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The Original Dixie Jazz Band: improvisar una revolución - 2
Santiago Bullard

Por lo que sabemos, todo podría haber empezado en un burdel de Nueva Orleans. Fue a principios del siglo pasado: Ferdinand Joseph LaMothe, un joven negro que a los 14 años se ganaba la vida tocando el piano en uno de estos establecimientos, habría dado forma a los primeros compases del jazz. O, al menos, eso fue lo que él mismo afirmó muchos años después, cuando ya se había hecho famoso bajo el seudónimo de Jelly Roll Morton: que, en aquella época, él había sido el inventor del jazz.

Lo cierto, sin embargo, es que sabemos muy poco sobre los orígenes de este género musical, que hoy se extiende por todo el planeta. Sus primeros acordes se pierden entre la música popular y los antros de Nueva Orleans; entre los rumores y las especulaciones de un siglo que apenas comenzaba y ya parecía gastado. Pero contamos con una fecha: el 26 de febrero de 1917. Fue en este día, hace cien años, que un quinteto llamado The Original Dixieland Jass Band hizo la primera grabación de jazz de la historia, una canción titulada “Livery Stable Blues”.


Celebración del Mardi Gras en Nueva Orleans, una fiesta carnavalesca de influencia europea y católica. (Foto: Getty Images)

Celebración del Mardi Gras en Nueva Orleans, una fiesta carnavalesca de influencia europea y católica. (Foto: Getty Images)

“La historia de esa primera grabación es muy interesante”, comenta Carlos Espinoza (uno de los músicos más reconocidos del Perú). “De hecho, la primera vez que la banda trató de grabar esa canción fue en enero de 1917, en Columbia Records, pero el resultado fue terrible. Sonaba tan mal que los técnicos de la disquera dijeron que era imposible grabar ese tipo de música”. El motivo de esto era claro: los instrumentos, grabados todos juntos —en ese entonces no existía la tecnología para registrar pistas independientes—, producían un sonido que se acercaba más al ruido que a la música. Pero el quinteto no se dio por vencido. “Después de ese primer fracaso”, continúa Espinoza, “la banda probó con la disquera Victor, en Nueva York. Al principio, el resultado fue otro desastre, pero esta vez los técnicos no se dieron por vencidos tan fácilmente. Lo que hicieron fue poner a los músicos a tocar en habitaciones distintas, hasta que dieron con una distribución desde la que podían tocar al mismo tiempo sin que la grabación fuera un fiasco. Y eso que, cuando la escuchas, suena bastante mal, sobre todo para los estándares actuales”.

Otro detalle curioso de esta historia es que The Original Dixieland Jass Band era, en realidad, un quinteto de gente blanca, siendo el jazz un género netamente afroamericano. “Eso es algo que se ha repetido muchas veces en la historia de la música popular”, señala Espinoza. Y no le falta razón: eso fue Elvis Presley, pero también Carl Perkins, Bill Haley, la banda británica Cream (encabezada por Eric Clapton) o Eminem. “Hablamos de 1917”, continúa Espinoza. “Que para ese entonces ya existieran músicos blancos interesados e incluso integrados en esta tradición musical es algo sorprendente, sobre todo tomando en cuenta que los músicos negros hicieron sus primeras grabaciones en 1920”.

Dicho en otras palabras, existía un medio ambiente musical reconocible en esta ciudad portuaria, punto de encuentro de culturas diversas. Dentro de él se encontraba Jelly Roll Morton, precisamente: un virtuoso pianista que empezaba a hacerse famoso en los locales nocturnos. “Es imposible decir que él inventara el jazz”, resalta Espinoza, “pero sí fue el primero, o de los primeros, que escribió sus composiciones. Eso fue lo que permitió que se creara un canon”.


Livery stable blues, la primera canción de jazz grabada en la historia.
 
—Adultez rebelde—

Hoy el jazz es visto como un género de culto, donde cada pieza e improvisación debe poseer las características de una obra de arte. Pero esto no siempre fue así. Durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, la función del jazz era entretener, gustar a las masas. Esto es algo que tuvieron en cuenta todas las grandes figuras de la época, desde Jolly Roll Morton hasta Duke Ellington, Benny Goodman o Louis Armstrong. El jazz, hijo de la música de los primeros negros americanos, respondía a una fórmula eminentemente comercial. La historia empezaba a reclamar un nuevo paradigma.

