"A México con doña 'Tencha' Allende", de Iván Slocovich
"A México con doña 'Tencha' Allende", de Iván Slocovich

El general Augusto Pinochet acababa de dar un sangriento golpe de Estado en Chile y el depuesto presidente Salvador Allende había muerto en el Palacio de La Moneda. Nadie sabía qué era de la viuda, doña Hortensia Bussi de Allende, ni de sus tres hijas. En la capital chilena decían que andaban protegidas por los militares en la embajada de Cuba. Otros afirmaban que estaban viviendo su duelo en la residencia del embajador mexicano. En el mundo no se sabía qué estaba ocurriendo en Santiago. Se hablaba de detenidos y cadáveres hacinados en el Estadio Nacional y que nadie podía salir del país, pues el gobierno de facto había prohibido el ingreso de vuelos comerciales para evitar que se “escaparan” los simpatizantes del derrocado régimen comunista. A 3.390 kilómetros de distancia hacia el norte, en el Centro de Lima, en la sala de redacción del diario Correo, el periodista Teófilo Caso no podía irse a su casa. Debía esperar el cierre de los despachos de las agencias de noticias para terminar con su trabajo que ya se prolongaba durante los primeros minutos de ese domingo que nunca olvidaría. 
    En los últimos días los despachos cablegráficos indicaban que, desde ocurrido el golpe el 11 de setiembre, las aeronaves que tenían como destino Santiago permanecían parqueadas  en los terminales de Lima y Mendoza. Entre estos aviones había uno de Aeroméxico que debía entrar a la capital chilena para recoger a los parientes y amigos de Allende y de sus principales colaboradores, muchos de ellos asesinados o detenidos. El gobierno del presidente mexicano, Luis Echeverría Álvarez, les había otorgado asilo, pero nadie pudo salir de Chile hasta los primeros minutos del domingo 16 de setiembre, hora peruana, que fue cuando el general Pinochet cedió ante la presión internacional y dejó que ingresara a Pudahuel el vuelo de la aerolínea mexicana para llevarse a la viuda de Allende, a sus hijas y a sus amigos. Fue la agencia italiana ANSA la que envió la noticia al mundo y Teófilo Caso, a punto de quedarse dormido sobre el escritorio, la recibió en Lima. El brevísimo texto decía que los militares chilenos habían autorizado la entrada del DC-9 desde Argentina y la salida de los asilados hacia México, no sin antes hacer escalas técnicas en Antofagasta, Lima y Ciudad de Panamá. 
    —¿Aló?, ¿aeropuerto?, ¿informes?
    —Sí, señor, dígame, qué información requiere. 
    —Habla Teófilo Caso, del diario Correo. Una consulta, amigo. Quiero saber a qué hora llega a Lima el vuelo de Aeroméxico que viene de Santiago y Antofagasta. 
    —El vuelo estará acá en Lima a las seis de la mañana. 
    —Muchas gracias, muy amable. 
    Era casi la una de la madrugada y Teófilo Caso quería ir a esa comisión. A esa hora no había jefe que lo mandara, así que él mismo se propuso ir al aeropuerto para la supuesta conferencia de prensa que daría doña Hortensia Allende, según la información que le pasó un colega. Sería la primera aparición pública de la viuda luego del golpe de Pinochet. Pensó que si se iba a su casa en Barranco y de ahí al aeropuerto, perdería mucho tiempo, así que optó por quedarse a dormir en la sala de redacción hasta que fuera la hora de llegada del avión. Y así fue. Pegó el ojo un rato y al cabo de unas horas despertó de un brinco, se afeitó en el baño vacío, se peinó y se acomodó el saco y el nudo de la corbata. A las cinco de la mañana salió a la avenida Wilson y paró un taxi. Tenía en el bolsillo quince soles y el chofer le cobraba siete. Recorrieron una Lima de plomo invierno, con calles vacías y sucias. Tomaron la avenida Argentina y de ahí a Faucett, hasta la puerta del aeropuerto internacional Jorge Chávez, en el Callao. Ya había luz de día cuando llegaron. Teófilo Caso le dijo al chofer del taxi que lo esperara, que le pagaría quince soles por ida y vuelta, que sería rápido nomás, que era periodista y que cómo iba a desconfiar de él, por favor, amigo, cubro la conferencia de prensa de la señora Allende y salgo. El conductor aceptó a regañadientes mientras su pasajero ingresaba corriendo hacia la sala de prensa ubicada en la zona de vuelos internacionales con quince soles que nunca vería. 
