Un cuento dominical: Un loco entre olvidos
Un cuento dominical: Un loco entre olvidos
Redacción EC

Por Alejandro Sicchar Rondinelli
 
Recuerdas aquella camisa que te ponías, cuyos botones los cosió tu abuela. Recuerdas el pantalón acampanado y la sonrisa con la que salías de casa. Acaso te creíste eso de que tenías algún don, que eras el elegido para cambiar las cosas. Tú creías entender el mundo y sentías que podías enfrentarlo y salir airoso. Recuerdas cuando conversabas con los amigos y declamabas viejas melodías o cantabas entre gritos algunas del “F”. Siempre fuiste algo timorato pero a pesar de ello socializabas un poco. Fue suficiente como para tener algunos amigos y también para ir perdiéndolos con el tiempo. Estuvieron esas nuevas oportunidades que ibas silenciando con tus pedidos por un tiempo más, aquello de la del estribo, la última bebida, el último sorbo… ¿Entendiste en algún momento? Quizás, en plena espera de algún brindis, mientras ibas volando a toda máquina y aportando cada vez más tus conocimientos a este lugar maldito, mientras te permitías todo eso o, mejor dicho, te imaginabas todo eso, dejando a tus amigos, que se entreveraban en las cuentas para que continúe la noche. Y tú mirabas desde aquella ventana frente al parque y te ibas perdiendo de a poco y entreverando de a muchos, los sueños, las luchas, eso que llamaste tus prioridades.

¿Te acuerdas de la camisa, cuyos botones cosió tu abuela? Ahora que hace frío y este polo delata los abandonos a cualquier parte. ¿Te acuerdas cuando contabas emocionado tus proyectos? Ahora que sumas los olvidos en que te has ido sumergiendo. En algún momento te olvidaste de todos, en algún momento te olvidaste de ti. Por eso tu mirada busca y busca los rebotes en el otro, quizás algún tipo de S.O.S. o quizás solo para reposar la mirada.

¿Qué será de ti? Cuando ya no te levantes más y dejes el pañuelo sucio con el que pedías limpiar, qué será de ti cuando el frío te juegue la última mala pasada y ya no tengas más que olvidar, más de que escaparte. Quizás nadie se dé cuenta de tu ausencia, quizás tú tampoco te has dado cuenta de ello.

Ahora hace frío en las calles y el descanso es una utopía en la que flotas cuando estás escapando una vez más de la realidad. Ahora la gente te mira a la distancia y en el disimulo encuentra la forma de evadirte. ¿En algún momento entendiste tu despedida? Esa mañana que caíste al suelo por una pelea que no ibas a ganar, aquella vez que mandaste a la mierda a la mujer que te entendía un poco, que te amaba. Supiste que te ibas despidiendo cuando tiraste la puerta de aquella casa a la que nunca más te dejaron regresar y a la que ibas a pesar de todo, hasta el día en que ya no sabías qué hacías por ahí.

Luego llegó ese olvido, ese caminar a ningún lado, descansar en cualquier parte, poco a poco la mugre de tu cuerpo se fue mezclando con la de tu mente y te fuiste marchando, abandonando. En algún momento cerraste los ojos para no ver más y dejaste al fantasma de tus apariencias deambular por las calles como un loco entre olvidos, un loco junto al frío y ahora… tú solo respiras, solo miras. Llega la noche, vuelve el día, se acabó la vida, una vez más respiras, miras y a través de la ventana de un carro estacionado, corres, vas volando a toda máquina haciendo nada, porque bailas y te pierdes una vez más en fondo del vacío, en ese oscuro camino. Tú, que ahora habitas entre olvidos.        

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