Desiderio Blanco López en una imagen del archivo de la Universidad de Lima.
Desiderio Blanco López en una imagen del archivo de la Universidad de Lima.

Cualquier cosa que uno quiera decir sobre Desiderio queda corta. ¿Cómo expresar todo lo que nos diste, nos das y nos seguirás dando, querido maestro y amigo? De nuestra intensa vida intelectual universitaria, hoy resplandecen los exigentes diálogos, las cálidas conversaciones y la detenida lectura y relectura de tus textos, en muchos de los cuales recogiste con generosidad algún contenido de dicha interlocución.

En el curso de Análisis de Mensajes de 1976, los estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, nos encontramos con Desiderio ‘recién bajado del avión’. Con entusiasmo desbordante, ofreció, en pleno pregrado, un curso que parecía un seminario de posgrado. Con una didáctica muy clara, presentó un panorama epistemológico impresionante que incluía materialismo histórico, psicoanálisis, estructuralismo, narratología, hermenéutica y filosofía del lenguaje. Luego de graduarse de Doctor en Educación por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Desiderio había seguido estudios de semiótica en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París bajo la dirección de A.J. Greimas y de Ch. Metz; y, por cierto, con su agudo talante crítico, había bebido de diversas fuentes del pensamiento europeo de entonces. ¡Qué maravillosas clases! Con qué pasión las esperábamos unos cuantos estudiantes que, en las primeras filas, no perdíamos ocasión alguna para intervenir con perplejidades y dudas, para iniciar debates, discusiones y conversaciones que continuaban luego de que la clase había terminado. Allí me fui percatando de que nunca dejaría de visitarlo en las distintas oficinas que ocupó a lo largo de los años en la Universidad de Lima, en las que era siempre recibido con afecto, amabilidad y mucha sabiduría. En suma, me fui dando cuenta de que nunca dejaría de ser discípulo de este señor de señores.

En la genealogía intelectual, al contrario que en la vida civil, es el hijo quien reconoce al padre. El hijo no es el padre, ni puede serlo, precisamente porque viene de él, y no puede reducirse a él; porque lo humano, en su singularidad, es irreductible; el hijo viene del padre y va hacia sí mismo; por eso, la fidelidad a un maestro, lo que podríamos llamar filiación legítima, no puede ser más que innovación. Entonces, la relación de un pensamiento con el de un maestro es inexplicable sin él e irreductible a él. Si bien el pensamiento semiótico en nuestro medio no se reduce a Desiderio, también es verdad que no se explica sin él. Venerable maestro de la vida buena, en lo ético; bella, en lo estético y verdadera, en lo epistémico.

No obstante, esta filiación va más allá de lo estrictamente intelectual. Desiderio dejó una ejemplar lección de sabia actitud vital, de alegre fortaleza, de honestidad, de transparencia, de nobleza, de austero desprendimiento y de auténtica sencillez.

De las facetas que pueden ser destacadas en el relato de la vida de Desiderio vemos al estudiante inquieto, apasionado y perseverante (primero de humanidades clásicas, de teología y filosofía, luego de cine, de lingüística, de comunicación y de semiótica, por citar solo temas dominantes). Pero, paralelas, están la del persuasivo animador y renovador de la crítica cinematográfica especializada, la del profesor generoso y riguroso, la del visionario fundador de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, la del prudente y acogedor funcionario universitario revestido de sabia autoridad y estimación que llega a ser nuestro vicerrector y, luego, nuestro rector, la del incansable y exigente traductor, la del poeta de las Dulces Prendas…En fin, seguro me quedo corto, pues tematizar exhaustivamente un devenir vital de tanta riqueza no es fácil...Solo queda celebrarlo y agradecerlo profundamente, con ese amor que vence a la muerte.

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