Entrevista a Alberto Pacheco, profesor de la UCAL
Entrevista a Alberto Pacheco, profesor de la UCAL

Alberto Pacheco estudió Comunicaciones en la U. de Lima, y aunque incursionó en el periodismo por un tiempo, lo académico siempre fue lo suyo. Egresado de la maestría en Filosofía de San Marcos, es hoy profesor de la UCAL y autor del libro Mutaciones de nuestro régimen informacional, donde usa herramientas filosóficas para analizar los veloces procesos comunicativos a los que nos expone el dominio social de Internet.

Los fenómenos comunicativos en Internet avanzan muy rápido. ¿Cómo seguirles el ritmo?

En el libro trato de hacer una cartografía de las cosas, ver huecos, dónde el fenómeno se está desbordando, y a partir de ello hacer una sintomatología. No me parece importante estudiar el fenómeno como tal, sino las lógicas del poder y de las estructuras sociales que están detrás. Y tampoco desde una óptica sociológica clásica, sino viendo cómo hay una suerte de ordenamiento vinculado con lo político, lo económico, lo ideológico, que sirve de sustento al fenómeno. No se puede estudiar Internet de modo aislado de las lógicas de poder que hay detrás. Los teóricos posmodernos han escrito hace 20 o 30 años cosas que hoy funcionan bastante bien.

Se adelantaron.

Sí, y por eso la filosofía me parece vital para estudiar este momento. Baudrillard hablaba ya en los setenta de lógicas de los objetos y entre los objetos, que son las que vivimos con el Internet de las cosas. Deleuze en los noventa refería a una sociedad de control y las formas de la vigilancia que iban a dejar de ser institucionales para volverse abiertas, informáticas y constantes, en las que el sujeto se iba a insertar voluntariamente… Me parece que lo importante de estudiar Internet y los fenómenos de la tecnología digital que son los de todo lo social, abordarlo justamente desde esa mirada. Ir a ver qué estructuras subyacen y cuáles se están construyendo a nivel de funcionamientos sociales y económicos, de poder, en la lógica de lo político.

Hablabas de cómo nos insertamos voluntariamente en sistemas de vigilancia donde es otra persona la que tiene el poder. Hubo un tiempo en que quien controlaba era el emisor, no el receptor, y ahora ese poder se ha fragmentado.

Vivimos sujetos a un régimen que tiene que ver con el modo en que transmitimos y almacenamos información. Eso es lo que llamo ‘régimen informacional’, y tiene que ver con las operaciones y lógicas de una sociedad para su transmisión y el almacenamiento de la información. Eso es vital porque la información es la materia prima para construir el conocimiento y establecer relaciones interpersonales, y también para guardar la memoria histórica de una sociedad. Cada cambio mediático va a suponer que se instaure un nuevo régimen de información. Por ejemplo, surge la telecomunicación, la escritura, la imagen fija y en movimiento… cada una de estos cambios va a introducir nuevas operaciones que no existían. En el caso del paradigma digital, lo que lo caracteriza es la ubicuidad de la información, que está disponible en todo momento, en todas partes, porque hay demasiada información.

Y demasiada desinformación.

Sí. Pero pongámoslo así: información es el material transmitible, que circula, lo que uno produce usando apps, redes sociales; la que se produce desde el universo de lo mediático-periodístico; es también el imput que tiene el universo académico para sus procesos. Baudrillard decía que la mejor manera de censurar a alguien no es quitarle modos de saber algunas cosas, es abrirle todos los modos para saber de todo. Porque hay tanto y va a estar tan perdido, que no va a saber cómo operar todo esto. Flaubert, cuando va la Exposición Mundial de París, escribe una nota que dice “las cosas son maravillosas y fascinantes, pero hay tanto... y el ser humano no está preparado para engullir el infinito”. Lo que ha hecho Internet con nosotros es hacernos engullir el infinito y, claro, el régimen en el que la ubicuidad de la información se sustenta en la idea de un sujeto inoperante avasallado de tanta información y, al mismo tiempo, esa información tiene que fluir sí o sí de forma hiperveloz. Nunca ha fluido tanta información ni tan rápido. Lo que ocurre es que la lógica emisor-receptor ya no funciona para entender la comunicación, el esquema tradicional no alcanza para comprender lo que pasa. Creo que lo que se ha instaurado es el flujo. Más que un emisor creando un mensaje para un receptor definido, la lógica de hoy es que casi todos somos como puertos de paso, dealers que circulamos la información, que se fragmenta.

Y eso genera una crisis en el manejo de la información

Las dos instituciones en crisis son la Academia, que era la garante de una información que legitimaba a través de ciertos procesos, y que además era la única que convertía esa información en conocimiento a través de un proceso educativo; la otra es la prensa. La institución que se pretenda garante, “yo te voy a dar la información que se considera como noticiosa” cuando la gente está hipertrofiada de contenidos, desdibuja su rol. La lógica misma del sujeto ha cambiado. Antes, cuando uno encontraba una información valiosa hacía dos cosas: apropiarse de ella, pues le daba un prestigio poseerla, sea vía memoria o en un libro; o profundizar en ella. Hoy lo primero que hace alguien si encuentra algo interesante es compartirlo. La información valiosa es aquella que se comparte.

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