Uno de los aspectos más llamativos del jazz es que su historia, como la del punk, es la de una revolución constante contra sus propias bases. En los cuarenta, todavía bajo la sombra de la Gran Depresión en los Estados Unidos y de la Segunda Guerra Mundial, se dio forma a un nuevo paradigma, profundamente revolucionario en lo teórico y en lo técnico: el bebop.

Carlos Espinoza explica que, luego de la guerra, muchos músicos colgaron sus instrumentos para dedicarse a estudiar, con el apoyo del gobierno. “Pero no los bebop. Ellos prefirieron hacerse virtuosos para llevar el jazz al nivel del arte, dejando atrás la fórmula comercial de la era del swing”.

El bebop marcó un antes y un después en la forma de hacer, escuchar e imaginar el jazz. Las melodías se confundían con los solos, y desentonaban con los acordes. A menudo surgían largos pasajes musicales en los que el ritmo se aceleraba al doble. Las notas se organizaban caóticamente. La música era una manifestación de libertad y ruptura. Fue, según el libro Jazz moderno, del trombonista y crítico musical argentino José María Casalla, lo que lo llevó a la modernidad. Como si el paso a la adultez fuese a la vez un salto a la rebeldía.


Charlie Parker, conocido como “Bird”, uno de los más grandes saxofonistas y compositores de jazz. 

Charlie Parker, conocido como “Bird”, uno de los más grandes saxofonistas y compositores de jazz.

Esta “primera manifestación avant-garde del jazz”, que es como Casalla define al bebop, tuvo su origen en las legendarias sesiones de Harlem, en Nueva York. En estas reuniones, los jóvenes negros trataron de dar un nuevo espíritu a la música que habían heredado de sus predecesores, a partir del contacto con la que se hacía por entonces en Europa, y que habían descubierto a raíz de la guerra. Dos artistas pasarían a convertirse en las cabezas de este movimiento: el trompetista Dizzy Gillespie y el saxofonista Charlie Parker.

Todo lo que ha sucedido en el jazz desde entonces sería inimaginable sin el bebop. Solo en los años cincuenta, este derivó a la creación del hard-bop o el cool jazz, y abrió las puertas a la experimentación con las técnicas modales de la música clásica, un ejercicio que es notorio en diversos compositores, desde Miles Davis y Bill Evans hasta Chick Corea. Luego, los años sesenta se convertirían en un gran campo para la experimentación musical, desde el free jazz de Ornette Coleman hasta las incursiones en estilos musicales traídos de otras partes del mundo, como África o la India.

—Una historia peruana—

La historia del jazz, sin embargo, no se limita a los Estados Unidos o a su proyección en Europa. Su influencia se ha hecho sentir sobre países muy diversos, incluido el Perú. Y hablamos de una escena musical que no se limita a la actualidad, sino que podría ser casi tan antigua como la historia discográfica del género.

“Es difícil rastrear la historia del jazz en el Perú”, admite Carlos Espinoza, aunque también señala que sus raíces son más profundas de lo que muchos podrían imaginar. “Una de las familias más importantes en la escena local son los Purizaga. Yo era muy amigo de Pocho Purizaga, quien falleció en los años ochenta. Tocamos juntos muchas veces, y él llegó a crear una big band con la intención de tocar música peruana con arreglos jazzeros. Pues bien, un día estaba en casa de una prima suya, y descubrí una fotografía en la que se veía al abuelo de Pocho con un grupo de músicos. La imagen era de los años veinte, y en ella se podía leer claramente el nombre de la banda: Purizaga Jazz Band”.

Hoy, el jazz es un sentimiento universal. Según Espinoza, “la prueba de ello es que no importa a dónde vayas, en cualquier rincón del mundo hay alguien que lo toca”.

De nombre incierto

En su artículo “The Mysterious Origins of Jazz”, el periodista y subeditor de la web de BBC Culture, Christian Blauvelt, escribe que es notable que la Sociedad Americana del Dialecto de los Estados Unidos haya escogido jazz como la palabra del siglo XX, sobre todo porque “no sabemos realmente de dónde proviene el término”. Según el autor, este podría tener su origen en fuentes muy distintas, que van desde jasm (una jerga afroamericana de uso común a principios del siglo pasado que significa ‘energía’, y que haría referencia a la velocidad y el ritmo de la música) hasta el aroma a jazmín de los perfumes que solían usar las prostitutas de Nueva Orleans en la época en que se escuchaba en los burdeles del puerto. Si consideramos que las primeras bandas se hacían llamar de “jass”, cobra sentido también la teoría según la cual el nombre del género tiene algo que ver con ass (‘culo’). Luego de más de un siglo de historia, aún no existe un acuerdo acerca de este asunto.