    En 1973, sin terrorismo, coches bomba de Sendero Luminoso, ni ataques como los de Al Qaeda en Estados Unidos en 2001, el único 11 de setiembre importante era el del sangriento golpe de Estado de Pinochet. Por esos años la seguridad no era un problema para nadie. Los periodistas incluso podían llegar hasta el pie de las escalinatas para entrevistar a los personajes que subían o bajaban de los aviones parqueados frente a ellos. La mañana del domingo 16 de setiembre de 1973, Teófilo Caso salió corriendo a la zona de parqueo de aviones, se identificó y llegó hasta la escalera del DC-9 de Aeroméxico, en cuyo interior estaban los exiliados chilenos. 
    Varios periodistas se le habían adelantado y todos rodeaban a un hombre alto de terno que había bajado del avión. Era el embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, quien trataba de explicar que la señora Allende no daría conferencia de prensa como se especulaba, que no querían tener problemas con el gobierno peruano al hacer declaraciones contra los militares chilenos que habían tomado el poder, que por favor comprendan, que estaban solo de paso para recargar combustible. El diplomático hablaba mientras reporteros, redactores y camarógrafos casi se le tiraban encima. Queremos que hable la señora, decían. Tres metros más allá, en la base de la esclarea del avión, permanecía un policía para impedir que alguien subiera. Martínez Corbalá seguía dando explicaciones a los periodistas, cuando llegó corriendo un corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina. Apareció gritando y casi se avienta sobre el embajador y los demás periodistas. 
    —¡Que la señora “Tencha” hable! Soy de una agencia cubana revolucionaria y tengo que transmitir el mensaje de la señora Allende. ¡Que denuncie lo que está pasando en Chile, el mundo debe saber la verdad! —gritó el de Prensa Latina. 
    —Cálmese, señor, por favor —dijo Martínez Corbalá en medio de los empujones. 
    —Ya cállate, carajo, llegas tarde y encima jodes —terció un periodista de televisión dirigiéndose al cubano que por poco le pega al embajador. 
    El tumulto que generó la llegada del cubano obligó al policía de la escalinata a abandonar su puesto y acercarse a proteger al diplomático para evitar que sea aplastado. Al percatarse de ese detalle, Teófilo Caso comenzó a alejarse del capotico grupo de periodistas, hasta que llegó al pie de la escalera. Tenía el camino libre. Vaciló por una fracción de segundo y comenzó a subir al avión sin voltear hacia abajo. Tomó aire y siguió ascendiendo. Arriba dos tripulantes lo saludaron y se hicieron a un costado para que ingresara al avión. Quizá creyeron que era un diplomático o a lo mejor un pasajero que volvía al interior de la aeronave. Teófilo Caso hizo una venia y avanzó. Giró a la derecha. Estaba en el pasillo del DC-9. 
    […]
    Giró y comenzó a regresar por el pasillo para tratar de obtener algunas palabras de la señora Allende. Serían declaraciones exclusivas, pensó. Había cometido la osadía de meterse en el avión y no pensaba irse con las manos vacías. Pero cuando iba por la mitad del camino hacia su objetivo, Martínez Corbalá regresó agitado al avión y de inmediato, detrás de él, un tripulante cerró y aseguró la puerta delantera. Iban a partir rumbo a la siguiente escala: Ciudad de Panamá. “Carajo”, pensó el periodista, quien bajó la mirada hacia el primer asiento vacío que tuvo cerca y se sentó. 

Libro: La estrella del reportero
Autor: Iván Slocovich
Edición: Planeta
Páginas: 127
Precio: S/ 35,00

Vida y obra: Iván Slocovich (Lima, 1972)
Periodista y director nacional del diario Correo. Es autor del libro de relatos "El olor de las flores a fines de abril" (1997) y de la novela "Los ojos de Kairel" (2004). 
    Su última publicación, "La estrella del reportero", combina la crónica periodística con la ficción, y narra, entre otras historias, la aventura del periodista Teófilo Caso y su persecución de la viuda de Allende. La presentación será el viernes 22, a las 19:00, en la sala Abraham Valdelomar de la FIL Lima. 

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