El derecho a leer en libertad
El derecho a leer en libertad
Teresa Boullon

Una madre de familia me preguntó qué significa que el Perú sea el peor país en rendimiento escolar del mundo. Le respondí que, probablemente, su hijo no podría competir intelectualmente con niños de otros 63 países, como Canadá, México o Chile. Que su hijo, quizá, no comprendería un simple periódico; y que, cuando creciera, no podría cuidarla, y tal vez ella tendría que velar por él.  
     Nuestros chicos salen últimos en comprensión lectora y matemáticas y todos se preguntan por qué: ¿acaso no van a la escuela? En la práctica van, pero es obvio que no practican aquello que los pondría en un mejor lugar. Millones de niños y adolescentes no pueden practicar la lectura porque no tienen libros, y sus escuelas carecen de bibliotecas. Tampoco pueden practicar matemáticas, porque para ser matemáticos hay que ser capaces de leer y comprender los problemas. Así que volvemos al mismo punto.  ¿Por qué nuestros niños egresan de las escuelas sin poder leer y comprender lo que estudian? 
     ¿Sabe usted que el Perú es el único país de Latinoamérica que, hasta la fecha, no tiene ninguna política pública que asegure a los pequeños su derecho al acceso al libro y la lectura? En las escuelas peruanas el servicio de bibliotecas no existe. Sin esa herramienta, maestros y alumnos no pueden jugar a leer. Sin biblioteca es imposible activar un programa de animación a la lectura que involucre a todos los actores del proceso educativo. “Usted, como madre —le dije a la señora —, tiene el poder de lograr que la escuela de su hijo tenga una biblioteca, solo tiene que solicitarlo”. El primer paso siempre será tomar conciencia de que, mientras no logremos que sea efectivo el derecho de nuestros hijos a leer en libertad, nadie lo hará por nosotros. Y en cinco años seguiremos en lo mismo.

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