El nuevo MUNA

Hay consenso en torno a la idea de que el proyecto del Museo Nacional de Arqueología (MUNA) responde a la necesidad de contar con un espacio de gran envergadura, con una infraestructura moderna que preserve y difunda nuestro patrimonio arqueológico. Sin embargo, la decisión de construirlo sobre un área declarada intangible, la posible destrucción de restos arqueológicos, las condiciones climáticas que podrían afectar las piezas, los problemas de acceso que acarrea su ubicación en Lurín, el desmembramiento del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, entre otras, son observaciones válidas que diversos especialistas y ciudadanos han expresado. 
    La inversión de más de 400 millones de soles para su construcción e implementación museográfica demuestra la clara decisión política de llevarlo a cabo. El actual gobierno pondrá la primera piedra y el entrante se encargará de la inauguración. Sin embargo, surgen preguntas sobre las cuales es necesario reflexionar: ¿un proyecto de esa envergadura puede formularse pensando en el contenedor para después hacerlo en el contenido? ¿Se ha proyectado el costo que implicará su mantenimiento y cómo se debería gestionar? ¿Previamente no se debería prever un proyecto paralelo que contemple las vías de comunicación y medios de transporte para el acceso del público? ¿Se ha pensado en la articulación entre el museo y el santuario de Pachacámac? ¿La creación de este museo puede hacerse de espaldas a la realidad que enfrentan cientos de museos del país? 
    El tiempo para responder esas preguntas y otras que se generan en torno a lo que debe ser el MUNA serán los dos años que durará su construcción. Lo que no debería suceder es que este espacio cultural abra sus puertas sin tener un plan de gestión, los recursos necesarios, entre otras condiciones, que permitan su funcionamiento sostenido y consolidación. Es tiempo de pensar, con una visión de política nacional, cuál es el rol que cumplen los museos en nuestra sociedad.