Cañonera Lima: Sobre su llegada El Comercio dijo: “Tenemos fondeado en la bahía del Callao el primer buque de guerra digno de este nombre que ha enarbolado la bandera peruana después que los que antes la llevaron fueron reducidos a cenizas el 16 de enero de 1881. Foto: Museo Naval del Perú, cortesía capitán de corbeta Michel Laguerre.
Cañonera Lima: Sobre su llegada El Comercio dijo: “Tenemos fondeado en la bahía del Callao el primer buque de guerra digno de este nombre que ha enarbolado la bandera peruana después que los que antes la llevaron fueron reducidos a cenizas el 16 de enero de 1881. Foto: Museo Naval del Perú, cortesía capitán de corbeta Michel Laguerre.
/ Michel Laguerr
Héctor López Martínez

Eran los años enlutados del Perú yacente. Se iniciaba agosto de 1889 y El Comercio informó que la cañonera “Lima”, a la que en diversas circunstancias se llamó también crucero, había zarpado de Inglaterra con destino al Perú. La noticia levantó inmediatamente los ánimos y creció el entusiasmo que iba aumentando conforme pasaban los días. Finalmente, el 31 del mencionado mes, a las ocho y cinco minutos de la noche, arribó el ansiado buque que fue recibido en el Callao por una multitud de hombres, mujeres y niños que aplaudían, dando vivas a nuestra Marina de Guerra e incluso lloraban de emoción patriótica.

Al día siguiente decía El Comercio: “Tenemos fondeado en la bahía del Callao el primer buque de guerra digno de este nombre que ha enarbolado la bandera peruana después que los que antes la llevaron fueron reducidos a cenizas el 16 de enero de 1881 por sus mismos tripulantes; que así los salvaron de caer en manos del enemigo que, con flota poderosa, les cerraba la salida del océano… . Si la voluntad de la nación se hubiera cumplido fielmente —proseguía El Comercio— hoy tendríamos en el Callao un buque doblemente poderoso, que llevaría el nombre de “Almirante Grau”; pero se creyó hallar razones para en vez de una nave construir dos, de las cuales fue más tarde necesario sacrificar una de ellas en provecho de la otra, consiguiendo convertir así a la que quedaba en verdadero buque de guerra…”.

La historia de la cañonera “Lima” es azarosa y hasta novelesca. Como ya se dijo, se mandó construir dos buques en los astilleros Howalddt, en Kiel, Alemania. Debían ser cruceros a los que se bautizó como “Sócrates” y “Diógenes” con el propósito de despistar a los agentes chilenos en Europa. Incluso se les dio apariencia de yates que debían ser artillados en Inglaterra. Lamentablemente, en este país no se pudo impedir un arbitrario embargo aplicado por el gobierno británico que pretextó cumplir las reglas ordenadas por la neutralidad.

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Terminada la guerra con Chile, desocupado nuestro país a fines de octubre de 1883, la crisis fiscal nos obligó a renunciar a uno de los buques, el “Diógenes”, convirtiéndose el “Sócrates” en la cañonera “Lima”. Al llegar a nuestro primer puerto tenía aparejo de bergantín y casco de acero. Medía 250 pies de eslora, 35 de manga y 21 de puntal. Su porte era de 1.790 toneladas con un andar de hasta 15 millas por hora. Montaba dos cañones Armstrong, otros tres del sistema Maxim-Nordenfelt y dos ametralladoras del mismo sistema. Su dotación inicial estuvo integrada por el capitán de navío Ruperto Alzamora, el capitán de fragata Pedro Gárezon, los tenientes primeros Nicanor Asín y Gervasio Santillana, el teniente segundo Ramón Sánchez Carrión, el guardiamarina Emilio Díaz y el cirujano Carlos Wilson. Venían a bordo seis maquinistas, un ayudante, 76 tripulantes y una guarnición de 22 hombres.

Misiones históricas

La cañonera “Lima” prestó al país invalorables servicios, sufriendo a lo largo de los años diversas reformas. En julio de 1890 fue a Valparaíso llevando una comisión presidida por el capitán de navío Melitón Carvajal que trajo al Perú los restos del Almirante Grau y los de otros gallardos compatriotas que cayeron en las jornadas de Tarapacá, Tacna y Arica. En octubre de 1896 llevó a Guayaquil víveres y otros elementos de socorro a los damnificados por un gigantesco incendio que devastó ese puerto. A bordo de la “Lima” viajó, como enviado especial de El Comercio, el joven periodista Antonio Miró Quesada de la Guerra. Más tarde, junto con los primeros cruceros “Grau” y “Bolognesi” y el cazatorpederos “Teniente Rodríguez”, la “Lima” integró nuestra escuadra durante varias décadas.

Cuando se produjo el conflicto con Colombia por el problema de Leticia, se ordenó que la cañonera “Lima” se incorporara a la Fuerza Fluvial del Amazonas. Zarpó del Callao con destino a Iquitos el 2 de octubre de 1933, cruzó el Canal de Panamá, carboneó en Colón y luego prosiguió a Trinidad y a Belén do Pará. El 9 de noviembre, recordaba uno de sus oficiales, el más tarde contralmirante Federico Salmón de la Jara, la “Lima” hizo “rendez-vous” en alta mar con los destructores “Almirante Guise” y “Almirante Villar”, recientemente adquiridos en Estonia, que hacían el viaje inicial con bandera peruana.

La poderosa fuerza naval, a la que se unió el cazatorpederos “Rodríguez” y el transporte “Perené”, llegó a Iquitos el 15 de diciembre de 1933. La cañonera “Lima” había cubierto 5.180 millas sin el menor contratiempo demostrando así su fortaleza y la muy alta capacidad profesional de su dotación. Este buque, con el que renació nuestra Marina de Guerra, cuya imagen era tan conocida y querida en todos los puertos de nuestra costa, el buque donde muchas generaciones de oficiales de marina forjaron su pericia y experiencia, fue dado de baja en 1950.

Su casco, en un tiempo convertido en depósito de combustible y material, se hundió posteriormente en el río Nanay. Recuerdo que muchas veces en el Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, cuando la charla se encendía entre oficiales y almirantes ya en situación de retiro, el nombre del buque “Lima”, la entrañable “Mama Pancha”, aparecía siempre en el marco de alguna nostálgica anécdota.

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