Fundamentos de la pitufidad
Fundamentos de la pitufidad
Jaime Bedoya

Julio Guzmán se levanta todas las mañanas y antes de lavarse los dientes se mira en el espejo del lavatorio y se dice a sí mismo:
—No soy un pitufo.
Culminada su higiene oral, revisa Twitter para ver cuántos seguidores nuevos tiene.

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Ántero Flores-Aráoz se levanta todas las mañanas y luego de acomodarse el cabello que le crece en la periferia de los parietales se mira en el espejo del lavatorio y se dice a sí mismo:
—No soy un pitufo.
Luego continúa con los 25 minutos que requiere su peinado.

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Verónika Mendoza se levanta todas las mañanas y luego de prepararse un extracto de kion con chía se mira en el espejo del lavatorio y se dice a sí misma:
—No soy una pitufa.
Después piensa en cosas bonitas durante una hora.

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Y así sucesivamente.

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El primer estado de la pitufidad es la negación. Precisamente es esta refutación autorreferencial lo que hermana a los pitufos entre sí. La ceguera común convierte en código genético el estar vinculados por el 2 % o menos del favor ciudadano, lo que los provee de una causa secreta inmune al ridículo. Solo ellos saben por qué hacen lo que están haciendo.

El segundo estado de la pitufidad es la negociación. Asumido el déficit de crecimiento como real y propio, el pitufo deja de culpar por ello al peatón que lo ignora en la calle. Toma conciencia que algún provecho sacará de dicho enanismo empático. Por ejemplo salir en la televisión tres o cuatro veces. O que alguna buena persona imprima calendarios con su foto, siempre un deleite para los nietos. 

El tercer y último estado de la pitufidad es la aceptación revolvente, que significa volver al primer estado pero con agravantes. El pitufo sabe que es pitufo, pero adjudica la responsabilidad de esa condición a su equipo de campaña y finanzas, generalmente su cuñado y un excompañero de estudios. 

Convencido de que no han sabido comunicar sus atributos, el pitufo se repliega sobre sí mismo: soy pitufo pero no debería serlo. Este desdoblamiento favorece una sicología y lenguaje propios, de comprensión exclusiva entre pitufos. Es la pitufidad en su esplendor.

Es que lo pitufo es verbo, adjetivo y sustantivo. Lo que para nosotros suena incomprensible, para ellos es cristalino y racional, tal como en la frase “Vero, dile al pitufo de Renzo que deje de estar pitufeando con Ántero antes que la pitufada de Guzmán acabe de pitufarnos a todos”. 

De lo anterior nosotros solo escuchamos “la verdadera encuesta es el 10 de abril”. Y no tenemos idea de qué están queriendo decir esos pitufos.

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