateadas o del nmero de asientos en el anfiteatro, de todo menos de novela. Y va para tres aos as. Sabe irremediablemente que el propio curso no es ms que una maniobra dilatoria para aplazar el momento de empezar una obra verdaderamente literaria, es decir, una que haga justicia al escritor hipersensible que est aletargado en l y que, en opinin de todo el mundo, ha empezado a dar brotes con su Fragmentos de un discurso amoroso, considerada ya la biblia de los menores de veinticinco aos. De Sainte-Beuve a Proust, ya toca cambiar y ocupar el sitio que le corresponde en el panten de los escritores. Mam ha muerto: se ha cerrado el crculo que se abri con El grado cero de la escritura. La hora ha llegado.

La poltica, s, s, ya se ver. No se puede decir que sea muy maosta, despus de su viaje a China. Por otra parte, no es eso lo que se espera de l.

Chateaubriand, La Rochefoucauld, Brecht, Racine, Robbe-Grillet, Michelet, Mam. El amor de un chico.

Me pregunto si ya habra entonces algn Vieux Campeur en el barrio.

Dentro de un cuarto de hora estar muerto.

Estoy seguro de que el papeo era bueno en la rue des Blancs-Manteaux. Imagino que se come bien en casa de esa gente. En Mitologas, Roland Barthes descifra los mitos contemporneos erigidos por la burguesa a la mayor gloria de s misma y, gracias a ese libro, l se convirti en alguien verdaderamente famoso; as que, de alguna manera y en resumidas cuentas, es a la burguesa a la que deber su fortuna. Pero se trataba de la pequea burguesa. La gran burguesa que se pone al servicio del pueblo es un caso muy particular que merece ser analizado. Habr que escribir un artculo al respecto. Esta noche? Por qu no ahora mismo? No, antes tiene que seleccionar sus diapos.

Roland Barthes aprieta el paso sin percatarse de nada de cuanto lo rodea, y eso que es un observador nato, cuyo oficio consiste en observar y analizar y cuya vida se la ha pasado por entero rastreando signos. No hay duda de que no ve ni los rboles, ni las aceras, ni los escaparates, ni los coches del boulevard Saint-Germain, que se conoce de memoria. Ya no est en Japn. No siente la mordedura del fro. Apenas si oye los ruidos de la calle. Aquello parece la alegora de la caverna pero al revs: el mundo de las ideas en que l est encerrado oscurece su percepcin del mundo sensorial. A su alrededor, no ve ms que sombras.

Las razones que acabo de evocar para explicar la actitud desasosegada de Roland Barthes estn todas refrendadas por la Historia, pero tengo ganas de contarles lo que realmente sucedi. Aquel da, si l tiene la cabeza en la Luna, no solo es debido a su madre muerta, ni a su incapacidad de escribir una novela, ni incluso a la desafeccin creciente y, a su juicio, irremediable por parte de los chicos. No digo que no piense en todo esto, no tengo ninguna duda sobre la calidad de sus neurosis obsesivas. Pero hoy hay otra cosa aadida. En la mirada ausente del hombre inmerso en sus pensamientos, un transente atento sabra reconocer ese estado que Barthes crea no volver a experimentar nunca ms: la excitacin. No es por su madre, ni por los chicos, ni por su novela fantasma. Es la libido sciendi, la sed de saber, y con ella, reactivada, la orgullosa perspectiva de revolucionar el conocimiento humano y, quiz, cambiar el mundo. Acaso cuando cruza la rue des coles, Barthes se siente como Einstein cuando pensaba en su teora? Lo nico cierto es que l no camina muy atento. Le quedan unas decenas de metros hasta llegar a su despacho cuando de pronto rebota contra una camioneta. Su cuerpo produce el sonido sordo, caracterstico, horrible, de la carne que choca contra la chapa y rueda por la calzada como una mueca de trapo. Los transentes se sobresaltan. Esa tarde del 25 de febrero de 1980 no pueden saber lo que acaba de ocurrir delante de sus ojos, y no es de extraar, pues hasta el da de hoy la gente todava lo desconoce.

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En realidad, un cuarto de hora despus an no ha muerto. Roland Barthes yace en la cuneta, inerte, pero su cuerpo emite un silbido rauco y, mientras su espritu se hunde en la inconsciencia, probablemente surcada por haikus turbulentos, alejandrinos racinianos y aforismos pascalianos, oye y se dice a s mismo (seguramente se lo dice) que quiz sea lo ltimo que oiga los gritos de un hombre enloquecido: Se lanz bajo mis rrruedas! Se lanz bajo mis rrruedas!. De dnde procede ese acento? En torno a l, los transentes, recuperados de su estupor, se han agolpado e, inclinados sobre el futuro cadver, discuten, analizan, evalan:

Hay que llamar a una ambulancia!

No vale la pena, est pedo.

Se lanz bajo mis rrruedas, ustedes son testigos!

Tiene aspecto de estar malherido.

Pobre hombre

Hay que buscar una cabina telefnica. Alguien tiene monedas?

No he tenido ni tiempo de frrrenar!

No lo toquen, hay que esperar a la ambulancia.

Aprtense! Soy mdico.

No lo mueva!

Soy mdico. An vive.

Hay que avisar a su familia.

Pobre hombre

Yo lo conozco!

Habra que saber su grupo sanguneo.

Es un cliente. Cada maana viene a mi bar a beberse un chato. []

La mayora de las lenguas que hay en el mundo emplean la r apicoalveolar, que se llama r vibrante, al contrario que el francs, que ha adoptado la R dorsovelar desde hace unos trescientos aos. Ni el alemn ni el ingls hacen vibrar la r. Lo que no sucede en el italiano ni en el espaol. En el portugus quiz? Es un poco gutural, en efecto, pero el fraseo de ese hombre no es ni lo suficientemente nasal ni lo suficientemente meldico, en realidad es incluso bastante monocorde, hasta el punto de que en l se distinguen mal las inflexiones de pnico.

Dirase ruso.

Sobre el autor

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Laurent Binet (Pars, 1972) es profesor de Literatura en la Universidad de Pars III. En el 2010 gan el Prix Goncourt y el premio de los lectores del Livre de Poche por su novela HHhH. Adems, es autor del relato surrealista Forces et faiblesses de nos muqueuses (2000) y del libro testimonial La vie professionnelle de Laurent B (2004). La sptima funcin del lenguaje es su nueva entrega, reconocida con los premios Interalli y FNAC.

Sobre el libro

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Ttulo: La sptima funcin del lenguaje Autor: Laurent Binet Editorial: Seix Barral Pginas: 440 Precio: S/55,00