"El hombre no es malo ni bueno", por Mario Bunge
"El hombre no es malo ni bueno", por Mario Bunge
Redacción EC

MARIO BUNGE 

Físico y filósofo

El Dominical, 14 de octubre de 1990

Según una vieja tradición teológica y filosófica, el ser humano es intrínsecamente malo, por lo cual es menester mantenerlo a raya inspirándole miedo al infierno o al patíbulo. Esta es la tradición sombría de los teólogos San Agustín, Lutero y Calvino, continuada por el filósofo y politólogo Thomas Hobbes, los darwinistas sociales de fines del siglo pasado, el psicoanalista Sigmund Freud, el psicólogo William McDougall, y el etólogo Konrad Lorenz.

INCITACIÓN AL CRIMEN
¿Es verdad que somos tan malos?[...]
 Poco después de la Primera Guerra Mundial, el escritor alemán Andreas Latzko publicó su gran novela antibélica “El hombre es bueno”, que mi padre, Augusto Bunge, tradujo al castellano. Latzko describía los horrores de la guerra de trincheras con un realismo tal que las páginas parecían salpicadas de sangre. Su tesis es que el soldado raso era básicamente bueno e incluso abnegado, pero que sus oficiales y políticos le obligaban a cometer actos malvados [...]

MITAD BUENO Y MITAD MALO
El hombre no nace malo. No hay genes maléficos. Tampoco hay genes benévolos. Según nuestros principios y las circunstancias, unas veces nos comportamos bien y otras mal... En tiempos de paz, logramos mejorar. En tiempos de violencia, no nos cuesta encallecernos y aun encanallarnos.

La tesis de que el hombre es medio bueno y medio malo fue expuesta por Robert Louis Stevenson en su famosa novela de ficción “Dr. Jekyll and Mr. Hyde”, publicada en 1886. El protagonista se había propuesto separar la mitad buena de la mala por medios químicos. Solo logró producir un hombre maligno, Mr. Hyde. El originario, Dr. Jekyll, seguió siendo medio bueno y medio malo.

Ítalo Calvino recurrió a un medio más radical en su noveleta “El vizconde demediado”. El vizconde Medardo, hombre ni malo ni bueno, parte en son de guerra. En su primer encuentro es partido verticalmente por un cañonazo. Hábiles cirujanos suturan cada una de las mitades, produciendo dos seres humanos monópedos. El izquierdo es bueno y el derecho malvado. La pasión del malvado es torturar, ejecutar y mandar matar. La mitad buena se entromete en todo, dando consejos que solo podrían seguir santos con vocación de mártires... Pero hete aquí que las dos mitades terminan por encontrarse, se traban en duelo, y se hieren gravemente el uno al otro. Un tercer cirujano logra coserlos juntos, produciendo un nuevo vizconde, que, como el original, no es totalmente bueno ni completamente malo [...]. 

El hombre no nace bueno ni malo... Solo excepcionalmente aparece algún santo y algún malvado. Y las escuelas de guerra son las únicas que se especializan en enseñar a practicar la maldad... Si nos preparamos para la guerra, terminaremos haciéndola; si nos preparamos para la paz, la tendremos y seremos un poco más buenos que malos.

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