La nueva novela de Gustavo Rodríguez es uno de los libros más importantes de este año. [Foto: Renzo Salazar / Perú 21]
La nueva novela de Gustavo Rodríguez es uno de los libros más importantes de este año. [Foto: Renzo Salazar / Perú 21]
José Carlos Yrigoyen

Madrugada, la última novela de Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) y por distancia la mejor que ha publicado hasta la fecha, es tanto una ficción lograda como un manual de sobrevivencia para quienes han sido destinados a esa oscura jungla donde solo impera el más fuerte y que algunos, benévolamente, llaman sociedad peruana.

No es la primera vez que Rodríguez se interna en esa maraña de miserias, prejuicios e injusticias que conforma nuestro hábitat. Pero en sus libros anteriores los cuestionamientos a nuestra vida en común, desalmada y corrompida, se quedaban a medio camino. La ligereza de su enfoque y sus personajes usualmente edificados a partir de estereotipos y un humor grueso impedían que sus dardos se dirigieran al destino deseado. Madrugada se sobrepone a los citados defectos del pasado y significa por ello una innegable consolidación después de años de vacilaciones y avances parciales.

Compleja en su estructura, hilvanada por los destinos de numerosos actores y repartida en disímiles escenarios, la novela de Rodríguez es un notable retrato de los vericuetos y claroscuros del Perú contemporáneo. A través de la historia de la pequeña empresaria textil Trinidad, una mujer hacendosa, digna e irónica que está gravemente enferma por intoxicación de mercurio debido a la explotación ilegal en Madre de Dios, conocemos la vida de su padre, Danny, bipolar y alunado cantante amateur que sueña con saltar a la fama como imitador consumado de Barry Gibb, célebre voz de los Bee Gees y el único que puede ayudarla a vencer su devoradora enfermedad.

Girando en torno a este drama está la delirante familia Ríos, integrada por el arrogante yuppie Germán, el vicioso Ronald, la dicharachera señora Blanca y otros personajes menores que encarnan con efectividad, cada uno a su manera, distintas manifestaciones de nuestra realidad: la frívola Cecilia de Letts (quien debe ser una de las más divertidas pitucas que la literatura peruana nos ha brindado), la racional pero arribista Tiffany o la mordaz Nieves. Rodríguez no descuida a ninguna de sus criaturas, por muy secundarias que sean, y nunca permite que resulten intercambiables tópicos: prácticamente todas exhalan humanidad, tensión vital, temores y ambiciones que las perfilan como entes autónomos y a la vez como piezas cuidadosamente dispuestas de ese salvaje ajedrez que el autor ha puesto en marcha y en el que todos los combatientes se derriban uno contra otro sin posibilidad de que exista un ganador.

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NOVELA

Madrugada
Editorial: Alfaguara, 2018
Páginas: 230
Precio: S/49,00

La madurez de Rodríguez no solo se patentiza en la afinada concepción de los protagonistas y sus comparsas, sino también en el lenguaje al que apela para plasmar su historia. Si en sus entregas anteriores podía reprochársele una narración demasiado funcional y burocrática, en esta ocasión Rodríguez ha convertido, como decían los revolucionarios, los reveses en victorias. La espontaneidad verbal que demuestra se aúna a un trabajo con las imágenes y los detalles que refuerza la contundencia de la trama, especialmente en las páginas finales, construidas con un sentido climático del suspenso que no le había detectado anteriormente.

Quizá el punto flaco más visible de Madrugada sea un abuso del ingenio en los diálogos, sobre todo en la primera mitad. No hay duda de que el manejo y las posibilidades humorísticas son seguros y amplios y que se despliegan con inspiración, pero por momentos caen en el chiste fácil y resabido, que afecta la persuasión y el ritmo de lo contado. Más allá de esa objeción, estamos ante uno de los libros más importantes del 2018 y un hito luminoso en la obra de Gustavo Rodríguez, un escritor que a base de insistencia y esfuerzo ha superado largamente las expectativas que se habían puesto en él.

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