Tito, el rinocerontito, tena un cuerno en la cabeza, tambin dos ojos y cuatro patas muy fuertes, como los unicornios. Eso vea todos los das en su reflejo de la laguna. Pero haba aprendido, a travs de los libros y sus imgenes, que los unicornios son unicornios no solamente porque tienen un cuerno, sino porque cuentan con dos ojos, cuatro patas y un cuerpo esbelto. Y ese cuerpo es delgado y largo, blanco de blanqusimo y tan bonito.
Frente a su reflejo, Tito, el rinocerontito, vea un cuerno, dos ojos y cuatro patas, pero cuatro patas cortitas. Su cuerpo, rechoncho; su piel, oscura, negruzca; su imagen Su imagen. Dud, reflexion, se mir, dio la vuelta, gir; lanz unas sonrisas al espejo de agua. Su imagen no era Dud, reflexion, se mir un rato ms: la colita que se mova, las orejas tambin Dud, y al rato se decidi: su imagen no era agraciada. Pens que era feo. No tanto como una hiena o un sapo, pero por debajo de un tigre de bengala o un halcn de garras inmensas. Los unicornios, con su nico cuerno, son lindsimos, se dijo, muy triste.
Estuvo afligido hasta que se le ocurri la idea, la-idea, La-Idea, LA GRAN IDEA: hara cuanto fuera necesario para convertirse en unicornio.
Tito es el rinoceronte que quera ser un unicornio.
Al da siguiente, Tito, el rinocerontito, decidi que lo ms sencillo era adelgazar, y eso hara primero. Lo de quedarse blanco de blanqusimo sera para despus, cuando se le ocurriera cmo lograrlo.
Adelgazar?! le pregunt su amiga Nayra, ms incrdula que sorprendida. Sus ojillos brillantes reflejaban el amanecer; era una rinoceronta de mirada tan curiosa como inteligente, con un cuerno fino y centrado a la perfeccin en su cabeza. Tito respondi con una resolucin que no conoca, que pareca la de un muchacho que est por madurar. Habl como si fuera otro:
Ser esbelto.
Los rinocerontes no hacen ms ejercicio que embestirse unos a otros y pasear por las hmedas praderas; y si hay barro, la diversin est en revolcarse. Tito, el rinocerontito, quedaba marrn de pies a cabeza, y fresqusimo en el lodazal.
Ningn rinoceronte suele correr tanto; tampoco se apresuran para ir de un sitio a otro. La nica vez que Tito vio al ms viejo y sabio desbocar el paso fue cuando se prendi la hierba seca del matorral y estuvo a punto de comenzar un incendio. Aceler como una fiera tras su presa.
A Tito le impresion que, con su inmensa sabidura, y por encima de su notable vejez, ese gigante llegara hasta las llamas y apagara las lenguas de fuego a pisotones. Pocos jvenes podan pisotear con esa resolucin y sincronizar as las patas para moverse rpido.
Decidi buscarlo y pedir, con la humildad del aprendiz, que le enseara a trotar. Tito hara ejercicio.
El ms sabio y viejo lo mir extraado y le pregunt por qu deseaba aprender a trotar.
Tito, el rinocerontito, procuraba decir siempre la verdad y, esta vez, curiosamente, not que la verdad le daba un poco de vergenza. No la verdad de que quera ser esbelto, sino la razn que impulsaba ese anhelo.
Porque trotando se baja de peso le dijo, como disculpndose.
Y para qu quieres bajar de peso? consult el ms sabio y viejo, todava extraado. Tito, de tan emprendedor, no estaba recordando que los rinocerontes ni siquiera sudan.
Para verme mejor afirm Tito con mayor seguridad, aunque reservndose el resto.
El ms sabio y viejo no sigui con sus preguntas, porque las encontr algo prejuiciosas y quiz intolerantes. Pens que tal vez estaba llegando a una edad en la que no empatizaba con los jvenes. Sin embargo, deba intentarlo. Eso es la sabidura, dijo para s, satisfecho.
Muy bien. Yo te ensear le respondi, imaginndose al galope con ese aprendiz.
Se sinti a gusto, menos viejo y todava ms sabio. []
El ms sabio y viejo le mostr una hilera de rboles a lo lejos y le indic que deba alcanzar el primero y volver. Que lo hiciera caminando, solo caminando. Y Tito recorri de ida y vuelta. E hizo lo mismo durante das.
Decepcin. No conoca esa palabra hasta que Nayra se la ense. Lo que Tito senta era decepcin, porque las enseanzas del ms sabio y viejo de los rinocerontes parecan de las ms intiles.
Los tres primeros das, Tito, el rinocerontito, fue y volvi del mismo primer rbol una infinidad de veces. El cuarto y quinto da, camin de ida y vuelta pero ms lejos, hasta el segundo rbol.
No entenda, y estaba enfadado. Cmo era posible que lo obligara a caminar cuando lo que necesitaba era trotar? Trotar es trotar. Trotar es para galopar, pensaba Tito, imaginando que era un unicornio en una pradera sin humedad ni lodazales.
Ten paciencia le dijo Nayra la semana siguiente. Ella estaba segura de que el ms sabio y viejo tena un plan. Planificar era una de sus cualidades, y por cualidades as lo admiraban.
Haba un plan. La semana siguiente, los recorridos de ida y vuelta llegaron al tercer rbol. Tito, el rinocerontito, sinti algo de cansancio por la distancia y hasta miedo de ir tan lejos. Cansancio, miedo y confianza. Comenzaba a comprender.
En la tercera semana, Tito fue y volvi sin trotar, y menos galopar, hasta el ltimo de los ltimos rboles de la hilera. Y adems de cansancio, adems de miedo, adems de confianza, adems de todo, experiment orgullo. Orgullo porque se sobrepuso al agotamiento, orgullo porque venci el temor y orgullo porque entendi que las aves vuelan porque primero saben aletear. l haca algo similar.
Maana trotars le adelant el ms sabio y viejo, mientras aproximaba su cuerno al de Tito. []
Trotar no es correr, pero se le parece, ya que se avanza un poco rpido, a paso ligero como quien da saltitos, siguiendo el ritmo de las patas delanteras con las traseras. As lo ejemplific el ms sabio y viejo de los rinocerontes a Tito. Y lo haca bien.
Tito deba imitar esos movimientos hasta el primer rbol, y descansar. De ah, seguir hasta el segundo rbol, y descansar. Descansar un rato largo, antes de regresar.
Gracias le dijo Tito, el rinocerontito, al ms sabio y viejo, justo antes de partir.
Tito tom impulso con sus patas y, remolcando su macizo cuerpo, avanz a buen ritmo, como saltando, buscando su ms adecuada velocidad. Las ramas secas que se quebraban bajo su peso y el polvo que levantaba eran su paisaje de trotador. Estaba contento. Contento y cansado cuando lleg al segundo rbol.
Hay triunfos que se celebran tumbadoen el suelo.
SOBRE EL AUTOR Juan Manuel Chvez(Lima, 1976) Estudi Literatura en la Universidad deSan Marcos. En el 2002 obtuvo el Premio Cop de Plata en la XII Bienal de Cuento con el relato Sin cobijo en Palomares. Su libro La derrota de Pallardelle obtuvo una mencin honrosa en el concurso de novela Federico Villarreal. Ha dictado talleres literarios, ha sido gestor cultural y ha conducido programas culturales en la radio. Sus cuentos han aparecido en colecciones en el Per y el extranjero.