Fotografías aéreas hechas por aviones espías durante la Guerra Fría revelan imágenes nunca antes vistas de diversos sitios arqueológicos.
Fotografías aéreas hechas por aviones espías durante la Guerra Fría revelan imágenes nunca antes vistas de diversos sitios arqueológicos.

Por: Juan Luis Nugent
- Me verás volar - 

Antes de la irrupción de Bono y sus amigos en los años ochenta, hablar de U2 era referirse a una de las aeronaves más distintivas de la Guerra Fría. Diseñadas por la firma Lockheed, en la década de 1950, a pedido del Gobierno de los Estados Unidos, estas tenían la misión de registrar fotografías que permitieran tener una idea clara de la capacidad militar, el arsenal y las bases de la Unión Soviética en diversas locaciones del orbe.

La famosa “crisis de los misiles” de 1962, de hecho, se desencadenó gracias a que un U2 registró a las tropas soviéticas instalando misiles nucleares en Cuba. Décadas después de la caída del muro de Berlín, estas misiones de espionaje encargadas por la CIA han dejado un insospechado y valiosísimo recurso de estudio para arqueólogos, antropólogos e historiadores. Ocurre que —como explica un artículo de Gizmodo— las sofisticadas cámaras creadas por Polaroid, sumadas a la altura a la que volaban estos aviones (por encima de los 21 000 m s. n. m.), permitieron crear de manera inadvertida un acervo fotográfico de una calidad que ni Google Maps posee en la actualidad. Ruinas, ciudades, formaciones geológicas, canales y urbanizaciones se pueden encontrar en el archivo de los U2.

Pero si las miles de fotografías que fueron desclasificadas en 1997 no han sido utilizadas antes no ha sido por secretismo, sino por burocracia. En la revista académica Advances in Archaeological Practices, los antropólogos Emily Hammer y Jason Ur cuentan todo el proceso para acceder, por ejemplo, a las imágenes de las 11 misiones de un U2 a Medio Oriente, en los años sesenta, digitalizarlas e indexarlas. El mérito del trabajo radica en lidiar hasta con tres oficinas gubernamentales distintas. De esta forma, los científicos sociales animan a sus colegas a acceder a esta valiosa fuente de información y a no dejarse intimidar por los trámites. No hay peor gestión que la que no se hace.

El olfato podría ser la mejor forma de un 
diagnóstico temprano de párkinson.
El olfato podría ser la mejor forma de un diagnóstico temprano de párkinson.

- Cuestión de humor -
En 2015, la australiana Joy Milne se hizo famosa por una inusual habilidad: su olfato hipersensible. Tanto así que había sido capaz de identificar a qué huele el párkinson. Viuda de un hombre que sucumbió ante este mal, Joy descubrió, años antes de que este recibiera el diagnóstico, un cambio en el olor corporal de su marido. Entonces, no lo relacionó con la enfermedad que vendría, pero sus ‘poderes’ le están permitiendo a la ciencia hallar una técnica de diagnóstico. Gracias a una serie de experimentos, se pudo determinar que el olor que ella describía como almizcle se debía a, probablemente, 17 compuestos químicos que los enfermos de párkinson secretan a través del sebo de la piel. Los resultados de la investigación, realizada en Edimburgo, Manchester y Londres, no son concluyentes, pero el hallazgo es alentador. Un diagnóstico temprano y no invasivo de párkinson podría mejorar la calidad de vida de millones de personas. El olfato nos dice que vamos por la pista correcta.

- Abuelos del futuro - 
Cuando a una persona adulta se le diagnostica cáncer se le da la oportunidad de congelar su esperma, óvulos y embriones antes de empezar el tratamiento. La razón es sencilla: existen altas probabilidades de que quede estéril al concluirlo. En el caso de pacientes que al momento de recibir el diagnóstico aún no alcanzan la pubertad no existe esta opción. Pero Grady es la prueba de que eso puede cambiar. Se trata de un mono hembra fertilizado in vitro. La particularidad es que el esperma que se utilizó provenía de un macho que había recibido quimioterapia años antes. Miembros del equipo que acaba de anunciar el hallazgo en la revista Science declararon para AP que congelaron una muestra de tejido testicular del mono antes de que iniciara el tratamiento. Posteriormente, reinsertaron ese tejido en los testículos y, al poco tiempo, el animal recuperó la capacidad reproductiva. Aún queda camino por recorrer, pero el terreno para explorar esta posibilidad, felizmente, es fértil.

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