Familia Oesterheld. El creador de "El Eternauta" y sus cuatro hijas fueron asesinados por la dictadura argentina en los años setenta.
Familia Oesterheld. El creador de "El Eternauta" y sus cuatro hijas fueron asesinados por la dictadura argentina en los años setenta.
Camilo Torres

Plagiada, pirateada, incluso retraducida del francés al español, la obra de Héctor Germán Oesterheld ha alcanzado el reconocimiento que merece en la historia de la literatura dibujada, aunque la gloria ha llegado antes que una clara comprensión de sus virtudes. Y es que su compromiso político y la tragedia que arruinó su país y su vida siguen despertando lecturas parcializadas y no muy justas de su legado. De ancestros alemanes, Oesterheld nació en Buenos Aires, en 1919, y estudió Geología. Amaba la gran literatura clásica: Stevenson, Melville, Defoe, Mark Twain. Ello no le impidió descubrir las posibilidades inéditas del cómic, que por entonces era casi patrimonio exclusivo de Estados Unidos. En 1953, en la mítica revista Misterix, conoció a un joven dibujante recién llegado de la desesperada Italia de la posguerra. Hugo Pratt había arribado a Argentina en busca de las posibilidades que su país, destrozado, no tenía. Y entonces surgió el milagro.

Reescribir los orígenes

Tradicionalmente, se ha dicho que el cómic estadounidense era, en su mayoría, un producto de consumo comercial antes que un arte, y que la creación de este para un público adulto —por su calidad artística y complejidad— es un honor que pertenece a Europa y concretamente a Francia. Barbarella, de Jean-Claude Forest, aparecida en 1964, marcaría el gran despegue. Esto es falso. Esto es ignorar u ocultar la existencia de Oesterheld y la importancia que el cómic argentino tuvo en ese giro copernicano. Porque en enero de 1953 el guion de Oesterheld y el dibujo de Pratt ya habían dado a luz a Sargento Kirk. El protagonista, un militar, hace algo insólito en el western de entonces: diferencia legalidad de justicia y se pasa al bando de los indios, cuya causa defiende. Renegado, Kirk alcanza niveles de complejidad moral comparables con los de héroes de Conrad o Stevenson, y marca una nueva época. El cómic, con él, declara su adultez e independencia.

La portada de "Ernie Pike", editada por Norma, de la dupla Pratt-Oesterheld.
La portada de "Ernie Pike", editada por Norma, de la dupla Pratt-Oesterheld.

El dibujo de Kirk es aún tosco y Pratt les debe mucho a sus referentes, pero el dúo prosigue su obra y en 1957 aparece Ernie Pike, tal vez lo mejor que produjeron en conjunto. El personaje y narrador está inspirado en Ernie Pyle, el legendario reportero de guerra que sobrevivió tantas batallas para morir en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Oesterheld y Pratt muestran una guerra insólita para su época; una guerra sin buenos ni malos, marcada por la desesperación por sobrevivir y la grandeza de un heroísmo que casi siempre es anónimo. La derrota es parte de la vida de sus héroes, que algunas veces son hombres mediocres a quienes las circunstancias exaltan hasta la tragedia o hunden en la miseria moral o psicológica. Estamos ante un arte de primer nivel. Luego llegaron otros títulos de ambos, Ticonderoga (1957) entre ellos, pero las crónicas ficticias de Pike nos siguen estremeciendo. Más tarde Pratt regresaría a Europa y se cubriría de gloria con la obra que él mismo escribió y dibujó: Corto Maltés. El maestro italiano siempre reconoció cuánto debía a la experiencia argentina en su formación. “Oesterheld es el mejor guionista que he conocido”, declaró. Pero su fidelidad no le impidió incurrir en la piratería, como veremos.

Oesterheld tuvo el privilegio de contar con dos dibujantes geniales. El otro es el uruguayo Alberto Breccia. En Sherlock Time (1958), el protagonista, que resuelve misterios y atraviesa los espacios de la ciencia ficción, tiene por compañero al jubilado Luna, personaje cómico y narrador que hace aterrizar los portentos de Sherlock en el Buenos Aires de su época, con sus barrios reconocibles y su vida cotidiana. Esto, como veremos, será luego desarrollado al máximo por Oesterheld. Sherlock Time es un hito en la carrera de Oesterheld, mas su obra mayor con Breccia es, sin duda, Mort Cinder (1962), que trata sobre un inmortal del que casi nada sabemos. Su paso por las Termópilas, por la construcción de la Torre de Babel o por una prisión norteamericana es contado al anciano Ezra Winston, un tacaño anticuario. Así, las piezas muertas de su tienda cobran vida por obra de la memoria de Mort Cinder, que rescata sus remotos secretos.

La historia asesina la historieta

Para muchos la obra maestra de Oesterheld es El Eternauta (1957), dibujada por Juan Solano López. Sus virtudes son muchas y relevantes. Una invasión extraterrestre hace de Buenos Aires el escenario de una epopeya mundial, con la célebre batalla en el estadio de River; se reformula el héroe individual y se prefiere el protagonismo de la colectividad; hay escenas conmovedoras, como la muerte de un invasor mientras contempla una cafetera, porque le recuerda una obra de arte de su planeta… “El héroe verdadero de El Eternauta”, dice Oesterheld, “es un héroe colectivo, un grupo humano. […] El único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”. También hay objeciones posibles: el dibujo es inferior al de sus obras anteriores; la historia que, periódicamente, repite información anterior, debería ser editada porque no se puede leer con fluidez; su riqueza dramática es inferior a la de sus mejores producciones. Argentina, sin embargo, ha decidido que esta saga de liberación nacional sea cifra y símbolo de Oesterheld como autor comprometido, en desmedro de otras mejores. Ya había sentenciado Pierre Menard: “La gloria es una incomprensión y quizá la peor”.

"El Eternauta", para muchos la mejor creación de Oesterheld.
"El Eternauta", para muchos la mejor creación de Oesterheld.

Según se sabe, el horror de la historia supera al de la ficción. La dictadura de los generales asoló Argentina. Oesterheld y sus hijas colaboraron con el movimiento de los Montoneros y él pasó a la clandestinidad, desde donde enviaba el guion de la segunda parte de El Eternauta, peligrosamente contestataria, y que un asustado Solano López dibujaba con desconcierto. Oesterheld ya había producido obras en homenaje a Evita Perón y al Che Guevara. En abril del 1977 fue secuestrado. En 1978 desapareció. Sus cuatro hijas habían sido asesinadas. La menor tenía dieciocho años.


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