José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Luis Sánchez Cerro y Guillermo Billinghurst, unidos por haber sido protagonistas de épocas convulsas de nuestra historia. (Imágenes: Archivo Histórico Riva-Agüero. Instituto Riva-Agüero. Pontificia Universidad Católica del Perú)
José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Luis Sánchez Cerro y Guillermo Billinghurst, unidos por haber sido protagonistas de épocas convulsas de nuestra historia. (Imágenes: Archivo Histórico Riva-Agüero. Instituto Riva-Agüero. Pontificia Universidad Católica del Perú)
Jorge Paredes Laos

La independencia no había terminado de nacer, cuando ya el Congreso había tomado la decisión de destituir a un presidente. Sucedió en 1823, cuando los españoles todavía dominaban parte de Lima y del país. En ese momento, José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete se hallaba en el poder, tras haber sido disuelta la junta gubernativa presidida por José de La Mar. Eran días difíciles: las campañas militares se sucedían unas a otras para tratar de sellar la independencia, y comenzaban a aparecer los caudillos que marcarían la escena política peruana de aquel siglo. El 19 de junio, las tropas realistas volvieron a ocupar Lima, y Riva Agüero se vio forzado a trasladar su gobierno al Callao. El Congreso acordó, entonces, su destitución. Este no acató la orden, y se embarcó hacia Trujillo con tropas leales y disolvió el Congreso, pero su suerte ya estaba echada. En Lima, el 16 de agosto, el Congreso eligió a José Bernardo de Tagle como nuevo presidente. Luego, Riva Agüero intentó negociar con el virrey La Serna y con Bolívar, mas sería apresado —se salvó del fusilamiento por poco— y enviado al exilio.

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