Ciro Alegría dio un discurso en honor de Sérvulo Gutiérrez
Ciro Alegría dio un discurso en honor de Sérvulo Gutiérrez
Redacción EC

CIRO ALEGRÍA

Para rendir homenaje a Sérvulo debo precisar que, aunque no soy crítico, me siento obligado a decir unas palabras por derecho de admiración y amistad. En el programa de esta noche figuran otros escritores y artistas, muy distinguidos, que seguramente lo harán mejor que yo.

A mi ver, representa una gran irrupción del color de la pintura peruana. No le tenía miedo al color, era un derroche de color en sus mejores lienzos, llevado seguramente, en forma instintiva, por la afición al color intenso que late en el fondo del alma nacional. Podría afirmarse, que Sérvulo es una irrupción del color parecida a la efectuada por Paul Gauguin, pintor célebre a quien debemos considerar peruano por sangre, ya que era nieto de Flora Tristán y, que es más, por sensibilidad. Aunque distinto en el manejo del pincel y el rango, en Sérvulo Gutiérrez hay el mismo júbilo colorista que en Gauguín. Podemos aplicar a Sérvulo esa magnífica frase que se le ocurrió a Mallarmé sobre Gauguín: "Nunca se ha visto tanto misterio con tanta luz". Y la luz en ambos era una forma de iluminación, de sentido del color llevado hasta la exaltación. Esto es muy peruano y seguramente la pintura nacional, ahondando en sí misma seguirá tales derroteros un día.

Otro gran mérito de Sérvulo es su originalidad. En su pintura es completamente persona, distinto y distintivo. Recibió la influencia de la pintura europea, pero supo mantener una personalidad propia asimilando esa pintura sin hacer de su arte una mera copia. Porque el accidente más lamentable que ocurre a la mayoría de los pintores peruanos de los tiempos recientes es que se pliegan tanto a los pintores europeos que su arte parece copia, de tal modo que en el lienzo tenemos que buscar la firma para saber de quién es. Hay excepciones, desde luego, pero el drama general es el de seguir escuelas en medio de una abolición de la personalidad. Y digo esto sin que piense yo en forma provincial, sin ser yo un regionalista a todo trance.

Creo que la cultura y el arte no siempre pueden evitar las influencias, los préstamos, pero creo al mismo tiempo que a través del aprendizaje de los logros de otros, debe surgir lo que tenga de original el alma de un artista. Esto hacía Sérvulo y su pintura tiene un sentido viejo y nuevo, característica de un pintor peruano que recorrió camino individual. Que careciera de vasta cultura académica, que no fuera un pintor acaso diplomado, no es tan importante. Lo de verdad importante es que hizo pintura hermosa y original.

En un país como el nuestro, donde nos deslumbra el colorido de los huacos nazcas; donde el color y el dibujo de los mantos prehispánicos presentan de nuevo un fenómeno de belleza auténtica; donde los huacos mochicas son prodigiosas esculturas realistas que no excluyen una sabia esterilización, al igual que sus elaborados dibujos; en un país como el nuestro, repito, donde la pintura del Virreinato pugna por ser peruana, lo mismo que muchas expresiones de la posterior pintura producida ya en la República, la aparición de Sérvulo Gutiérrez significa que se retoma de nuevo una ruta nacional a base de originalidad. Porque debemos entender que la cultura nuestra nunca volverá a ser una cultura valiosa si no precisa, tarde o temprano, una vez más, características propias. Y en este camino, Sérvulo Gutiérrez es uno de los pocos a quienes se puede señalar como adelantados.

Permítaseme, para terminar, rendir homenaje a Sérvulo como ser humano. No lo traté mucho, dada mi larga ausencia del Perú, pero cuando regresé nos hicimos amigos, muy buenos amigos, cosa que no era difícil porque Sérvulo era propenso a la amistad y siempre tendía una mano franca. Había que estrecharla. En muchas horas de conversación me dí cuenta de lo que valía personalmente. De muchacho había sido boxeador, luego practicó algunos modestos oficios y por fin descubrió deslumbradamente la cultura. Sérvulo Gutiérrez iba por la existencia prodigando su obra y su vida. Era un hombre honrado, leal, valiente, sincero. Bajo sus maneras amables latía una tremenda intensidad, una suerte de violencia que lo impulsaba a vivir plenamente. Y por eso murió un día, de un momento a otro, casi violentamente. En Sérvulo la humanidad del individuo aumentaba el interés de la obra del pintor. Rendimos homenaje a un gran artista.

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