FIL Lima 2018
FIL Lima 2018

Por José Carlos Alvariño

La Feria Internacional del Libro de Lima sigue en su ruta de crecimiento, en un país donde los espacios de lectura son reducidos (o, en muchos lugares, inexistentes).

Es que leer es más que un ejercicio educativo, una obligación tediosa o ese asunto pendiente que nunca vamos a abordar porque nos da flojera y qué más da. La lectura es el camino del progreso, y eso sí que es atractivo, pues esa maraña abstracta que es el progreso la intuimos como el camino a la felicidad. Y todos queremos transitar ese camino.

En el Perú, donde casi todo está por hacerse, al no haber políticas públicas en torno al libro y la lectura, al ser casi inexistente el sistema nacional de bibliotecas, al no haber más de una centena de librerías para 30 millones de personas, el espacio de la FIL Lima se alza como una gran metáfora de todas estas carencias, donde se puede tener acceso a ese mundo de felicidad que promete la lectura. Y en la FIL vestimos la lectura con todas las convenciones del libre mercado para llegar a la felicidad: espectáculo, estrellas internacionales, consumo… y, lo más importante, ese espíritu que se descubre en los auditorios de la feria: el diálogo, el intercambio de ideas, el debate, la libertad de expresión. La verdadera esencia de la lectura está ahí.

Siempre me piden cifras para medir los resultados de la FIL Lima: cuántos asistentes, cuántas ventas. Yo intuyo cifras relevantes: cuántos vieron al presidente decir que su padre era lector, cuántos jóvenes vinieron a la feria y se encontraron con su autor favorito por los pasillos y se tomaron una foto y compartieron con sus amigos esa proximidad. Gracias a esas experiencias que ahora se comparten con tanta facilidad, nacen nuevos lectores. Los invito a todos a sumarse.

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