[Foto: Cristina Marcano]
[Foto: Cristina Marcano]


Por Dulce María Ramos

Barrera Tyszka (Caracas, 1960) es uno de los autores venezolanos más reconocidos y leídos fuera de las fronteras de su tierra. Ha sido ganador, entre otros, de los premios Herralde —por su novela La enfermedad— y el Tusquets —por Patria o muerte—. Desde el 2014 reside en México y, aunque ha pasado varios periodos de su vida lejos, en sus columnas de opinión y obras literarias siempre está presente su país, además de su posición crítica ante la llamada Revolución bolivariana.

La visión de Venezuela en su novela Patria o muerte es desoladora. Aunque quizá avizoró algo cuando dijo que “la destrucción es una disciplina”, ¿se imaginó este escenario después de la muerte de Chávez?
Los venezolanos hemos pasado muchos años, como digo en la novela, en una suerte de permanente preapocalipsis. Siempre estábamos al borde de una hecatombe. Ese gran desastre finalmente llegó. Chávez murió y nos heredó su infierno: la peor crisis económica de nuestra historia y el regreso al militarismo como sistema político. Eso ha terminado siendo, finalmente, la autoproclamada Revolución bolivariana: un exceso de corrupción y de generales.

Miguel Sanabria, uno de los personajes de la novela, sintetiza lo que ha sido Venezuela: “un país intoxicado por la política”. Con más de cien días de protestas, una consulta popular organizada por la oposición y la Constituyente que propone el Gobierno, ¿Venezuela sí tendrá alguna salida democrática?
Es muy difícil imaginar el futuro cuando, en el escenario, una de las partes se comporta como una secta religiosa que actúa, todo el tiempo y en todos los terrenos, como si estuviera en una guerra santa. Una salida democrática pasa por una negociación y, para el oficialismo, negociar con la oposición es claudicar, traicionar sus postulados. Maduro y los otros altos líderes lo han repetido: no van a permitir que la oposición llegue al poder. De ninguna manera. Incluso están dispuestos a usar las armas. En ese contexto, el desafío para los venezolanos es enorme: tenemos que obligar al Gobierno a ser democrático.

Hace poco entrevisté a Leonardo Padura y me dijo que le incomodaba que le preguntaran siempre sobre Cuba. Usted ha mantenido todo el tiempo su postura sobre el proceso revolucionario. ¿Hasta qué punto un intelectual debe ser una máquina de opinión?
Yo siento que escribo y opino como un ciudadano, desde mi experiencia ciudadana. Y, claro, lo hago con las herramientas que tengo, con lo que creo que mejor me sale, con la escritura. No tengo opiniones sobre todo y hay bastantes cosas que no sé o sobre las que no tengo una opinión clara. Creo que todavía nos pesa esa versión algo decimonónica del escritor o del intelectual, esa idea de que es la “sapiencia y la elocuencia”, como diría Foucault, de la tribu. Pero no es así. Ahora la máquina de producir verdades se llama Twitter. Y está a la alcance de todo el mundo. Lo que pasa es que la complejidad de algunas realidades —como Cuba o Venezuela— a veces no se puede contar en 140 caracteres. A veces, ni siquiera en una entrevista.

Recientemente el escritor José Balza señaló que el gran problema en Venezuela es que a su población nunca se le enseñó el significado de la democracia ¿Está de acuerdo?
No. Yo creo, por el contrario, que los venezolanos tenemos una experiencia democrática que todavía funciona. Que está ahí, dentro de nosotros, que vive y que ha sido importantísima en la lucha contra el proyecto dictatorial del oficialismo. Lo ocurrido el pasado 16 de julio es una clara demostración: ante un gobierno que controla las instituciones e impide las elecciones, los ciudadanos se organizan y realizan una consulta popular. Creo que los venezolanos sí sabemos lo que significa la democracia, y la lucha de todos estos años lo demuestra. Si no supiéramos su significado, ya nos habría sometido completamente el militarismo. O estuviéramos en un escenario todavía más violento.

El poeta Rafael Cadenas dice que la destrucción de un país empieza por su lenguaje. ¿Hasta qué punto es tan poderoso para dominar una sociedad?
Yo creo que eso es fundamental. Otro escritor, Antonio López Ortega, escribió una vez un artículo sensacional, estableciendo el paralelismo entre Chávez y el flautista de Hamelin. Era una relación perfecta. Da pie también para señalar la capacidad comunicativa de Chávez, el hechizo de su relato, el poder de su oralidad. Y Chávez, desde el inicio, instaló la violencia en el lenguaje. En sus palabras comenzó un proyecto que legitimaba el fin de cualquier disidencia, el desdén por la diversidad, la agresión como método, su eternidad en el poder como el destino de la nación. “Quien no es chavista no es venezolano”, dijo en una oportunidad. Eso te da una idea del alcance y del delirio de su discurso.

En estos días se ha retomado la emblemática novela Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. ¿Será que la barbarie y el caudillismo dominarán la historia política de Venezuela?
Pues, al parecer, todavía no terminamos de salir de esa narrativa. Chávez refundó el caudillismo, reinventó el militarismo. Lo trajo de vuelta pero modernizado, incorporándole un discurso de izquierda y elementos melodramáticos de la telenovela, llenando la política de afectos. El populismo es una emoción. Es una experiencia muy tentadora. Más en un país que no hace sino repetirse que es rico. El Mesías que esperamos es un justiciero que ponga orden y reparta el botín que supuestamente todos tenemos. Chávez resucitó esos sueños. Los contó de nuevo y mejor. Ahora vivimos su pesadilla. Y la mayoría de los venezolanos, después de 18 años de gobierno y de una enorme bonanza petrolera, sigue viviendo la misma tragedia: pobreza, desigualdad, impunidad, violencia.

"Patria o muerte" (Tusquets, 2015), de Alberto Barrera Tyszka, novela ganadora del XI Premio Tusquets.
"Patria o muerte" (Tusquets, 2015), de Alberto Barrera Tyszka, novela ganadora del XI Premio Tusquets.

Patria o muerte Alberto Barrera Tyszka
Editorial:
Tusquets
Páginas: 246
Precio: S/ 49,00

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